Citla, el perro de nieve que salvó a montañistas en el Pico de Orizaba
Citla acostumbró a su cuerpo a temperaturas de menos 11 grados y a altas presiones de montaña. Toda su vida habitó en el Pico de Orizaba, en donde salvó a cientos de montañistas de morir. Aquí su historia.
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Eran las dos de la madrugada cuando, llenos de miedo por el peligro de morir congelados, los integrantes de una familia de alpinistas buscaban con desesperación el sendero para bajar del Pico de Orizaba. Pero francamente estaban perdidos. Y, como si del canto de un ángel salvador se tratara, escucharon a lo lejos el ladrido de un perro, era Citla, quien entonces tenía unos siete años de edad, mismos de vivir en la montaña. Gracias a él encontraron el camino. Sobrevivieron.
Citla, famoso en la comunidad alpina internacional
Historias como la anterior abundan entre los montañistas mexicanos, japoneses, australianos, alemanes, chinos… que subieron al Pico de Orizaba y conocieron a Citla, un can lleno de cicatrices en el rostro de tanto pelear con los coyotes desde que era una cachorro, un cachorro mestizo que quedó huérfano cerca del Telescopio Milimétrico.
Cuentan que su madre se le lanzó a dentadas a un camión que había subido a la montaña, pero el vehículo terminó por matarla, dejando a sus cachorros solos. Un trabajador se llevó a varios de estos pequeños canes, pero Citla se resistió a irse, internándose en el bosque del volcán.
Citla, gustoso de la comida de alpinistas
A los meses salió de los matorrales, dándose a conocer entre los montañistas como un ladrón de comida para escaladores, por eso durante toda su vida nunca comió croquetas, tortillas o sobras, solo gustaba de deglutir salamis, carne seca, salchichas, atún y pollo rostizado, era la comida que le quitaba a los alpinistas.
Aunque también aprendió a hacerse de sus propios alimentos, como ardillas y conejos, por ahí hay una fotografía de él acostado en la nieve comiendo uno de estos animales.
Un perro acostumbrado a condiciones adversas
Era un perro duro, su cuerpo se acostumbró a temperaturas de hasta menos 11 grados centígrados, también a la presión de los 5 mil 747 metros sobre el nivel del mar. No pocas veces le pusieron gafas para proteger sus ojos del lastimoso destello del hielo.
Algunos montañistas lo captaron en video corriendo sobre la nieve con las patas al desnudo adelantándose para mostrarles el camino de ascenso a los escaladores. Muchos alpinistas lo recuerdan por avisarles de serpientes u otros animales rastreros peligrosos en el camino.
En 2015, su año de fama
Toda la bondad, compañerismo y hazañas de Citla eran parte del anecdotario entre la escasa comunidad de alpinistas de México, hasta que en 2015, algunos representantes de medios de comunicación internacionales, acudieron al Pico de Orizaba para reportar el hallazgo de los cadáveres de unos escaladores muertos en la zona en 1959.
En ese momento los reporteros conocieron al bondadoso perro, y por primera vez, dieron a conocer de forma masiva la historia de este can de la nieves.
El adiós al gran perro de nieve
Lo que no sabían es que ya era la última etapa de la vida de Citla. Los siguientes dos años fueron de mucho sufrimiento para él, el destello extremo del hielo que sus ojos recibieron por años, le produjo una ceguera de la que ya no pudo recuperarse. Luego le vino un cáncer de hígado, la cual lo mató en 2017
La comunidad alpina lo despidió con flores amarillas, los juguetes que le gustaban, sus lentes oscuros para escalar en la nieve, fotos, piezas de pollo rostizado y un ataúd blanco para sepultarlo a las faldas del Pico de Orizaba, volcán que siempre fue su hogar.
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