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Zacatecas la eterna musa de Ramón López Velarde

Zacatecas
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© Tania Alemán Saavedra

Recorre Zacatecas a través de la pluma de uno de los escritores más emblemáticos de nuestro país, conoce un poco más sobre su vida y pasión por la poesía.

Zacatecas en la pluma de Ramón López Velarde

Ramón López Velarde nació en Jerez, el 15 de junio de 1888, estudió sus primeras letras en su ciudad natal; luego pasó cuatro años en el seminario de Zacatecas y en el de Aguascalientes, sus méritos académicos le dan entrada a la Academia Latina de León XIII en dicha institución. Más tarde estudia la carrera de leyes en San Luis Potosí, y al triunfar Madero figura como candidato de la diputación federal por el distrito de Jerez.

Reside los últimos siete años de su vida en la Ciudad de México, donde imparte la cátedra de literatura en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela de Altos Estudios (después Facultad de Filosofía y Letras), y colabora en casi todas las publicaciones de la época.

López Velarde y su eterna musa

Zacatecas representa no solo la cuna que vio nacer al enigmático poeta sino el lugar en el que gran parte de su obra se ve anclada. La poesía de Velarde oscila entre dos polos, las mujeres y el cielo de su provincia natal, Jerez. El continuo retorno de Velarde a sus primeras musas, es el retorno a la tierra que acuno los primeros pasos del escritor en el terreno de la letras.

Dos son los amores que marcan la literatura y la vida del poeta: su natal Jerez y Josefa de los Ríos, Fuensanta. Hermosa mujer que vivió en la hacienda de la Ciénega a escasos kilómetros de la casa paterna del escritor. Si bien Velarde radicó en Aguascalientes, San Luis Potosí y la Ciudad de México; es Zacatecas y en especial su natal Jerez, con cielos profundamente azules y canteras coloradas, los paisajes que acompañarían a Velarde hasta su pronta y lamentable partida en 1921.

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El devenir del poeta

En 1911 recibió el título de abogado y ejerció su profesión como juez en El Venado, San Luis Potosí, en 1912 viaja a la Ciudad de México y al año siguiente vuelve a San Luis Potosí. Inconforme con su suerte o, tal vez  impedido por la tormenta revolucionaria, se traslada definitivamente a la capital en 1914. Publica con regularidad en periódicos y revistas de la Ciudad de México ensayos, poemas, periodismo político, ensayos breves y crónicas.

Ocupa modestos puestos burocráticos y docentes, entabla rápidas y efusivas amistades en el mundo periodístico y bohemio y se inicia con arrojo, pero también con timidez y freno religioso al erotismo al que puede acceder. Su obra manifiesta el dilema del espíritu en el cual dos polos son centro y eje: la religiosidad y el erotismo, elementos que defendería y que le acompañarían en el transcurso de su quehacer literario.

Tania Alemán Saavedra

Trayectoria literaria

En 1916 aparece su primer libro, editado por Revista de Revistas, consagrado «a los espíritus de Gutiérrez Nájera y Othón». Se titula La Sangre devota, título y contenido, delatan su nostalgia por la provincia, el fervor de su pureza y la figura de la musa de sus primeros versos, la mítica Fuensanta. Este amor primero, se llamó en realidad Josefa de los Ríos, era también oriunda de Jerez, ocho años mayor que el poeta, murió en 1917 y seguramente no tuvo una relación, más que platónica, con el joven López Velarde.

En mayo del año siguiente, 1920, la rebelión obregonista hace huir al gobierno y el presidente Carranza es asesinado en Tlaxacalaltongo el 21 de mayo. El poeta pierde su trabajo y decide no colaborar más con el gobierno, sin embargo, en 1921, cerca del aniversario de la Independencia, escribe uno de sus trabajos más conocidos: La suave patria.

Este fracaso, aunado a lo que él sobrellevó también como un fracaso sentimental, acabaron con su ánimo: un año más tarde, en 1921, muere en la madrugada del 19 de junio asfixiado por la neumonía y la pleuresía, en una casa de apartamentos de la Avenida Alvaro Obregón, entonces Avenida Jalisco. Lo habían matado, dice José Luis Martínez, “dos de esas fuerzas malignas de las ciudades que tanto temiera: el vaticinio de una gitana que le anunció la muerte por asfixia y un paseo nocturno, después del teatro y la cena, en que pretendió oponerse al frío del valle, sin abrigo, porque quería seguir hablando de Montaigne”. Las poesías que dejó a su muerte fueron reunidas en el libro Son del corazón y su prosa, que incluye comentarios líricos, retratos literarios, críticas, recuerdos de provincia, temas del momento, etc. fueron reunidos Enrique Fernández Ledesma en El minutero.

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