Los murales de la Central de Abasto, un paseo cultural que vale la pena
Los mercados son espacios donde palpita con fuerza la vida de la ciudad. Los murales de la Central de Abasto y del mercado Abelardo L. Rodríguez se pintan de colores, literalmente.
Sin duda los mercados son una parte medular de la ciudad porque alimentan a toda su periferia y, como todos los puntos de concentración, tiene sus micro y macroproblemas. Ahora te contamos sobre los murales de la Central de Abasto.
Justamente ahí, donde la prioridad parece ser la actividad económica que sostiene a muchos, han habido dos casos especiales que vale la pena detenerse a mirar: el mercado Abelardo L. Rodríguez en el Centro Histórico y la Central de Abasto (CEDA) en la delegación Iztapalapa.
Y cuando decimos que es necesario hacer una pausa para aguzar la mirada, no hablamos en sentido figurado: en ambos espacios se han dado cita artistas que han tenido la inquietud de generar algo para la población que ahí se concentra.
En el Centro Histórico
En el Abelardo L. Rodríguez fueron varios colaboradores de Diego Rivera (Pedro Rendón, Ángel Bracho, Isamo Noguchi, Ramón Alva Guadarrama, Pablo O’Higgins, Antonio Pujol) los que en 1934 le dieron color y forma a las paredes para convertirlas en murales. En ese tiempo, el muralismo mexicano tenía unos trazos duros que levantaban la voz ante la injusticia.
Los murales de la Central de Abasto
En 2017, 83 años después, en la Central de Abasto se llevó a cabo el proyecto Central de Muros que reunió a 16 artistas que deseaban resarcir el tejido social a través del arte urbano interviniendo el paisaje de esa microciudad mercante con obras de 6 x 20 metros.
¿Su postura? El arte urbano y el diseño pueden transformar el entorno porque son un medio de vinculación con la sociedad.
A diferencia de los muralistas de la década de los 30, no expresan una ideología política pero tienen la necesidad de retratar y enriquecer la vida que ahí converge. Sebastián Romo, AREÚZ, Atentamente una Fresa, Diana Bama, Liz Mevill, Chula Record’s, Done BBC, Kenta Torii, entre otros, fueron coordinados por Laura Itze González a través de la agencia de cultura sustentable We Do Things, para hacer que el arte y la población convivan en este espacio público.
Sin duda, la experiencia que se llevan aquellos que van trazando su obra así como los que tienen la oportunidad de contemplarla en el proceso, es peculiar para ambos. Algunos artistas refieren que hay quien se ha acercado a ofrecer unos tacos a manera de agradecimiento y también quien reclama que lo prioritario es impermeabilizar los techos o arreglar los baches… ¿Qué conversaciones pudieron haberse dado entre los comerciantes del Abelardo L. Rodríguez y los jóvenes muralistas de ese momento?
Con sus respectivas distancias espaciotemporales, los artistas de cada época pensaron ya no en las galerías sino en el mercado como un hábitat para expresar un discurso a través de su obra: en 1934 era la denuncia ante el sistema; en 2017 fue la búsqueda del bienestar social.
Ahora tenemos la oportunidad de mirar estas dos coincidencias en la misma ciudad donde la cultura toma un plano protagónico en un espacio de trabajo: el Abelardo L. Rodríguez también cuenta con el Teatro del Pueblo, una galería, un patio y varios salones en donde se siguen dando talleres de diversas disciplinas artísticas.
En la Central los murales son apenas una primera etapa ya que más adelante también se planea impartir talleres así como abordar temas de diseño funcional, migrantes y refugiados dentro del mercado, entre otros.
El Abelardo L. Rodríguez fue inaugurado con todo y sus murales el 24 de noviembre de aquel 1934. A nosotros nos gusta pensar que el arte vuelve a palpitar en el corazón de la ciudad para llenarnos de colores e intervenir en nuestro ánimo y en nuestros paisajes.
¿Quieres escaparte a Ciudad de México? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable