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Ciudad de Guanajuato. La imagen de la prosperidad

Guanajuato
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La ciudad de Guanajuato (Cuanaxhuato, "lugar cerril de ranas" en purépecha, nombre que ya anuncia su antigüedad y topografía) pertenece a un singular grupo de ciudades mexicanas -entre las que deben contarse Taxco y Zacatecas- cuya razón de ser implicaba un desafío a las ordenanzas coloniales: no era posible elegir un sitio plano para establecerlas porque crecían alrededor de un yacimiento de metales preciosos, que suelen encontrarse en zonas cerriles, y nadie podía saber cuánto duraría la bonanza.

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Muchas son las ciudades mexicanas cuya edad debe medirse en siglos; algunas ya existían antes de la llegada de los españoles, y todas experimentaron durante el periodo colonial grandes cambios. La mayoría adoptó entonces una fisonomía con muy pocas variantes, nacida de disposiciones administrativas que exigían calles rectilíneas, anchas, con predios grandes de iguales dimensiones -lo que producía casas de apariencia similar- y también que una de las manzanas centrales se dejara vacía: allí quedaría la plaza, en cuyo perímetro estarían siempre la iglesia, los edificios gubernamentales, las tiendas y las principales residencias.

Era preciso establecer estas ciudades de geometría forzosa en terrenos planos, y no es extraño que a veces, viendo una antigua fotografía, no sepamos a qué población corresponde.

Por contraste, la ciudad de Guanajuato (Cuanaxhuato, «lugar cerril de ranas» en purépecha, nombre que ya anuncia su antigüedad y topografía) pertenece a un singular grupo de ciudades mexicanas -entre las que deben contarse Taxco y Zacatecas- cuya razón de ser implicaba un desafío a las ordenanzas coloniales: no era posible elegir un sitio plano para establecerlas porque crecían alrededor de un yacimiento de metales preciosos, que suelen encontrarse en zonas cerriles, y nadie podía saber cuánto duraría la bonanza.

Algunas ciudades se convertían en pueblos fantasmas al poco tiempo, al agotarse una veta, así que crecían al amparo de la suerte, sobre una topografía poco propicia, de manera desordenada (para desesperación de la burocracia colonial), con calles torciadas, angostas, en terrenos inclinados, a veces pequeños e irregulares; las plazas no podían aspirar siempre a ser grandes o de perímetro rectangular, y más bien recibían ese nombre los lugares donde coincidían distintas calles, un poco planos, propicios para instalar el mercado al aire libre y el paradero de las diligencias o para congregar a la gente que acudía a la iglesia.

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Buen ejemplo de estas plazas es la de La Paz, en Guanajuato: irregular, pintoresca y original, ya desde el siglo XIX se le identifica en grabados y litografías como la imagen más característica de la ciudad.

Guanajuato comenzó a poblarse como sitio minero en la década de 1550, pero sólo en los siglos XVII y XVIII alcanzó una prosperidad suficiente como para levantar edificios de valor arquitectónico: templos como el de San Diego (1694) y la Parroquia (1696), o los santuarios de Cata (desde 1725) y Guadalupe (1733); los jesuitas fundaron la Compañía (1765) y al final del periodo colonial se edificaron el templo de La Valenciana y la Alhóndiga de Granaditas, escenario en septiembre de 1810 de uno de los episodios más importantes de los inicios de la Guerra de Independencia, que hoy se recuerda en los murales del mismo edificio, pintados por José Chávez Morado.

Las residencias supieron adaptarse ya desde la época colonial a la difícil topografía -puede verse un ejemplo en el Museo de Diego Rivera, la casa donde nació el notable pintor- y se hicieron entonces algunas obras de ingeniería, como las presas de La Olla y de Los Santos, en Marfil. Lograda la Independencia surgieron nuevos edificios públicos y se renovó el aspecto de Guanajuato con modernas residencias de estilo académico, como en la zona de La Olla, o bien modificando las fachadas de las viejas casas del centro de la ciudad.

A la vuelta de los siglos XIX-XX se levantaron importantes edificios, como el Palacio de Gobierno y el Teatro Juárez, notable obra clásica ubicada frente al pequeño, triangular y muy grato Jardín de la Unión, así como el Mercado Hidalgo, de moderna estructura de hierro y fachada monumental.

El teatro y el mercado fueron concluidos por Antonio Rivas Mercado, autor del Monumento a la Independencia de la ciudad de México. A mediados del siglo XX se levantó el enorme edificio de la Universidad, en estilo neocolonial, con una imponente escalinata exterior. Son muy pintorescas las plazas irregulares del Braratillo, de Mexiamora y del Ropero.

Guanajuato se extiende literalmente sobre el río del mismo nombre, porque ya en la época colonial se construyeron arriba de su cauce casas y puentes que lo cubrían en gran parte de su trayecto.

En las décadas de 1950 y 1960 se entubó el río, convirtiendo su recorrido en una espectacular calle subterránea que añadió a Guanajuato un gran atractivo visual, y resolviendo de paso una parte del problema de tráfico que padecía.

Posteriormente se han abierto nuevos túneles en el subsuelo de la ciudad, que permiten a los vehículos de motor atravesarla en diversas direcciones sin afectar en exceso el tranquilo movimiento de las antiguas calles.

Gracias a su accidentada configuración Guanajuato resulta una ciudad con muy cambiantes perspectivas, ya sea que se recorra a pie o en automóvil, y este atractivo es parte de su encanto singular, que comparte con muy pocas poblaciones coloniales mexicanas: de pronto puede verse la ciudad desde la calle subterránea, colgando sobre nuestras cabezas, o bajo nuestros pies, desde la carretera escénica, en particular desde el monumento a El Pípila, mirador por excelencia de Guanajuato.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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