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Divas mexicanas que pasaron desapercibidas

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Si bien hay divas mexicanas que se han vuelto símbolo de identidad nacional, hubo algunas que brillaron en su época pero no transcendieron en el tiempo. Aquí un homenaje a 4 divas mexicanas poco célebres.

Desinhibidas, y sumamente divertidas, las divas mexicanas fueron la delicia de nuestros bisabuelos que —pícaros— también se solazaron “analizando” las sexi-postalitas que hoy atesora la Compañía Industrial Fotográfica y la Mediateca del INAH.

María Herminia Pérez de León

María Herminia Pérez de León, mejor conocida como Mimí Derba, fue la primera mexicana que dirigió una película (La Tigresa, 1917). Además de tiple y actriz de cine, Mimí fue guionista.

Con el camarógrafo Enrique Rosas y la ayuda económica del general Pablo González, Mimí fundó Azteca Films (1917), la primera empresa cinematográfica totalmente mexicana.

En teatro, actuó en las compañías de María Conesa y Esperanza Iris. En cine, trabajó a las órdenes de Fernando de Fuentes y Emilio «el Indio» Fernández. Interpretó personajes de mujer madura en ¡Ay amor… cómo me has puesto! (Solares, 1951) y Dos tipos de cuidado (Rodríguez, 1953), entre otras cintas.

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Mimí Derba falleció en 1953 a los 60 años de edad.

Celia Montalván

En algún punto álgido de su carrera, la actriz Celia Montalván debió preguntarse: «¿para esto estudié tanto teatro?», se refería a esas postales de gran circulación donde las chicas portaban escaso atuendo.

Pero es que Celia era bonita, y gracia tenía de sobra y solo tenía 20 años… Y para entonces ya medio mundo la conocía por su «Ay, Ay, Ay, Ay, mi querido Capitán» de la obra Jardín de Obregón que puso en escena María Conesa.

Claro que sus expectativas intelectuales se vieron colmadas cuando en 1935 (a los 36 años) fue llamada por Jean Renoir para interpretar a Josefa en la película Toni.

A los 60 años, Celia se despidió del mundo, sin alcanzar a leer la biografía donde cariñosamente Carlos Monsiváis la calificó de «voluptuosa e impudente».

María Tereza Montoya

Si pensamos que ser actriz solo consiste en lanzar gorgoritos y mostrar un apetecible cuerpecito, desengañémonos al ver a una jovencísima María Tereza Montoya que a los 8 años quedó huérfana de padre y debió mantener a su madre y a su hermano.

Cierto, María Tereza (así con «z») nació en un medio farandulesco (su padre fue actor y fue prima de Joaquín Pardavé), pero andar de gira artística por todo el país a los 12 años es hablar de un sentido de la obligación laboral y de una vocación artística excepcionales.

Recordemos algunos datos de Montoya. En 1917, a los 17 años, fundó su primera compañía de teatro gracias a la ayuda económica del general Pablo González Garza.

En 1919 participó en la película El automóvil gris y confirmó que —definitivamente— lo suyo era el teatro.

En 1934, al lado de Cantinflas, Jorge Negrete y los hermanos Soler, fundó la ANDA (Asociación Nacional de Actores).

Ese mismo año (1934), «La Montoya» inauguró —por encargo presidencial— el Palacio de Bellas Artes.

Porque dobló de risa a varias generaciones y logró hacerlos llorar a mares, hoy llevan el nombre de «María Tereza Montoya» múltiples medallas, diplomas y teatros.

Lupe Rivas Cacho

Primera actriz del teatro Lírico, Lupe Rivas Cacho introdujo la sátira política en el teatro de revista.

Fue amiga de Diego Rivera quien la retrató en su primer mural (1922) y, claro, Rivera terminó enamorándose de la politizada actriz.

Con Diego, José Clemente Orozco y Lombardo Toledano constituyó ese mismo 1922 el Grupo Solidario del Movimiento Obrero.

A partir de 1940, Lupe deja de lado su vis cómica y el teatro de revista para dedicarse de lleno al cine.

Lupe Rivas Cacho falleció a los 75 años, y en 1985 Enrique Alonso «Cachirulo» le rinde homenaje a Rivas Cacho y al teatro de revista en la vertiente de sátira política.

En las obras Dos tandas por un boleto (1985) y La alegría de las Tandas (1988), Blanca Guerra y Martha Ofelia Galindo, dirigidas por «Cachirulo», reviven el espíritu jocoso que caracterizó a la mejor Lupe Rivas Cacho.

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