El xoloitzcuintle: Patrimonio e Ícono de la Ciudad de México
El llamado “perro mexicano” fue reconocido como símbolo de la capital por su presencia en la misma desde tiempos mexicas. ¡Conoce más de su historia y un rincón para admirarlo en CDMX!
De acuerdo con la tradición, al morir, los mexicas eran sepultados junto con su xoloitzcuintle. El perro sería sacrificado justo en ese momento para acompañar el alma de su propietario por el oscuro mundo de los muertos, lleno de caminos inhóspitos y múltiples pruebas. Así lo guiaría hasta el punto en el que ambos lograrían el descanso eterno o bien un nuevo renacer en otro espacio de tiempo.
Desde tiempos indígenas, la figura de este curioso can, que de inmediato se distingue por la falta de pelo (que permite el contacto directo con su piel) y el simpático copete que luce en la cabeza, ha estado presente en cada capítulo de la historia de México hasta nuestros días. Por ello, el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, a solicitud de la Federación Canófila Mexicana, ha reconocido al xoloitzcuintle (el llamado «perro mexicano») como Patrimonio e Ícono de la Ciudad de México. Bien por este nombramiento, ¿no?
5 datos curiosos del xoloitzcuintle
1. La palabra xoloizcuintle proviene del náhuatl y significa «perro del dios Xólotl (el hermano gemelo de Quetzalcóatl)»
2. Durante la época prehispánica la carne del «xolo» era muy consumida y se sabe que ésta era muy buena fuente de proteínas dentro de la dieta del pueblo mexica.
3. Las piezas de cerámica en forma de xoloizcuintles que se han encontrado en diversas entidades del país, sobre todo en Colima, confirman la existencia de este tipo de can en la región occidente de México desde tiempos anteriores a la época azteca (Clásico temprano, 300-500 d.C.)
4. Gracias a la falta de pelaje esta raza de perro nunca presenta pulgas.
5. El xoloitzcuintle presenta menos piezas dentales a diferencia de otros tipos de cánidos.
¿Dónde admirar esta especie?
El Museo Dolores Olmedo, en el Barrio Mágico de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México, además de una estupenda colección de obras de Diego Rivera y Frida Kahlo, también aloja dos sorpresivos (y muy mexicanos) inquilinos: Una familia de elegantes pavorreales y un grupo de curiosos xoloitzcuintles que corren, merodean y descansan en los verdes jardines de la gran casona que Doña Lola heredara al pueblo de México para el disfrute de sus piezas. La señora Olmedo sabía bien que a Rivera le encantaban los «xolos» por ello, pidió que «siempre que una obra del maestro del muralismo mexicano se exhibiera en este recinto, un perro xoloizcuintle debía custodiarla».
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