Bustamante (Nuevo León)
Es común que al hablar de sitios turísticos en el estado de Nuevo León
Es común que al hablar de sitios turísticos en el estado de Nuevo León inmediatamente acudan a nuestra memoria las Grutas de García y la Cola de Caballo, por ser dos de los puntos más difundidos y visitados por lugareños y turistas. Pero mucha gente suele preguntarse: “¿Y qué más hay?” Pues bien, ahora hablaremos y daremos un recorrido por Bustamante, pequeña ciudad ubicada a 75 km al norte de Monterrey.
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Visitar Bustamante es como entrar a un oasis en medio de un entorno estéril. La ciudad en su totalidad está revestida de árboles, y a la entrada nos recibe una fábrica de mezcal para luego adentrarnos a sus calles casi vacías y observar las antiguas casas de arquitectura típica.
Por tratarse del motivo original de este viaje, primero que nada nos dirigimos a las grutas. Una vez en el centro de la ciudad se siguen los señalamientos, se toma un camino de terracería de kilómetro y medio rumbo al cerro hasta una caseta y un restaurante en desuso. El camino es bastante inclinado y no está en buenas condiciones, por lo que se asciende a paso lento y con precaución. Esta brecha no tiene acceso a las grutas, por lo que deberá dejar su vehículo sobre el camino, para de ahí caminar unos 10 o 15 minutos, hasta llegar a la entrada de esa majestuosa cavidad subterránea; allí hallará al encargado, quien también presta sus servicios como guía.
Cuenta la historia que las grutas fueron descubiertas en 1906 por Juan Gómez, palmitero que deambulaba por esas alturas de la montaña, quien al sentir en su tobillo un aire frío que salía de un pequeño agujero, lo ensanchó con un palo hasta que pudo penetrar por él, lo cual realizó ayudado por una coyunda (correa confeccionada con cuero de vaca) para amarrarse y se alumbró con hojas de palma.
Años más tarde, en 1910, el general Naranjo, del vecino pueblo de Lampazos, intentó encontrar el fondo de la caverna, para lo cual bajó acompañado de su descubridor, Juan Gómez. Después de pasar dos semanas en el interior (una de ida y otra de regreso) no lograron alcanzar el final de la gruta.
Erróneamente son llamadas “de Bustamante”, ya que su nombre real es “Grutas de la Palma”, que hace honor a su descubridor.
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Entrar a la gruta es impresionante y de inmediato se desciende lo que antes se había subido, pero en un mundo diferente, donde el trémulo alumbrado apenas ofrece un somero vistazo de la primera galería. El interior es húmedo y la temperatura es fresca en verano y cálida en invierno: sin duda, un cambio extraño con la del mundo exterior.
Aquí, como en muchos otros lugares, lamentablemente el graffiti es parte integral del paisaje. Según el vigilante, en los primeros años mucha gente venía a destruir y a saquear lo que estuviera a su alcance para llevarse un recuerdo a casa. Otras personas dejaron impresos sus nombres o pintaron estalagmitas con spray y pinturas de aceite. El graffiti se aprecia por doquier en la primera galería, que es la más asequible, aunque resulta insólito que conforme se avanza al interior los dibujos sobre las rocas son más abundantes.
A la entrada una estalactita conocida como “el Tecolote” da la bienvenida al visitante; luego se baja un poco hasta llegar al Salón de Baile –como se conoce a la primera galería–. Allí se observan “el Candelabro”, “el Vestido de novia”, “la Cortina”, “el Elefante” y “la Cascada congelada”. Rodeando a esta última, que es el centro del salón, se ven espléndidas figuras como “el Cohete”, “la Rana”, “la Cabeza de jaguar”, “la Cabeza de víbora”, “la Calavera”, “el Monstruo de la caverna”, “el Zapato”, “la Virgen de Guadalupe” y “la Cabeza del oso”. Los nombres les fueron dados por expertos americanos que en la década de 1980 hicieron trabajos de investigación sobre la cavidad.
Las grutas son muy profundas y aún no hay reporte de que su fondo haya sido encontrado. Geólogos de la Universidad Autónoma de Nuevo León (uanl) y de algunas universidades texanas, así como exploradores y aventureros han incursionado y mapeado las ocho galerías hasta ahora conocidas, sin poder dar con el final o con otra salida. El máximo tiempo de exploración ha sido de tres semanas continuas, llegando hasta la terminación de muchas bifurcaciones, pero no a la culminación del camino principal.
Los nombres de las otras galerías, por orden de profundidad son: Salón de Gigantes, la más amplia de todas; el Altar; el Cuarto de Arroz, donde se localiza la estalactita llamada “el Balcón” que mide 25 m de altura, y para muchos la más impresionante; la Entrada de la Bruja; el Cuarto Secreto, diminuta galería a la que se ingresa a rastras por un pequeño túnel; el Cuarto de Nieve, llamado así por el sarro blanco diseminado en su interior; y el Enjabonado, que debe su nombre a su resbaloso piso.
Sólo las dos primeras galerías cuentan con alumbrado que, sin ser excelente, ayuda a disfrutar del pétreo paisaje. El turista convencional no pasa a las siguientes galerías, pues para ello es necesario traer buenas botas y equipo especializado, así como lámparas de carburo, por ser de larga duración y resistentes a la humedad.
Si desea recorrer las grutas más profundas y no tiene mucha experiencia, se recomienda que consiga un guía en la Presidencia Municipal o en el hotel. Hay muchos lugareños que conocen muy bien las galerías con todos sus recovecos, dificultades y peligros. Cabe mencionar que el guía oficial es el vigilante, quien puede destinar uno o varios días, si así se lo piden, entre semana.
De regreso se puede elegir entre varias opciones. Por ejemplo, para quienes prefieren quedarse cerca de la ciudad, el balneario El Molino es el lugar indicado, pues cuenta con albercas, canchas de voleibol, asadores y sitios de descanso bajo las sombras de árboles grandes y frondosos. Se cobra una módica suma por persona.
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Si prefieren espacios más tranquilos y silenciosos, se les aconseja que tomen el camino del río, crucen la caseta y entren a El Cañón, que a lo largo de siete kilómetros ofrece asadores y palapas en una infinidad de rincones donde puede pasar el día y bañarse en las limpias aguas del afluente. La vista del cañón es impresionante, con altas barrancas y acantilados.
Para los que gustan de la exploración, El Cañón es la ruta natural junto al río con rumbo al árido altiplano. Al terminar el pavimento empieza la terracería que va a diversos ranchos particulares y a ejidos. A la derecha del camino hay unas lomas bajas en cuya cima se aprecian oquedades que son conocidas por los lugareños como “Las ventanas del mundo” y se hallan en el rancho La Boca, donde se dice que hay pinturas rupestres, pero es necesario pedir permiso para entrar a buscarlas.
Sin embargo, la fama de Bustamante no se debe a sus grutas ni a sus parajes turísticos, sino al sabroso pan casero que ahí se elabora como una tradición familiar. Dentro de Bustamante la venta de pan es mínima, sólo se deja un poco para el turismo y para los lugareños, debido a que casi todo se envía a Laredo, Monterrey y Sabinas Hidalgo; no obstante, es la mejor fuente económica de la ciudad.
Son seis las panaderías en Bustamante y cada una elabora su producto con diferentes formas y tamaños, pero en esencia los panes se elaboran con harina de trigo, piloncillo, anís, canela, nuez y cocoa, y los productos más populares son las semitas, las empanadas, los turcos y las hojarascas.
Cualquier día del año es bueno para visitar Bustamante, que tiene muchas otras cosas que ofrecer, como sus folclóricas fiestas que se celebran del 27 de julio al 6 de agosto y están dedicadas al Señor de Tlaxcala, cuya imagen fue traída por los tlaxcaltecas durante la conquista, o un rancho particular donde se crían animales africanos que se han adaptado perfectamente al entorno.
Fuente: México desconocido No. 293 / julio 2001
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