William Spratling: una empresa humanitaria
Taxco sedujo a William Spratling y le proporcionó los medios y la magia de su ambiente artístico para realizar una vida utópica como escritor, dibujante, empresario, coleccionista, orfebre y benefactor de su comunidad.
En 1929 Taxco era una vieja población minera solitaria en la intrincada sierra de Guerrero cuyas barrancas definen la urbanización taxqueña en románticos callejones de sube y baja hacia el centro del pueblo. Esta vieja población tenía una original arquitectura, determinada por la conformación del suelo, que propició una caprichosa edificación de casa de uno o dos pisos, sobrias y sencillas, con techos de teja roja.
La Catedral de Santa Prisca, reina soberana del paisaje, es excepcional testimonio del arte virreinal y de la riqueza minera de nuestro país. Se construyó bajo el patrocinio del legendario personaje José de la Borda, dueño y señor de una de las más grande s fortunas de América en su época. Originario de Sonyea, Nueva York, William Spratling nació en 1900. Cuando llegó a México, se instaló en Taxco, y ya era arquitecto, poseedor de una cultura general y de intereses múltiples, pero con una vocación especial para las artes plásticas.
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Coincidió su llegada a México con una política nacional de desarrollo económico y fomento del arte y del turismo. El gobierno mexicano dio muchas facilidades y estímulos para atraer artistas e inversionistas del extranjero. Por la fuerza de su cultura, el clima, su situación geográfica, futuro económico y la apertura de carreteras, México era en esos años un país extraordinariamente atractivo para el turismo y en especial para nuestros vecinos norteamericanos.
En esa época, además de la inversión de empresarios importantes, recibimos a algunos norteamericanos cultos que admiraron y contribuyeron a la modernización y difusión internacional de nuestros valores artísticos. Entre ellos podemos citar a Edward Weston, Tina Modotti, Frederic Davis, el fundador de las famosas tiendas Sanborns, René D’Harnoncourt, D. H. Laurence, Francis Toor, Robert Redfield, Carleton Beals. WIlliam Spratling llegó a México por vez primera para promover el turismo, como corresponsal de algunos diarios importantes de Estados Unidos. Con seguridad, el impacto de la cultura mexicana en su refinada sensibilidad y talento artístico, definió su vocación romántica para dedicarse a la artesanía de la plata.
Conocedor y estudioso del arte popular americano, su olfato de cazador de artesanos lo llevó a localizar en la población de Iguala, cercana a Taxco, a los maestros plateros Artemio Navarrete, Alfonso Mondragón y Wenceslao Herrera, a quienes convenció de iniciar con él un taller de platería en Taxco, que instaló en la calle de las Delicias, para rescatar lo mejor de las técnicas tradicionales antiguas y aportar otras nuevas. Con su buen criterio, le dio nuevo valor a los materiales ya conocidos, en especial a la plata, que había pasado de moda, e introdujo otros en combinación con ella, como carey, jade, malaquita, azabache y otras piedras semipreciosas y maderas finas tropicales. Sus diseños originales enriquecieron la producción de la platería nacional hasta llevarla a lo que podemos denominar «El esplendor de la plata mexicana en el siglo XX».
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De acuerdo con sus circunstancias de trabajo y comerciales, organizó diferentes talleres. El primero estuvo situado en la calle de las Delicias, donde llegó a tener 100 operarios. Continuaron “La Aduana” La casa amigos de Taxco«, «La Florida», «Spratling y artesanos», «William Spratling, S. A.». Este último taller fue cerrado debido a la cancelación de algunos importantes pedidos de parte de almacenes norteamericanos. Después de su muerte se abrió el taller «William Spratling Sucesores».
En estos talleres se formaron los principales plateros de Taxco, quienes a su vez fundaron sus propios negocios. William Spratling consideró que parte de su labor era ésta. En esencia elegante, superó las mexicanadas de aztequismos y mayismos vulgares para intuir a la perfección el espíritu del diseño preshispánico y simplificarlo con una idea muy moderna, aún vigente. De igual manera, rebasó los alardes de habilidad por una artesanía de suprema calidad. En sus diseños, muy acordes con la modernidad, aprovechó la belleza de las vetas de maderas durísimas del trópico, como palo de rosa y palo morado, para alternarlas con plata. Otro tipo de diseños que dominó con maestría fue el geometrivismo, sistema que conocía a la perfección por sus conocimientos arquitectónicos, imprimiéndoles un ritmo que impartía a sus diseños un sentimiento vital. Procuró que las obras de su taller fueran acabadas a mano y obtuvo grandes rendimientos estéticos alternando superficies brillantes y mates.
Este tipo de obras tenía alguna familiaridad con los diseños daneses, pero no se confundían con ellos porque tenían la originalidad creativa de Spratling. Perfeccionista obsesivo en la fabricación, no descuidaba en ningún momento el menor detalle para obtener la máxima calidad. Utilizó la plata de ley. 980 en vez de la que normalmente se trabajaba (.925 ley con una aleación legal de cobre de 7.5%). La plata que se usó para joyería en el taller de las Delicias estaba trabajada con sólo 2% de contenido de cobre, lo que evitaba su rápida oxidación, que se manchara y que ensuciara la piel femenina. Además, casi siempre empleó como materia prima la plata maciza y no la laminada industrialmente, que se consumía en otros talleres por su fácil elaboración. En un accidente de carretera acaecido entre Iguala y Taxco el 7 de agosto de 1967, falleció William Spratling. Su entierro constituyó duelo general en la ciudad de Taxco. En todas las casas se colocaron crespones negros. La ciudad celebra anualmente la fiesta del «Día de la plata» en su onomástico, el 27 de junio, y como homenaje una calle lleva su nombre. En Taxco todos lo reconocen como el principal impulsor de la platería y como su benefactor cultural.
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Su producción es buscada por los mejores coleccionistas de plata. Heredó todas las piezas arqueológicas que había reunido a lo largo de su vida al estado de Guerrero, para el museo que hoy lleva su nombre. Numerosos escritores se refieren a él en sus textos. Si bien se conocen sus obras y sus trabajos de dibujante y caricaturista, su estudio y valoración merecen una atención especial. Sus piezas tuvieron éxito en el mercado nacional e internacional. Se vendían en: Macy’s, Tiffani, Lord and Taylor, de Nueva York; Gumps, de San Francisco; Marshall Fields, de Chicago; Neiman Marcus, de Dallas; en las tiendas más exclusivas de México. Actualmente son objetos de colección.
Algunas de ellas se exhiben en diferentes museos. La producción de platería de William Spratling se puede agrupar en dos núcleos principales: servicios de mesa, como cubiertos, juegos de té, platos, ensaladeras y charolas, sólo en plata o en combinación de plata y madera, y joyería, principalmente femenina, como son aretes, pulseras articuladas, gargantillas, brazaletes y broches. Raras veces sus diseños son espectaculares. Más bien, sus joyas fueron diseñadas para que la mujer las pudiera lucir a cualquier hora del día y en cualquier circunstancia. Por su sencillez, la misma pieza podía ser usada lo mismo para un viaje que para asistir al trabajo o a una solemne ceremonia. Es una joyería de gran modernidad, pues sin ser ostentosa tiene un uso práctico, cotidiano y discreta elegancia. Mujeres famosas de su tiempo, como Paulette Godard, Rosa Covarrubias, Dolores del Río y Frida Kahlo lucieron sus joyas.
Por sus cualidades de hombre de mundo, estilo de vida y carismática personalidad, William Spratling resultaba sumamente atractivo. Alternó lo mismo con campesinos y obreros que con personajes famosos por su riqueza, talento y fama. Sin embargo, creo que quienes más trascendieron en su vida y en su formación artística fueron el famoso escritor norteamericano William Faulkner, los pintores Miguel Covarrubias (con quien tuvo mucho en común) y Diego Rivera, la escritora de guiones Mary Anita Loos y Daniel F. Rubín de la Borbolla.
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Como escritor, manifestó sus inquietudes de arqueólogo, antropólogo y viajero y publicó Little Mexico, México tras lomita, File on Spratling y colaboró en el Mexican Folkways, New York Herald Tribune y en Mexican Art and Life. Son innumerables las anécdotas que se cuentan de Spratling. Entre ellas, menciono su intervención definitiva para que el embajador de Estados Unidos en México, Dwight Morrow, encargara a Diego Rivera pintar los murales en el Palacio de Cortés en Cuernavaca, la navegación en su yate «El pez de plata» a distantes puertos; los intrépidos viajes en su avioneta «Piper Cub», llenos de peripecias y aterrizajes forzosos, pero en especial el de Alaska, a solicitud del Departamento de Estado de Washington, para seleccionar a ocho obreros esquimales que vinieran a aprender artes textiles en Taxco, con la finalidad de desarrollar en su país su economía y su cultura.
Nuestro romántico personaje, como gran apasionado de la vida, conoció los grandes éxitos y fracasos, pero si hacemos un balance llegamos a la conclusión de que tuvo una vida plena y que, como pocos, alcanzó el reconocimiento serio y verdadero de su obra en vida. William Spratling fue un líder en la orientación de la producción de la platería mexicana del siglo XX. Su talento de diseñador definió un nuevo estilo en este arte. Sus preocupaciones culturales, mucho más importantes que las comerciales, así como la introducción de nuevas técnicas y materiales para crear una orfebrería en plata, superaron el concepto simplemente comercial y transformaron su trabajo en una empresa humanista.
Fuente: México en el Tiempo No. 34 enero-febrero 2000
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