Los panes mortales de 1967: suceso que fulminó a 17 personas en México
Tras su desayuno, cientos de infantes y adultos empezaron a sentirse mal abarrotando los hospitales. Descubrieron los culpables eran los panes, ¿pero por qué?
Desde las ocho de la mañana decenas de infantes con dolor abdominal, diarrea, vómitos imparables y cefaleas tormentosas empezaron a llenar todos los hospitales que en 1967 había en Tijuana.
Los primeros en lanzar la alerta de esta contingencia sanitaria fueron los médicos del Hospital Civil y la Cruz Roja, quienes solicitaron a las autoridades que dieran cuanto antes con el foco de infección, cualquier que fuera, para evitar una muerte masiva de personas.
Una menor de siete años, la primera en fallecer
Pero cuando los funcionarios públicos apenas estaban cayendo en cuenta de la dimensión de lo que estaba ocurriendo vino la primera muerte, la de una niña de siete años de nombre Silvia, luego murió Eduardo de 10, María de Jesús de nueve y más tarde Jovita de ocho. Así, antes del mediodía, sumaron 17 niños fallecidos.
Infantes, adolescentes y adultos seguían llegando sin parar a las clínicas públicas y privadas tijuanenses en busca de salvar la vida, ante el desconcierto de las autoridades que, tras entrevistas exprés a los familiares de los niños muertos, encontraron que todos tenían en común haber desayunado pan con leche.
Prohiben la venta de leche y pan en Tijuana
Con este primer indicio las autoridades dieron la orden de suspender la venta del lácteo en cualquier establecimiento de Tijuana, mandaron a cerrar todas las panaderías de la región y suspendieron las clases.
Enviaron al Departamento de Agricultura de Sacramento y a la Secretaría de Salud en Ciudad de México muestras tomadas de los pacientes fallecidos y enfermos, así como una cantidad impresionante de pan y leche. Para ese momento toda la población de Tijuana ya había entrado en pánico.
Parathion, potente insecticida detrás de las muertes
A las pocas horas los resultados estaban listos. Encontraron que el pan que consumieron los 17 niños muertos, así como las más de 150 personas intoxicadas, se habían fabricado con harina y azúcar contaminadas con Parathion, un potente insecticida que años después sería prohibido.
Descubrieron que todo el pan contaminado venía de una panificadora clandestina ubicada en el patio trasero de una casa de la colonia Libertad, misma que producía 3 mil 500 piezas diarias que distribuía por todo Tijuana. Al ser interrogado, el propietario reportó que días antes sus trabajadores presentaron dolores de cabeza y vómitos durante el desempeño de su trabajo.
Harina y azúcar venían de Hermosillo y Sinaloa
También reveló que los 300 costales de harina y azúcar las había adquirido en el Molino Harinero San Luis, ubicado en el centro de Tijuana, establecimiento que compraba dichos enseres en Hermosillo y Sinaloa.
La dueña del expendió fue aprehendida, pero soltada al poco tiempo porque demostró que los costales no los contaminó ella, sino los encargados de transportarlos, quienes durante el trayecto los habrían rociado con el mortal insecticida para evitar plagas.
Quien sí fue encarcelado, aunque solo unos días, fue el panadero, pero no por las muertes de los 17 niños y los incontables enfermos, sino por tener una panificadora clandestina.