Manantlán, Jalisco: lugar de los manantiales y del maíz primitivo
A escasos 50 km del Océano Pacífico, en el centro-oeste mexicano, se ubica la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, que ocupa una amplia superficie del extremo sur de la Sierra Madre Occidental. Forma parte de la zona montañosa del sureste de Jalisco, en los municipios de Tolimán, Tuxcacuesco, Cuautitlán, Autlán y Casimiro Castillo, […]
A escasos 50 km del Océano Pacífico, en el centro-oeste mexicano, se ubica la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, que ocupa una amplia superficie del extremo sur de la Sierra Madre Occidental.
Forma parte de la zona montañosa del sureste de Jalisco, en los municipios de Tolimán, Tuxcacuesco, Cuautitlán, Autlán y Casimiro Castillo, y de los de Comala y Minatitlán en el vecino estado de Colima.
El interés por esta región deriva de la existencia de un maíz primitivo descubierto a mediados de la década pasada, de posteriores investigaciones que mostraron la existencia de más de 2 000 especies vegetales (de las cuales 10% son endemismos locales) y de la presencia de importantes grupos faunísticos amenazados de extinción; por ello en marzo de 1987 fue declarada área protegida, y un año después se incorporó a la red internacional de reservas de la biosfera de la UNESCO.
Manantlán: palabra de origen náhuatl (amanalli= lloradero de agua o manantial) es el nombre que recibe esta serranía que abasteció de agua a los antiguos pobladores asentados en sus inmediaciones y que hoy todavía favorece la agricultura intensiva, la ganadería y la industria regional.
Dentro de la reserva, las comunidades son aisladas, están casi incomunicadas y carecen de los servicios básicos, pero no obstante poseen alrededor de 70% de la superficie protegida, y como el decreto no afecta la tenencia de la tierra, todas las acciones que llevan a cabo se hacen mediante concertación social, para solucionar problemas y acordar resoluciones benéficas para sus pobladores.
ECOSISTEMAS: VEGETACIÓN Y FAUNA
Dos provincias bióticas del hemisferio norte, la neotropical y la néartica, tienen frontera natural en esta región que en su mayor parte es de origen volcánico, salvo el extremo sureste que está formado por un sustrato calcáreo que da lugar a sistemas de cavernas, pozos y resumideros profundos.
En esta sierra de abruptas y amplias altitudes que van desde los 400 m hasta casi los 3 000 m snm, se desarrollan comunidades vegetales bien diferenciadas entre sí, como son la selva tropical caducifolia y subcaducifolia en las tierras menos altas; los bosques deciduos de robles y encinos en las altitudes medias y como consecuencia de la humedad y las neblinas muy frecuentes, y los bosques de encino, pino-encino y pino-oyamel en su porción superior.
Cada zona de la reserva tiene características propias; en algunas abundan los matorrales y las coníferas, y en otras la selva siempre verde; no obstante, es el diversificado bosque mesófilo de montaña el mejor representado con su rica mezcla de flora caducifolia del norte templado y de las cálidas selvas tropicales, con troncos cubiertos por helechos, bromelias, orquídeas, cactáceas y líquenes.
En cada ecosistema, la dinámica vegetal es intensa y hasta los claros abiertos por actividades humanas o cuando un gran árbol cae, causan perturbaciones que a su vez permiten pasar la luz y el crecimiento de plantas jóvenes en el dosel inferior.
Hay también sitios con vegetación secundaria en los predios desmontados para potreros o cultivos temporales, donde predominan herbáceas, enredaderas y arbustos como derivación de los procesos de sucesión. Sin embargo, dado que esta riqueza vegetal ha sido explotada desde hace medio siglo, se ha perturbado la estructura y el potencial de regeneración de la zona.
En este conjunto montañoso del occidente de Jalisco se han registrado más de 2 000 especies vegetales, de las cuales unas 20 son endémicas. Entre todas ellas, destaca la especie silvestre del primitivo maíz teocintle diploide perenne (Zea diploperennis), que únicamente se ha encontrado aquí en Manantlán.
Por otro lado, la fauna también es muy rica y los inventarios preliminares incluyen 330 especies de aves como el pájaro carpintero, el jilguero, el cuervo, la chachalaca, el colibrí, el águila real y el cojolite, alrededor de 200 especies de mamíferos como el tlacuache, el tejón, la zorra, el jabalí, el venado y la nutria, y grandes felinos amenazados como el jaguar, el puma, el lince rojo, el yaguarundi, y el ocelote amén de 50 especies de reptiles, peces y anfibios.
UN CENTRO DE INVESTIGACIONES EN EL CORAZÓN DE LA RESERVA
En una superficie de 1 245 ha del centro-oeste de la reserva, se ubica la Estación Científica Las Joyas, establecida en 1985 por la Universidad de Guadalajara y dirigida por el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, cuya sede está en el pueblo de El Grullo, que funciona como base de los investigadores y administrativos.
La creación de la reserva y posteriormente de este instituto se debe al descubrimiento, a mediados de la década pasada, de poblaciones naturales de “milpillas”, formadas por el maíz teocintle silvestre (Zea diploperenis), que como ya dijimos, es una especie única, endémica de estas montañas y la que ha motivado que la investigación botánica sea el objetivo principal de esta institución.
En la actualidad, esta especie ha sido rescatada de su posible extinción y es motivo de estudios genéticos que, con el tiempo, permitirán fortalecer los granos mejorados ampliamente usados en los monocultivos de maíz del mundo.
Para llegar hasta las instalaciones de Las Joyas, el camino más accesible empieza en la población de Ahuacapan, ubicada a escasos 10 km de Autlán de Navarro. Desde aquí deben recorrerse unos 20 km de empinada terracería durante más de dos horas, y para ello es necesario emplear un vehículo alto o de doble tracción.
La citada estación cuenta con laboratorios, habitaciones para visitantes y personal de apoyo para el trabajo de campo de los investigadores, así como para facilitar la estancia de los visitantes esporádicos que aprovechan el programa de ecoturismo instrumentado para quienes deseen conocer la zona, hoy acondicionada con varios senderos que enlazan bellos paisajes y poseen vegetación representativa de la reserva.
VIAJE AL EXTREMO OESTE DE MANANTLÁN
En la lejanía, hacia el este, se observan las oscuras montañas que forman la sierra de Manantlán. Estamos casi en los límites de los municipios de Autlán de Navarro y Casimiro Castillo, a escasos 25 km del emplazamiento de Las Joyas. En este punto, la carretera federal Guadalajara-Barra de Navidad, pasa cerca de dos sitios denominados Los Mazos y La Calera que forman parte del extremo oeste de la reserva.
Para llegar a Los Mazos hay una sinuosa carretera que nos lleva en constante ascenso, y una vez allí empieza un camino de terracería hacia el este que fue construido para comunicar la parte superior del cerro llamado Wisilacate, en el cual están emplazadas una antena de microondas y la estación destinada al guardia forestal.
El trayecto, de unos 8 km, tiene interminables curvas que en época de seca nos llevan por un ambiente de opacos tonos cafés y verdes, pero a medida que se avanza se notan paulatinos cambios de vegetación. Al inicio son matorrales secos salpicados por aislados órganos de intenso verde en los inclinados cerros; pronto aparece una mezcla de árboles medianos y altos que va cediendo paso, poco a poco, a los encinos (Quercussp), que en esta época ofrecen un aspecto quemado y rojizo en las hojas superiores.
El curso seco de un arroyo atraviesa el camino cerca de Llanitos; ahí los encinos son bajos, espaciados y casi sin herbáceas en el estrato inferior. Más adelante, casi a medio recorrido, los árboles se vuelven más nutridos y más altos, y el suelo está cubierto por una capa espesa de hojas secas. Poco antes. de llegar a la cima está Barranca del Muerto, zona de transición y empinadas laderas donde los grandes encinos de retorcidos troncos están repletos de orquídeas y bromelias. En la cúspide, la mezcla vegetal aumenta notablemente, siendo más abundante en las cañadas pues en ellas todos los estratos están ocupados por hierbas, arbustos, lianas y frondosos árboles.
Este trayecto es cansado y requiere más de una hora de caminar constante, acompañado únicamente por el solitario arrullo de las palomas y el agudo canto de los jilgueros ocultos entre el follaje, la presencia de la fugaz silueta de una zorra o alguna ardilla que se aleja presurosa entre los árboles. En gran parte del recorrido, el estiércol denota la presencia de ganado vacuno, y en la parte alta del cerro nosotros nos topamos con una vaca semisalvaje que corrió ruidosamente entre la nutrida vegetación de capulín, carricillo lechoso, nogal, bambú nudoso, chacáh, encino, higuera, camichin y zalate.
Después de pasar las antenas de la estación de microondas, llegamos a un predio cubierto por hierbas y zacates, producto de un potrero ahora descuidado, donde nos encontramos un solitario vaquero procedente de un rancho aledaño al poblado de Ahuacapan, que había viajado en su mula durante dos horas por estrechas veredas para llegar hasta este lugar, hacer una inspección general y darle sal a sus ariscas vacas; venía provisto de un enorme y retorcido cuerno que empleaba para llamar al ganado, pero, según nos dijo, no es sino hasta mediados de ano cuando reúne todos los animales dispersos para hacer un conteo total y bajar algunas cabezas para el mercado.
El cerro Wisilacate está rodeado por otros cerros y sitios como La Mona, Barranca del Tigre, Corralitos, La Calera y, a un costado, el pueblo de Ahuacapan; desde su cima se disfruta de un amplio panorama y por el oeste, hacia el Océano Pacífico, se ven extensas planicies con campos cultivados que ofrecen diferentes tonalidades y están, rodeadas por caseríos y poblados.
Cerca de la base de la sierra puede verse la cinta asfáltica donde termina la reserva, en el lugar denominado La Calera junto a un arroyo seco, a lo largo del cual hay árboles de capomo, linolue, cobano y cabezo. Bajar por este lado resulta muy difícil por lo empinado del terreno, la falta de senderos y la imposibilidad de avanzar entre la enmarañada vegetación.
El único indicio de actividad humana sólo se aprecia a pocos cientos de metros a partir del extremo superior, y éste es la presencia de huecos hechos en el suelo, que aunque semejan el trabajo de tuzas o armadillos, no son otra cosa que hoyos dejados por personas que a veces vienen a sacar camotes silvestres de gran demanda en los mercados cercanos.
Más abajo, las peñas son intransitables por su altitud y pendiente casi vertical, además de estar semicubiertas por gran diversidad de bejucos, cactáceas, árboles y arbustos espinosos.
Esto es solamente una muestra de los múltiples aspectos de este “lugar de manantiales”, donde la investigación científica que ahora empieza, en un futuro cercano permitirá conocer mejor las especies endémicas de esta porción de la Sierra Madre Occidental en la cual todavía subsiste el maíz primitivo que tal vez utilizaron nuestros ancestros hace más de 5 000 años; tribus seminómadas, que perfeccionaron su cultivo, para que más tarde fuera la base fundamental de las grandes culturas mexicanas.
SI VAS A MANANTLÁN
Toma la autopista número 110 de Guadalajara a Manzanillo y en Autlán de Juárez toma la carretera número 80 que va hacia Barra de Navidad y Melaque. Un poco antes de llegar a Autlán de navarro (188 km desde Guadalajara), toma a tu izquierda la desviación que va a El Grullo. En este poblado podrás encontrar información para visitar la reserva.
En cuanto a los servicios, en El Grullo los encontrarás, pero si los quieres de lujo tendrás que ir hasta Barra de Navidad o Melaque (120 km aproximadamente).
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