Carrera en Sonora, cruza la tierra de los seris - México Desconocido
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Ecoturismo y aventura

Carrera en Sonora, cruza la tierra de los seris

Sonora
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© Daniel Almazán Klinckwort

Quisimos hacer una carrera en Sonora porque, además de recorrer esta tierra a pie, buscábamos conectar de una manera íntima y profunda con el pueblo seri.

¿Por qué una carrera en Sonora?

Nuestra principal motiviación para hacer una carrera en Sonora ‒además de la exploración‒ fue tratar de conectar de una manera muy especial con el pueblo seri, el cual consideramos fascinante por su historia. A través de los siglos, han usado sus pies y piernas para trasladarse cientos de kilómetros por las amplias expansiones del oeste y noroeste de Sonora. Para ellos correr ha sido una forma de vivir.

Daniel Almazán Klinckwort

El rostro de “Chapito” refleja una antigüedad que resulta casi imposible de calcular. ¿Tiene 70 años, 90? ¿Quizá hasta cerca de 100 o alrededor de 80? La gente le pregunta confundida cómo es que siendo un anciano tiene ese cuerpo tan ágil y lleno de vitalidad. Él apunta hacia el paisaje desértico del fondo y dice riéndose: “Esta es mi farmacia”, refiriéndose a toda esa flora áspera y espinosa. Don “Chapito” (su nombre es Francisco Barnett) es el hombre-medicina y un guardián de las tradiciones de este pueblo conocido desde el exterior como los seris.

Daniel Almazán Klinckwort

El pueblo seri ha habitado de forma prácticamente ininterrumpida en las remotas profundidades del desierto de Sonora desde hace alrededor de cinco siglos. Su forma de vida ha sido primordialmente nómada y con muy pocos apegos materiales, siendo sus principales actividades la caza, la pesca y la recolección de plantas y alimentos disponibles en esta apartada tierra árida. Su territorio en algún punto abarcó desde la zona de la Bahía de Guaymas hasta la parte norte del estado de Sonora, por Pitiquito y Puerto Libertad, cuando en números demográficos andaban por los 5 mil.

Daniel Almazán Klinckwort

Nuestra aventura

Esta carrera en Sonora la llevó a cabo el equipo de Aire Libre. Un grupo de cinco corredores, apoyados por un mínimo de staff y provisiones, salimos desde Desemboque hasta Bahía de Kino, pasando por Punta Chueca, siguiendo un camino tradicionalmente transitado por estos pueblos a lo largo de la costa desértica. Sí, se trata de un lugar difícil por su ubicación remota y por sus condiciones climatológicas intimidantes, pero aún así, verdaderamente se trata de un paraíso escondido y poco accesible, protegido siempre por sus guardianes seris.

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La ruta sobre la que decidimos correr esta carrera en Sonora es un camino que el pueblo seri ha recorrido durante décadas para moverse entre Desemboque y Punta Chueca. Se trata de una virginal brecha de terracería, misma que se extiende hacia el sur, acompañada hacia el oeste por la costa del Mar de Cortés, con la colosal Isla del Tiburón (la más grande de México) unos cuántos kilómetros mar adentro, y custodiado hacia el este por una modesta sierra. Por ese camino han pasado cientos, quizá miles de seris, con el objetivo de tener acceso a los tesoros que nadan en las cercanas aguas y de practicar el comercio con sus hermanos y hermanas que habitan hacia el norte.

Comenzamos la carrera en Sonora durmiendo unas pocas horas dentro de bolsas de dormir sobre el suelo de una escuelita comunitaria de Desemboque. Salimos corriendo muy temprano, bajo una explosión de estrellas. Desayunamos panes con mucha crema de cacahuate, miel y plátano. Los primeros 42 kilómetros transcurrieron con toda fluidez. Nos hidratábamos frecuentemente con electrolitos y nos deteníamos a descansar brevemente, aproximadamente cada 10 kilómetros. La realidad es que en esa etapa no estábamos seguros de la distancia que íbamos a correr: olvidamos planear eso con exactitud. Al llegar a la marca del primer maratón (42 kilómetros), nos detuvimos a comer burritos de frijoles con espinacas frescas y quinoa con papa que transportábamos en los automóviles de apoyo. También tomamos cerveza fría y metimos las piernas en la fresca agua del mar.

Daniel Almazán Klinckwort

Tras esa parada en nuestra carrera en Sonora, la situación comenzó a ponerse mucho más difícil. Aunque era diciembre, la temperatura se elevó considerablemente. Cuando pasamos Punta Chueca, la otra población seri que marcaba los 65 kilómetros del recorrido, ya nuestros cuerpos sufrían un severo desgaste y el terreno no dejaba de elevarse. Después de casi 8 horas y media efectivas de correr y 90 kilómetros transitados, logramos llegar a la playa de Kino, a tiempo para ver al sol ocultarse tras el horizonte del Mar de Cortés. Tuvimos la oportunidad de emular los pasos de los primeros pobladores del desierto, y de realizar largas e intuitivas caminatas en silencio. De ahí la importancia de prestar atención a don “Chapito” cuando decidió entonar alguno de sus cantos sagrados. Las suyas son palabras que pueden volverse escasas como las lluvias de aquel árido y remoto paraje, pero que de la misma forma generan vida y bendiciones para quienes logran reconocer su milenario valor.

  • Mejor temporada
    Diciembre a marzo (invierno).
  • ¿Cómo llegar?
    Punta Chueca se encuentra a 25 kilómetros al norte de Bahía de Kino. Se puede llegar en auto.
  • ¿Dónde comer?
    Restaurante Bahía
    Av. Miramar s/n,
    Bahía de Kino, Sonora.
  • ¿Dónde dormir?
    Eco Bay Hotel
    Guaymas y Tampico, Centro,
    Bahía de Kino, Sonora.
    ecobayhotel.com
  • ¿Qué llevar?
    Ofrendas para agradecer la hospitalidad, antídoto para el veneno de vívora de cascabel, sombrero o gorra y mucho bloqueador.

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autor Manuel Morato
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