Un paseo escénico entre cañones al sur de Monterrey
Uno de los puntos más interesantes para iniciar el recorrido de los cañones del sur de Monterrey es el mágico pueblo de Santiago.
En sus restaurantes, como en el llamado Las Palomas, el paseante puede desayunar el clásico platillo norteño del machacado con huevo o los rancheros sobre tortilla. En el cercano pueblo de El Cercado, a 36 kilómetros del centro de Monterrey, por la autopista a Allende, parte la carretera que conduce a la célebre y hermosa cascada Cola de Caballo.
La angosta carretera asfaltada asciende y al llegar a un paso de montaña llamado Puerto Genovevo, después de recorrer los primeros 12 kilómetros, el viajero estará a una altitud de 1,100 metros. En este lugar la vista es atraída por un cañón que aparece del otro lado de la sierra y que lleva el nombre de Mauricio, de unos 1,000 metros de profundidad.
Paraje para pernoctar
La carretera cuyo destino es el poblado de Laguna de Sánchez sigue con su empeño de acercarse a las nubes y en pocos kilómetros, ya a unos 1,500 metros de altitud, los árboles de coníferas imponen su presencia. Los terrenos aquí han sido muy bien aprovechados por una empresa llamada Vitro, que ha creado parajes dotados de cabañas para rentar y campos sembrados de césped para acampar en rincones realmente hermosos que en invierno llegan a cubrirse de nieve, un ejemplo de tales sitios son El Manzano, Don Sotero y La Botella, desde los cuales parten amenas veredas para recorrer a pie el bosque hasta llegar a atractivos miradores en lo alto de los montes, como Puerto El Gringo.
Entre los cañones
Aproximadamente en el kilómetro 23, la carretera desciende un poco y penetra en un bello y alargado valle, el de Ciénega de González, por donde corre el río de San Juan Bautista. Al llegar al caserío de La Ciénega es notable la agitada actividad que muestran los propietarios o arrendatarios de altas camionetas, jeeps con tumbaburros, motos y cuatrimotos de todos tamaños y tipos. Son los vehículos ideales para iniciar las travesías por los caminos de piedra que se internan en los enormes cañones. El primero de ellos lo notamos junto al poblado ya mencionado y tiene por nombre San Cristóbal. Es en realidad el comienzo del célebre Cañón de la Huasteca, que termina en Santa Catarina, junto a la ciudad de Monterrey. En sus primeros 2,000 metros de avance, en época de lluvias, una corriente de agua cae en una cascada conocida como El Salto y forma una poza entre paredones verticales de casi 500 metros de altura. La distancia hasta Santa Catarina es de más de 40 kilómetros.
Al avanzar hacia el oeste, a partir de la Ciénega, va creciendo en altura hacia la derecha la majestuosa Sierra de San Cristóbal, con enormes cantiles rocosos en sus crestas. Del otro lado, a la izquierda, la Sierra La Laguna parece querer competir, pero inesperadamente es cortada; por el Cañón San Isidro o La Boca, en cuyo fondo la carretera pasa hacia el otro valle paralelo detrás de las montañas. Por si esto fuera poco, una terracería que continúa a lo largo del Valle de San Juan Bautista llega a los 4 kilómetros de dejar el camino pavimentado a otro espectacular y segundo cañón, el de El Álamo. Estas dos gigantescas grietas terrestres cortan las montañas en paredes zigzagueantes de más de 1,000 metros de altura prácticamente verticales. Una tímida corriente de agua en otoño, pero seguramente abundante en verano, acompaña la carretera a lo largo del Cañón de San Isidro, donde los grupos de motociclistas hacen una pausa para detenerse a contemplar por unos momentos su cautivador panorama.
Después de atravesarlo se ingresa al Valle de San Isidro con el caserío del mismo nombre y el entronque con una angosta y nueva carretera que lleva hasta la ciudad de Saltillo. Hay que hacer énfasis en que se debe tomar este viaje de 90 kilómetros hacia Saltillo como un paseo escénico, propio para buscadores de paisajes, ya que no es adecuado el camino para recorrerlo a altas velocidades. Al noveno kilómetro rumbo a la capital del estado de Coahuila existe un mirador y allí hay que detenerse, ya que está situado justo frente a otro majestuoso cañón: el de La Boquilla, que separa en un espectacular encuentro de paredes rocosas de 1,000 metros, las sierras de San Isidro y El Álamo. En esta zona vuelven a aparecer los bosques de pinos, ya que en el Valle de San Juan Bautista parecía que ingresábamos hacia parajes semiáridos cubiertos por arbustos espinosos y una que otra cactácea.
Truchas a gran altura
Finalmente, un buen lugar para comer truchas recién pescadas por uno mismo es El Criadero El Ciruelo, que cuenta con un estanque de agua fresca y limpia que procede de las montañas, donde los peces se reproducen y después de ser capturados por el visitante son ofrecidos a la mostaza, empanizados o al mojo de ajo. Este valle se encuentra a una altitud de unos 1,700 metros.
¿Caminos de piedra para recorrer en camionetas y cuatrimotos?, los hay muchos, y esto es sólo un acercamiento modesto de lo que esta región del noreste del país tiene guardado para los amantes de todo aquello que a su escala hace sentir al ser humano como algo insignificante ante la portentosa presencia de la naturaleza.
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