La presión por vestir bien desató una rapiña de ropa en Guadalajara
Fue una época en que la cientos eran dejados totalmente al desnudo en la calles por los pillos dedicados a la rapiña de ropa
En la Guadalajara de mil ochocientos sesenta y tantos, mucha gente del pueblo se organizó en bandas para apropiarse de prendas de vestir mediante el robo a casas, negocios de pueblo, almacenes y transeúntes. Se trataban de los primeros ladrones de la moda de los que se tenga registro en la historia de México.
Podríamos decir que la aparición de estos pillos del vestir, quienes como dijimos actuaban en grupo, pero también en lo individual, surgió porque en aquella época chocaron en el mismo punto tres desafortunados factores: la pobreza generalizada, los bajos o inexistentes salarios, el alto costo de las telas y la necesidad del pópulo de vestir lo mejor posible ante la apabullante ola de la moda francesa fomentada por el porfiriato.
De esta formaba era la rapiña de ropa en Guadalajara
El periódico tapatío La Prensa revelaba en una de sus ediciones de 1867 que una mañana de domingo un “desgraciado” que caminaba por la calle de San Jorge cargando un tambache de rebozos, además de un canasto con víveres, fue asaltado por unos cacos que llevaron las prendas de vestir que cargaba así como las que portaba en su cuerpo, dejándole que se quedara solo con la comida y el dinero.
Ese mismo día, reportaba el medio de comunicación en cuestión, otro ratero dejó a una mujer sin su chal a fuera de la tienda de La Colmena.
Tan solo en agosto de ese año otros periódicos de Jalisco, como Juan Panadero, reportaron varios robos de telas y prendas de vestir en sastrerías, casas de empeño, zapaterías, diligencias y a paseantes que quedaban incluso sin calzón para tapar sus partes nobles. Los robos de ropa se agravaron a medida que transcurrían los años del porfiriato. Por eso los reporteros pusieron de moda términos como “quedaron desnudos” o “como Dios los trajo al mundo”.
La policía publicaba listados de ropa recuperada
Otra publicación llamada El Imperio publicó por 1864 un largo listado de ropas como pantalones, batas, tápalos, rebozos, túnicos (vestidos de mujer), sarapes, corbatas, vestidos infantiles, recuperados por la policía tras la detención de unos malandrines en Guadalajara, ello con la esperanza de los dueños de los objetos fueran a reclamarlos.
Existe evidencia fotográfica de la ruinosa forma en que vestían la mayoría de los integrantes de las clases populares en Guadalajara. Tal es el caso de una ficha policiaca por la detención de Pedro Villalobos y Petronilo Villegas, el primero acusado de homicidio y el segundo por robo, a quienes se les observa vestidos de una manta por camisa y al otro de una camisa desgarrada que deja a la vista casi todo su cuerpo.
Ellos bien representan a la forma en que vestía el lépero común, pero a los que le seguían en la escala de pobreza, es decir a la clase pobre trabajadora, apenas les iba un poco mejor en el vestir, pues a duras penas alcanzaban a hacerse de una camisa amplia y un calzón, ambos de manta, se le consideraba a ese “el uniforme del pueblo”, en definitiva vestirse por aquellos años salía caro.
Mientras, a las mujeres pobres, quizá con mayor presión social por no vestir mal por aquella época, hacían el esfuerzo por comprar rebozos desgastados y enaguas abultadas como dictaba la moda impuesta por las clases más favorecidas. La siguiente imagen muestra a dos mujeres de distinta condición económico-social en Guadalajara portando la tendencia en el vestir de entonces.
Juan Panadero publicaba en sus páginas las “ofertas” en telas para confeccionar ropa, como su “manta de Miraflores” a un precio de real y tlaco y a real y cuartilla de vara, algo inalcanzable porque mucha gente no recibía ni un real de salario, lo que empeoró cuando al aproximarse el fin de siglo vino una subida de precios.
Los robos de ropa en Guadalajara fueron a menos a medida de que iba concluyendo el porfiriato, según anota la investigadora Beatriz Bastarrica Mora.
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