Miguel Cabrera, máximo exponente de la pintura novohispana que es poco recordado
¡Lo tenemos en el olvido! La relevancia de Miguel Cabrera para la época novohispana radica en su capacidad para reflejar y documentar una era.
Miguel Mateo Maldonado y Cabrera, también conocido como Miguel Cabrera, es reconocido como el máximo exponente de la pintura virreinal novohispana del siglo XVIII.
Su vida y obra ofrecen una ventana invaluable a la cultura, la religión y la sociedad de su tiempo, consolidándolo como una figura central en el arte y la historia de México.
Orígenes y formación artística
Miguel Cabrera nació el 27 de febrero de 1695 en Antequera, actual ciudad de Oaxaca. Se trasladó a la Ciudad de México en 1719. En la capital novohispana, comenzó su preparación artística bajo la influencia de maestros locales y del entorno cultural barroco que predominaba.
Su formación le permitió dominar tres géneros principales: arte sacro, retrato y pintura de castas. Estilos que reflejan tanto su talento individual como las tendencias artísticas y sociales de la época.
Arte sacro: belleza y devoción
La pintura religiosa de Miguel Cabrera es notable por su delicadeza y belleza, características que resonaban profundamente con los ideales devocionales de la época.
Sus obras sacras, como los retablos de la iglesia jesuita de Tepotzotlán, la iglesia de Santa Prisca en Taxco, así como las catedrales de la Ciudad de México y Puebla, destacan por su riqueza cromática, composición cuidadosa y dibujos sutiles.
La capacidad de Cabrera para capturar tanto la espiritualidad como la devoción en sus pinturas le otorgó un lugar especial en la historia del arte novohispano.
Retrato y pintura de castas
Por otro lado, los retratos de Cabrera, entre los que se incluyen los de Sor Juana Inés de la Cruz y Juan de Palafox y Mendoza, no solo son ejemplos de su habilidad técnica, sino también testimonios de las personalidades influyentes de su tiempo.
Su serie de pinturas de castas, una de sus obras maestras, ofrece una visión detallada y crítica de la sociedad novohispana, documentando las diversas mezclas raciales y las complejidades sociales de la época.
Esta serie, compuesta por dieciséis pinturas, se encuentra dispersa entre México, España y Estados Unidos.
Sin embargo, la vida de Miguel Cabrera no sólo se limitó a la índole de las artes plásticas. También fungió como un intelectual comprometido con la promoción del arte.
En 1753, participó en el intento de fundar una academia de artes y en 1756, publicó una narración sobre la imagen de la Virgen de Guadalupe, reforzando su reputación no solo como artista, sino también como pensador y defensor del patrimonio religioso y cultural de su época.
De hecho, en su papel como pintor de cámara del arzobispo Manuel Rubio y Salinas, Cabrera recibió el encargo de estudiar y reproducir la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Su reproducción del ayate fue enviada al papa Benedicto XIV, quien le otorgó el máximo reconocimiento como pintor guadalupano.
El legado de Miguel Cabrera
Miguel Cabrera, quien falleció el 16 de mayo de 1768, dejó una huella imborrable en la historia del arte novohispano. Su habilidad para capturar la belleza, la espiritualidad y las complejidades sociales de su tiempo lo coloca como una figura central en la historia del arte de México
Las colecciones que resguardan su obra son tanto públicas como privadas: la Pinacoteca de La Profesa, la Colección Andrés Blaisten en México y el Museo de América en Madrid.
El legado del pintor novohispano perdura no solo en sus obras, sino también en su influencia sobre las generaciones posteriores de artistas novohispanos y en la forma en que ayudó a dar forma a la identidad cultural y artística de México.