Los neoleoneses, pioneros del vidrio industrial
La producción de vidrio ha cautivado al hombre desde tiempos inmemoriales.
La producción de vidrio ha cautivado al hombre desde tiempos inmemoriales. En su constante desafío a la naturaleza la civilizaciones del mundo antiguo convirtieron lo que tal vez fue un accidente, en un ejercicio creativo y cotidiano que evolucionó hasta lograr la fabricación de objetos que semejaban el cristal natural. La experimentación perseverante y la necesidad de contar con instrumentos para el manejo de la masa de vidrio fundido propiciaron el surgimiento del vidrio soplado. Este descubrimiento favoreció la aparición de recipientes para diversos usos, e introdujo cambios significativos en los modos de vida, los gustos y las costumbres.
Con el tiempo las botellas de vidrio soplado fueron adquiriendo distintas formas y, desde luego, cada una de ellas era pieza única; su uso se limitaba a reducidos sectores de la sociedad. Habrían de transcurrir muchos años para que el vidrio soplado llegara hasta las tabernas convertido en botellas para servir el vino; y más tarde, en forma de frascos, resultó indispensable para guardar polvos y líquidos prodigiosos. Los grandes balones de vidrio resolvieron el manejo de compuestos químicos, y de manera gradual, aquí y allá, el vidrio soplado fue abriéndose paso, sustituyendo a otros envases. Al mismo tiempo que crecía la demanda, el hombre se las ingenió para crear dispositivos cada vez más complica- dos que le permitieran poner en práctica, aun cuando fuera de manera incipiente, la producción en serie.
La producción de vidrio ha cautivado al hombre desde tiempos inmemoriales. En su constante desafío a la naturaleza la civilizaciones del mundo antiguo convirtieron lo que tal vez fue un accidente, en un ejercicio creativo y cotidiano que evolucionó hasta lograr la fabricación de objetos que semejaban el cristal natural. La experimentación perseverante y la necesidad de contar con instrumentos para el manejo de la masa de vidrio fundido propiciaron el surgimiento del vidrio soplado.
Este descubrimiento favoreció la aparición de recipientes para diversos usos, e introdujo cambios significativos en los modos de vida, los gustos y las costumbres. Con el tiempo las botellas de vidrio soplado fueron adquiriendo distintas formas y, desde luego, cada una de ellas era pieza única; su uso se limitaba a reducidos sectores de la sociedad. Habrían de transcurrir muchos años para que el vidrio soplado llegara hasta las tabernas convertido en botellas para servir el vino; y más tarde, en forma de frascos, resultó indispensable para guardar polvos y líquidos prodigiosos. Los grandes balones de vidrio resolvieron el manejo de compuestos químicos, y de manera gradual, aquí y allá, el vidrio soplado fue abriéndose paso, sustituyendo a otros envases. Al mismo tiempo que crecía la demanda, el hombre se las ingenió para crear dispositivos cada vez más complica- dos que le permitieran poner en práctica, aun cuando fuera de manera incipiente, la producción en serie.
Posteriormente, la revolución industrial aceleró la concentración de población en las grandes ciudades, lo que provocó un cambio en los patrones de vida, pero sobre todo en las formas de obtención y con- sumo de alimentos y bebidas. La masificación del consumo obliga a resolver los problemas relacionados con la conservación de alimentos envasados, y es así que se dan las condiciones para embotellar vino, cerveza, leche, etcétera. A lo anterior se agregan los avances tecnológicos, como la utilización de tapas herméticas y de equipos de llenado en serie. Todos estos factores concurrieron para crear las condiciones del desarrollo de la producción de envases a nivel industrial. Con estos antecedentes como marco general podemos explicar el surgimiento de Vidriera Monterrey, que abre sus puertas en 1909 y empieza a producir en el país envases para la industria cervecera de la región, que hasta ese momento importaba las botellas que requería.
Por primera vez tiene lugar en México la experimentación de procesos industriales en la rama del vidrio con la introducción de las primeras máquinas semiautomáticas y la construcción de hornos con características especiales para lograr recipientes de mayor calidad y resistencia. Con la incorporación de equipos cada vez más modernos y el esfuerzo de los neoleoneses, la industria pionera en este campo fue elevando su producción hasta alcanzar cifras que hoy resultan increíbles. Un recorrido por las instalaciones donde se elaboran botellas destinadas a contener diversos productos nos permite ver en funcionamiento un complejo industrial en el que la gota de vidrio se desprende en fracción continua y alimenta un gran número de moldes, donde soplo a soplo las cabezas de la máquina hacen aparecer las botellas bajo la mirada atenta y experta de obreros y técnicos que cuidan la operación, y que una vez ordenadas entran al horno de temple; según sea su destino, recibirán después el impreso en serigrafía o en etiquetas adheribles al fuego.
La temperatura ambiente y el ruido transportan nuestros sentidos hasta que visualizamos la vieja imagen de los sopladores de caña, cuando la habilidad del artesano era determinante. La producción podría ser de 50, 100, o hasta 150 y 200 frascos diarios, dependiendo del número de artesanos; con la aparición de las primeras máquinas semiautomáticas estamos hablando de 10 o 15 mil botellas por equipo diarias; con el desarrollo de la industria a gran escala y la operación automatizada y continua se producen 3.5 millones de envases al día, gracias a una cadena perfectamente organizada desde la casa de mezclas hasta las empacadoras y los almacenes de distribución.
Esta última imagen, en la que el abanico de botellas se enfría gradualmente antes de entrar al horno de temple, contrasta con lo que acabamos de ver en el Museo del Vidrio que se encuentra en el complejo industrial de Vidriera Monterrey. En donde se ubican ahora las instalaciones del museo estuvieron las oficinas de la primera fábrica dedicada a la producción industrial de vidrio en nuestro país, y que calentó sus hornos cargados de sílice, feldespato y bario por primera vez en 1909, cuando su fundador Roberto G. Sada decidió surtir de botellas a la cervecera, que ya tenía una producción importante en esa misma época. El museo reúne una notable colección que además de bella es una interesante y didáctica muestra de los orígenes de la producción de vidrio en el mundo (Mesopotamia, Egipto, Siria y Turquía, entre otros), y de sus antecedentes en México. A la colección se integran objetos que hicieron el viaje de Europa a las Indias occidentales. Llama la atención además, el vidrio mexicano, la enorme tradición de sus vidrieros y, desde luego, la singularidad de sus diseños. Aquí, expresado en vidrio, se encuentra el arte popular mexicano.
Fuente: Tips de Aeroméxico No. 2 Nuevo León / invierno 1996-1997