Los bordados indígenas que se niegan a morir
En el Valle del Mezquital hay un grupo de mujeres indígenas hñahñu que ha guardado el oficio de los bordados indígenas. Marko Cabañas las entrevistó y nos cuenta su historia.
Fui a San Antonio Sabanillas, comunidad indígena hñahñu, ubicada el municipio de El Cardonal, en la región conocida como el Valle del Mezquital, en Hidalgo; a esa zona conocida por su clima seco y árido. Ahí conocí a seis mujeres, que organizadas y casi escondidas de su comunidad, han trabajado por más de 15 años, para mantener viva la tradición de los bordados indígenas, cuyos diseños, responden a un patrón heredado de generación en generación y que tienen que ver con su cosmovisión, la flora y la fauna del lugar.
Las guardianas de los bordados indígenas
Belem Jiménez Ambrosio, fundadora del Taller-Escuela Ja´ti Hhañhu, que en español significa bordado otomí o color otomí, nos platica de la labor que junto con su madre, Concepción Guillerma Ambrosio Muthé, sus hermanas, Karina, Rocío y la pequeña Brisa Camila Tejamanil Jiménez, que realizan desde una década y media.
Su trabajo refinado, ha sido utilizado no sólo para sus propias creaciones, ya que también les ha permitido colaborar con marcas de camisas finas, de diseñador, en cuyas piezas sus obras han tenido un valor agregado y apreciado.
Doña Concepción Guillerma y su sabiduría
Aquí, la labor es a la antigüita, con técnicas más costosas, difíciles y poco valoradas. Doña Concepción Guillerma, a sus 65 años de edad, mermada de la vista pero apoyada con sus anteojos, continúa firme, bordando con sus manos, verdaderas obras de arte.
Ella, aprendió la labor de unas maestras, desde niña, a los 12 años, lo hizo por necesidad para apoyarse económicamente, sus hijas, continuaron con la tradición, pero más como un oficio para ayudar al sostén del hogar, inconscientes, que su labor es sin duda una enorme aportación cultural e histórica.
Es un trabajo que requiere concentración, porque cada puntada que da la aguja es un punto, que tiene que ser exacto para que la obra salga a la perfección:
«aquí no hay que estar tristes o distraídas, porque entonces no se podría trabajar».
Brisa Camila, la más joven
Brisa Camila, tiene 10 años, pero en sus manos, seguramente sin saberlo, carga con la responsabilidad de continuar con la tradición y nos cuenta, lo importante que para ella es aprender y difundir estas técnicas.
Nos explica, que desde los cinco años, aprendió mirando el trabajo que su mamá realizaba, posteriormente sus tías y hoy, en sus tiempos libres, porque primero estudia, aprovecha para adentrarse a estos bordados, que son parte de la historia de sus antepasados.
A pesar de su corta edad, exhorta a los jóvenes y niños, a aprovechar la oportunidad de conocer y aprender, esto que es parte de su historia, porque de no hacerlo, se corre el riesgo que esta tradición desaparezca.
“Aprovechen esta oportunidad, para que puedan aprender, porque esto podría desaparecer. Me siento muy feliz de tener una familia artesana, porque para mí esto es como los años de atrás, nuestro pasado” (sic).