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Chetumal, una historia que se escribe en el sureste (Quintana Roo)

Quintana Roo
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Conocer Chetumal y sus alrededores te invita a conocer un lugar lleno de encanto y a descubrir y disfrutar de lo inesperado.

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Chetumal es una bella zona cubierta de brillantes colores: el intenso verde selvático, el turquesa del mar caribeño y el azul de su cielo la hacen parecer como salida de una acuarela. La historia de Chetumal está unida a la llamada Guerra de Castas, que en el siglo XIX protagonizaron los mayas de la península de Yucatán; éstos obtenían armas desde Belice, que entonces era una colonia británica; para impedirlo, el gobierno federal creó un puesto militar, que en un principio fue un barco estacionado en la bahía de Chetumal, en la desembocadura del río Hondo, frontera natural y ahora oficial entre los dos países. Así, mientras permanecía estacionado el barco, los marinos ahí destacados hicieron varias incursiones en ese inhóspito territorio, plagado de lagartos y víboras.

En un día de 1898 el teniente de la armada de México al mando de la zona, Othón Pompeyo Blanco, fundó la aldea de Payo Obispo, que era la última frontera de México, un lugar en los confines sureños de un país que aún no tenía definidos sus límites. Las primeras medidas fueron la creación de un puesto de aduanas y el trazo de la aldea. Muy pronto aquel caserío de madera frente a la bahía se fue poblando de campesinos y aventureros que procedían, unos de Veracruz y del centro del país, otros de Líbano y de Belice. Algunos comenzaron a quitarle terreno a la selva e iniciaron la agricultura en la zona, mientras que otros se dedicaron al comercio, aprovechando la situación fronteriza.

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Ese primer caserío creció aceleradamente y en 1936 recibió el nombre de Chetumal en homenaje a una aldea maya de esa zona que se habría llamado Chac-Temal. En un principio la mayor parte de sus casas fueron construidas con maderas nobles del lugar, como la caoba, pero esa hermosa ciudad fue prácticamente arrasada en 1945 por el huracán “Janet”. Destruida y vuelta a construir, la ciudad fue declarada capital del naciente estado de Quintana Roo, y el comercio conoció etapas de verdadero esplendor mientras fue zona libre de aranceles, con ello creció aún más y siguió recibiendo inmigrantes de todas partes de México y del extranjero.

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La bahía de Chetumal impregna toda la vida de esta ciudad; allí se construyó la nueva Universidad de Quintana Roo, que ha abierto el camino del conocimiento a los jóvenes de la región. Moderna y rodeada de gran belleza, la universidad es ahora el motivo principal por el cual continúan llegando inmigrantes desde el interior del país, de Estados Unidos, de Canadá, de Europa y de otras naciones latinoamericanas. La universidad le está cambiando a Chetumal el aspecto rudo de población fronteriza, por el de una ciudad donde la cultura y el arte empiezan a alimentar a los espíritus locales, a la vez que se preparan las nuevas generaciones que serán las responsables de conducir el destino de ese estado. Por el bulevar, bellamente dibujado a través de la bahía, se va desde el centro a Calderitas, una caleta de pescadores que se transformó en un sitio de exquisitas comidas de pescado y mariscos. Mientras se recorre en coche la avenida se ven en la bahía los kayaks de la universidad y a los chetumaleños haciendo deportes al aire libre (caminando, corriendo, en bicicleta o paseando a sus niños); toda la vida transcurre por este paseo, donde aún se aprecian las pocas casas de madera que dejó el “Janet” y también el museo-maqueta de la aldea de Payo Obispo. Ahí, frente al mar, está el edificio de gobierno y el Congreso del estado. Cada tarde, como si el tiempo se detuviera, los chetumaleños se dan cita para admirar los hermosos atardeceres que cada día son distintos y cada uno mejor que el anterior.

En las noches se puede ver, al otro lado de la bahía, el pueblo beliceño de Punta Consejo, que en la oscuridad nocturna parece esgrimir un idioma de luces. En la bahía la actividad se inicia con los primeros rayos de luz solar, cuando ya los pescadores dentro del agua lanzan con gracia y pericia sus pequeñas redes, las cuales se extienden como abanicos sobre el agua para atrapar el sustento diario. El río Hondo enmarca con su actividad la vida de Chetumal; por sus aguas, en rústicas embarcaciones, pasan de un lado al otro los habitantes de ambas riberas, y con ello deshacen la llamada frontera oficial; de un lado y del otro viven padres beliceños con hijos mexicanos, o al revés; el amor también ha tenido su participación, y parejas donde uno de los dos es del otro lado son más que comunes. Por las riberas del río existe un intenso comercio y una indisoluble fraternidad.  En la ribera del lado mexicano los cultivos de caña de azúcar y chile son la principal actividad económica, en la que hombres y mujeres trabajan juntos para cosechar.

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Todas las comunidades del área viven de la agricultura, y los productos que envían a la capital del país les aseguran su existencia, que aunque modesta, transcurre feliz y tranquila. Una leyenda antigua, que propagan los cronistas y escritores de la zona, dice que en este mismo lugar se produjo el primer mestizaje del continente americano, cuando el náufrago y soldado de origen andaluz Gonzalo Guerrero se casó con la princesa maya Zazil Há y nacieron de ellos los primeros mexicanos de la historia. Por eso se llama a Chetumal la “cuna del mestizaje”, y más allá de su impacto histórico, poético y legendario, el fenómeno de las alianzas étnicas parece no tener fin con tantas parejas de origen internacional.

Toda ciudad, sea joven o antigua, tiene su encanto, sus historias y sus leyendas. Para el viajero, conocer Chetumal significa no sólo llegar al final del país, sino adentrarse en una ciudad llena de misterio, de magia y de encanto, como el Macondo de García Márquez, que apenas ha cumplido sus primeros cien años de soledad.

Fuente: México Desconocido No. 277 /

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autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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