Casa Talavera de la Reyna: Conservando la tradición
Conservar una tradición en su esencia por más de 400 años, como la talavera poblana, es todo un reto. Las nuevas técnicas y la modernidad de los tiempos, han marcado cambios en su proceso de producción, en el diseño y en su proyección.
Muchas fábricas han modernizado esta antigua tradición, sin embargo existen otras cuya producción de loza blanca y azulejos aún se realiza con las técnicas originales del siglo XVI. Entre ellas destaca la casa Talavera de la Reyna, un taller innovador y de gran calidad. Su entusiasta fundadora y promotora Angélica Moreno tuvo desde un principio como objetivo principal: “Hacer la mejor cerámica del estado de Puebla. Para lograrlo –nos contó– empleamos el sistema tradicional: desde la selección de los barros, el amasado con los pies (repisar), el trabajo en el torno, el esmaltado o vidriado y la fabricación de los pinceles por los mismos alfareros para la decoración de las piezas. Somos de los pocos talleres que siguen los mismos pasos de nuestros antepasados en la producción de talavera”.
Denominación de Origen
Para la protección de esta artesanía tradicional, el gobierno emitió la Denominación de Origen Talavera D04 y la Norma Oficial Mexicana. A base de prueba y error, Angélica fue conociendo los secretos de este arte, logrando poco a poco una producción de calidad que se difundió al principio de boca en boca. El 8 de septiembre de 1990 se inauguró formalmente el taller Talavera de la Reyna, por cierto, de los más jóvenes establecidos en el estado.
No se conformaron con producir talavera de excelente calidad, invitaron a artistas contemporáneos para trabajar con la técnica. “Necesitábamos revalorar la tradición ancestral, haciendo participar a artistas contemporáneos: pintores, escultores, ceramistas y diseñadores”. Participó el maestro José Lazcarro y poco después, un grupo de 20 artistas trabajó ahí mismo durante tres años; al término, presentaron la exposición “Talavera, Tradición de Vanguardia”, inaugurada en el Museo Amparo, el 8 de mayo de 1997 con gran éxito.
Esta muestra se expuso también en la Maison Hamel-Bruneau de Québec, y parte de ella en la American Society, EUA (1998). Años después, ocupó un lugar predominante en la Galería de Arte Contemporáneo y Diseño en la ciudad de Puebla (2005) con el nombre de “Alarca 54 Artistas Contemporáneos”, y las más recientes exposiciones tuvieron lugar en el Museo Nacional de Bellas Artes (Namoc), en la ciudad de Beijing (China); y en la Galería del Palacio del Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla, en 2006.
Forjando un acervo
El éxito de estas exposiciones le han permitido al taller erigirse como uno de los espacios preferidos por más de 50 artistas, de reconocido prestigio nacional e internacional, para experimentar con materiales, texturas y colores tradicionales. Prueba de ello son las aproximadamente 300 obras artísticas que forman su acervo. Conjuntar la tradición y la innovación no es tarea fácil. En este caso, los artesanos, como herederos del proceso tradicional, aportaron su conocimiento y experiencia, mientras que los artistas contribuyeron con sus conceptos y su creatividad. La combinación fue extraordinaria, pues se crearon obras nuevas rompiendo con la tradición, pero a la vez rescatándola. Cabe señalar que algunos de los artistas sí se involucraron totalmente en la elaboración de sus piezas, otros decidieron que los artesanos intervinieran en buena parte en las hechuras de las mismas, logrando así una comunión plena.
Si vive en la ciudad de México, en julio tendrá la oportunidad de apreciar estas obras singulares cuando se exhiba en el Museo Franz Mayer: “Alarca. Talavera de la Reyna”, donde se comprobará que la tradición y lo contemporáneo pueden ir de la mano, con resultados sublimes. Integran esta muestra obras de Fernando González Gortazar, Takenobu Igarashi, Alberto Castro Leñero, Fernando Albisúa, Franco Aceves, Gerardo Zarr, Luca Bray, Magali Lara, Javier Marín, Keizo Matsui, Carmen Parra, Mario Marín del Campo, Vicente Rojo, Jorge Salcido, Robert Smith, Juan Soriano, Francisco Toledo, Roberto Turnbull, Bill Vincent y Adrián White, entre otros. Con esto se coloca a la talavera poblana en un nivel de relevancia mundial, mediante la participación de creadores contemporáneos cuya contribución le aporta un nuevo camino o proyección, además de colaborar en la preservación de esta artesanía, convertida sin duda en una manifestación plena de arte.
Historia
Tuvo su origen en la segunda mitad del siglo XVI, cuando se establecieron algunos alfares (talleres de alfareros) en la majestuosa ciudad de Puebla. El maestro Gaspar de Encinas instaló una locería hacia 1580-1585 en la antigua calle de los Herreros, donde fabricaba loza blanca y azulejo, que mucho tiempo después se le conocería como loza de talavera, pues imitaba aquella producida en la población de Talavera de la Reyna, provincia de Toledo, España.
A lo largo del virreinato se fabricaron en esta técnica jarrones, floreros, lebrillos, platones, tibores, ollas, bandejas, jarras, figuras religiosas… todos estos objetos tuvieron gran demanda no sólo por su aspecto artístico sino también utilitario, y alcanzaron tres niveles de calidad: loza fina (llevó hasta cinco matices vidriados además del esmalte blanco), loza ordinaria y loza amarilla. El decorado se basaba en motivos florales, de plumas, personajes, animales y paisajes, de influencia morisca, italiana, china o gótica.
Por su parte, el azulejo comenzó siendo un elemento simple de protección y terminó como un factor clave decorativo, que hoy podemos apreciar en numerosas obras arquitectónicas tanto religiosas como civiles, las fachadas del templo de San Francisco Acatepec (Puebla) y de la Casa de Azulejos (ciudad de México) son sólo dos ejemplos espectaculares dignos de admiración.
En el siglo XIX gran parte de las fábricas loceras poblanas suspendieron sus labores, y algunos alfareros con cierta preparación mantenían con dificultad sus talleres. En las primeras décadas del pasado siglo XX se intentó crear nuevos estilos basados en la interpretación de elementos antiguos, como el dibujo de códices y copias de estampas diversas, elementos modernistas que no tuvieron éxito.