Vive el encanto de la sierra de Oaxaca
Estamos lejos de ser quienes éramos cuando empezamos a caminar. Y no es nada nuevo, así sucede con nuestras vidas, pero sentirlo en cada poro de la piel con la mente y el corazón empeñados en llegar al mar, es cosa aparte. El equipo expedicionario partió de la montaña oaxaqueña por el Camino Copalita, pasos equidistantes y noches de […]
Estamos lejos de ser quienes éramos cuando empezamos a caminar. Y no es nada nuevo, así sucede con nuestras vidas, pero sentirlo en cada poro de la piel con la mente y el corazón empeñados en llegar al mar, es cosa aparte. El equipo expedicionario partió de la montaña oaxaqueña por el Camino Copalita, pasos equidistantes y noches de estrellas, cruces de ríos y de historias de quienes ayudan a conservar los ecosistemas disfrutando de sus secretos. Cuando se escuchó el reventar de las olas en la arena, el equipo enmudeció. Llegaron con un cúmulo de aprendizajes que los que estuvimos cerca hicimos nuestros y compartimos contigo.
Pero dejar de ser los que somos para encarnar a uno de los muertos de un pueblo de la Huasteca adonde llegamos atraídos por el olor a copal, eso sí, no lo imaginábamos. Sabíamos del profundo significado del Día de Muertos y de la colorida fiesta que reúne a los vivos con los que ya se fueron, mas no que llegaríamos a ocupar ese lugar.
Fue divertido estar en el momento en que Xantolo tomó por completo la vida de la gente, como también lo fue navegar los enredosos pasadizos de piedra en los que el legendario Villa se escondió, para escalar sus burbujas rocosas cien años después.
Además, anduvimos por el norte, adonde queremos regresar; y Omelette, la mascota viajera, corrió libre y disfrutó de la playa en plena simbiosis con su dueña, señal de que la hospitalidad de nuestros destinos se extiende en otras direcciones. Grandes momentos y buenas noticias para quienes queremos seguir descubriendo México.