Manuel Toussaint y Ritter. Pilar de la cultura mexicana.
La fama de Manuel Toussaint se debe sobre todo a sus monumentales, inigualables aportaciones a la investigación y a la interpretación de la historia del arte de México.
En este campo que trascendió la frontera nacional dejó un amplio y riguroso acopio de libros, ensayos y artículos, también sugerencias y motivaciones donde estudios de antes y de ahora concurren como apoyo para todo aquello que implique o se relacione con la arquitectura, Con la etnología, con el folklore y con las artes visuales de nuestro pasado y de nuestro presente.
Sin embargo, para muchos referirse a Manuel Toussaint como hombre de letras implicaría sorpresa y no cierta desconfianza, pero el caso indudable es que el autor de El arte colonial en México fue poeta, narrador, ensayista y crítico literario de vasta producción. Más todavía, Manuel Toussaint comenzó a adentrarse por los senderos de la cultura a través de la literatura, la que poco a poco sin que la abandonara totalmente cedió el paso, se opacó para precisar esa otra definitiva y misionera vocación. Bastaría recordar que Manuel Toussaint es también un joven profesor de literatura española en la Escuela Nacional Preparatoria.
Generacionalmente, Manuel Toussaint, nacido en 1890, se suma a aquel trascendente grupo de intelectuales junto a Alfonso Reyes (1889), Artemio de Valle-Arizpe (1888), Julio Torri (1889), Francisco González Guerrero (1887), Genaro Estrada (1887), y el poeta zacatecano Ramón López Velarde (1888), y como ellos, comienza a darse a conocer en el ambiente literario alrededor de los iniciales años de este siglo. Una pléyade íntimamente nacionalista, antirruidosa que buscó ya en la nostalgia del pasado colonial, ya en el palpitar contemporáneo, una valoración afirmativa, una necesidad de desarrollar, hacer crecer sus emociones a través de la historia patria, de la cultura como conocimiento autodeterminativo.
Eran hombres que se hicieron magníficamente cultos por su arraigo, por una pasión en descubrir la familiaridad de las cosas, de los ambientes, de los acontecimientos que constituyen históricamente y a la vez dan presencia del ser mexicano. Más que teóricos, más que colaboradores conceptuales fueron gozosos amantes.
Como literato Manuel Toussaint incursionó en la crítica con ensayos, prólogos y notas bibliográficas, con una no tacaña producción poética, con narraciones y una novela de carácter infantil, con crónicas e impresiones de viajes al interior del país y al extranjero y con ciertos textos de intención filosófica, reflexiva. Fue además traductor y empleó algunas veces el dibujo salido de su propia imaginación para ilustrar su obra literaria.
Los seis años que van desde 1914 a 1920 son el lapso más ardiente en la vocación literaria de Manuel Toussaint. Una etapa que en menor grado compartía también sus preferencias por la crítica y la historia del arte y que a partir de ese 1920 subirá al primer plano en su interés, aunque no dejará por ello de frecuentar, de estar siempre apasionado por las letras.
Si fuera necesario determinar con mayor o menor precisión la época más álgida en que Manuel Toussaint manifiesta su apego al gusto por lo literario, sería en 1917 y alrededor de la fundación de la revista semanal Pegaso,dirigida por Enrique González Martínez, Efrén Rebolledo y Ramón López Velarde. En ella Manuel Toussaint figura junto a Jesús Urueta, Genaro Estrada, Antonio Castro Leal y otros no menos célebres en el comité editorial.
Una vocación que no por tenaz cercenó sensibilidad, que llegó a redondear un estilo y una poética de tonalidades sencillas, equilibrada, sin rupturas violentas, que puede inscribirse y compartir, o mejor dicho ingresar con naturalidad al lado de la obra y la presencia de muchos otros escritores, hacedores integrantes de nuestro proceso literario histórico.