El añil de Niltepec: un tesoro de Oaxaca para el mundo
El añil es un pigmento natural ampliamente usado en el mundo. Lo que muchos no saben, es que Niltepec, Oaxaca, es su gran productor. Alrededor de él hay una rica tradición comunitaria. Conoce más sobre esta historia.
La humanidad ha usado a lo largo de su historia diversos pigmentos naturales. En México, desde tiempos ancestrales, se ha empleado el añil, el cual genera un tono de azul único y muy hermoso. Actualmente se sigue produciendo en Niltepec, Oaxaca. La vida de esta población está unida a la del colorante a través del trabajo comunitario y la tradición.
¿Qué es el añil?
El añil o índigo, es originalmente un colorante de uso textil cuyo tono es un azul profundo. El nombre «añil» procede del árabe hispánico anníl, que a su vez tiene su remoto origen de la palabra en sánscrito nīla, que traducida al español significa «azul». De ahí que se usara esta denominación para nombrar las variedades oscuras del color azul en el espectro cromático de la luz.
Respecto al pigmento, varias civilizaciones antiguas lo obtenían de diversos minerales y plantas. En la antigua Mesoamérica y actualmente en México, se obtiene del jiquilite (Indigofera suffruticosa). Es un arbusto ramoso, de un metro de altura con hojas compuestas, presente en áreas silvestres.
Las culturas prehispánicas usaron el añil para teñir túnicas y ropajes. Además, formaba parte de la fórmula del pigmento azul maya, un color de enorme fijación tanto en textiles como en la pintura mural.
El proceso del añil de Niltepec
Actualmente en México, el único sitio que sigue manteniendo la elaboración del añil es el municipio de Santiago Niltepec, Oaxaca. Allí la producción se realiza por temporada, sobre todo en los meses de julio y agosto.
Tanto la siembra de la semilla del jiquilite en mayo (antes de la temporada de lluvias), como la cosecha a mediados del mes de julio y la producción a inicios de octubre, son un trabajo completamente artesanal. Todo depende del esfuerzo manual de sus productores.
Tras ser cultivado el jiquilite, sus hojas son cortadas y reunidas en racimos. Posteriormente, las trasladan a unas piletas de cemento. Se colocan 100 racimos en cada una de éstas, las llenan de agua y con los rayos del Sol, comienza su ebullición. De esta forma se destila de la planta un color verduzco, semejante al agua del Mar Caribe.
Una vez que se obtiene el extracto de las hojas de la primera pileta, éstas se colocan en una segunda, donde dos personas mueven manualmente por más de seis horas, unas enormes varas de otate para eliminar la espuma. De esta forma aparece lentamente el color azul oscuro.
Al obtener por fin el añil en líquido, se extrae lentamente por medio de una bomba de agua y se traslada a una tercera pileta. Allí se recoge con jícaras para almacenarlo en enormes tambos que son trasladados a otro sitio, donde sigue el proceso de tendido o escurrimiento del color.
Es así que se coloca el extracto en unos paños blancos que van secándose por uno o dos días. Lo que ya se ha escurrido es recogido en unas tejas de adobe. Cuando ya el añil tomó una textura pastosa, se traslada a otra teja donde se pone al Sol, para que se vaya secando y finalmente se petrifique. El resultado es una pasta, la cual es la presentación con la que se comercializa este colorante.
La importancia de la conservación de la producción del añil
El añil se usa para teñir ropa, así como colorante para comida y para cosméticos. Sin embargo, su producción en el país ya es muy reducida, y tiene como gran amenaza su comercio ilegal a través del contrabando. Otro problema es que su obtención no tiene ningún tipo de apoyo gubernamental.
Estas situaciones precarizan el trabajo de la gente de Niltepec, quienes han heredado de generación en generación los secretos del arte para hacer el colorante. En este pigmento natural está la historia de la comunidad. Toda la familia de los productores, desde chicos hasta grandes, se involucran en su obtención, generando una dinámica única de trabajo colectivo.
Proteger y estimular su producción es un trabajo de conservación de tradiciones comunitarias, y sobre todo, un esfuerzo por preservar un saber artesanal que viene desde siglos atrás. El añil representa uno de los más importantes legados de las antiguos pueblos mesoamericanos para nuestro presente.
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