Códices prehispánicos: el invaluable legado sobre nuestro pasado
Los códices son documentos pictóricos que ayudaron a preservar el legado cultural, social y político de nuestras antiguas culturas.
Los códices o libros antiguos de las culturas mesoamericanas son indispensables para acercarnos a nuestro pasado prehispánico. Sin embargo, después de la Conquista muchos fueron destruidos. Algunos sobrevivieron gracias a los esfuerzos de personajes como Sahagún.
Códices prehispánicos de Mesoamérica
Estos importantes documentos con el tiempo se han redescubierto, interpretado, y revalorado hasta llegar a nuestros días. Cabe destacar que, el investigador Miguel León Portilla considera como la definición más propia para los códices lo expresado en un Huehuehtlahtolli o discurso de los ancianos basados en éstos:
“El dechado, el ejemplo, lo admirable, lo que es la raíz, lo que tiene significación, tinta negra, tinta roja, el libro, lo pintado, lo escrito, lo que pintaron, lo que escribieron: nunca se olvida, nunca perece, su gloria, su fama, su nombre, su historia”. Definición que se traduce en una plena conciencia de su legado cultural.
La apreciación europea en los inicios del contacto con Mesoamérica fue transmitida por Pedro Mártir de Anglería, Martín Fernández de Enciso y Gonzalo Fernández de Oviedo. Dichos personajes descubrieron entre admirados e incrédulos la factura misma de los códices, su tamaño, su conformación como libro y su contenido procedentes de los indios nicaraos. Oviedo informa:
“Tenían libros de pergamino, que hacían de los cueros de venado… y en aquestos tenían pintados sus caracteres e figuras de tinta roja y negra de tal manera que aunque no eran lecturas ni escritura significaban e se entendían por ellas todo lo que querían muy claramente…”
Mártir de Anglería, quien conoció los objetos de arte plumario y los códices del primer envío de regalos que hizo Cortés a Carlos V, describe aún con más detalle la preparación de los materiales que servían de soporte a la información histórica de las nuevas culturas conquistadas y señalaba también algo más:
“Los caracteres que usan son muy diferentes de los nuestros y consisten en dados, ganchos, lazos, lineas y otros objetos dispuestos en linea como entre nosotros y casi semejantes a la escritura egipcia. Entre las lineas dibujan figuras de hombres y animales sobre todo de reyes y magnates, por lo que es de creer que en esos escritos se contienen las gestas de los antepasados de cada rey…”
La valoración europea de estos testimonios pictográficos por otros muchos cronistas y estudiosos como Gómara, Díaz del Castillo, Sahagún, Durán y Acosta fue indispensable. Se trató de un reconocimiento tácito del nivel cultural de los pueblos mesoamericanos. Todos ellos reconocieron en las complejas pinturas un sistema de escritura que los identificaba, diferenciaba y los elevaba al rango de pueblos civilizados.
En el presente, Joaquín Galarza define los códices de la siguiente manera:
“fuentes históricas de primera mano que dejaron asentada la visión indígena por medio de sus manifestaciones artísticas, plasmadas en su sistema de escritura que nos hace conocer y valorar nuestras profundas y tradicionales raíces”.
Nuestros códices, patrimonio de la nación mexicana
Nuestros códices tienen el reconocimiento de ser patrimonio de la nación mexicana por su carácter no sólo histórico, sino también sagrado. Su profunda significación los coloca en un ámbito diferenciado de la cultura por su propia complejidad de conocimientos, simbolismo, cosmovisión y creencias.
Los códices mesoamericanos actualmente se resguardan en repositorios reservados y bóvedas de seguridad de las principales bibliotecas y archivos europeos, norteamericanos y americanos como tesoros invaluables de la humanidad.
Su conservación, dado los materiales orgánicos y minerales que los componen, es motivo de proyectos y estrategias. La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, que conserva un número importante de códices originales, desarrolla un programa que sustenta, tanto las medidas de conservación como las de administración del acervo.
Para alcanzar tal fin, el área de Documentación está realizando un diagnóstico de cada códice. Se trata de un registro fotográfico de alta resolución que permita el acceso a la investigación y satisface los requerimientos de difusión.
En materia de conservación es tarea prioritaria la estabilización del acervo para mejorar las condiciones ambientales y de almacenamiento. Para ello, se ha realizado una importante obra de adecuación de la bóveda mediante un equipo de control ambiental.
También se realizó la adquisición de un equipo de laboratorio de alta precisión con el fin de estudiar la conservación del soporte y de la capa pictórica. Así como la investigación documental para integrar los expedientes de cada códice, determinar su status y elaborar el historial de cada uno de los documentos y del acervo en su conjunto.
También en este aspecto de conservación se plantea, a largo plazo, el análisis de los materiales constitutivos y técnicas de manufactura. Esto con el fin de que aporten conocimientos necesarios para la elaboración de réplicas que recuperen los modos de producción de estos documentos. De esta manera, se obtendrán datos fundamentales para determinar los niveles de intervención de los mismos.
La conservación de códices, una vieja labor
Dada la importancia de los códices y su conservación, desde tiempos muy tempranos existió el deseo de reunir en colecciones los documentos mexicanos valiosos y sacar copias de éstos. En el presente se han hecho importantes esfuerzos editoriales para su estudio y difusión. Entre los primeros tenemos a los frailes misioneros.
Un ejemplo destacado es Sahagún. La obra de este autor es trascendente porque recoge testimonios orales de primer rango. Además, se introduce en éstas pinturas de trazos indígenas a la manera de los códices.
Del siglo XVII sobresale la figura de Sigüenza y Góngora. Dicho autor se apropió del pasado prehispánico y lo incorporó a la historia novohispana como un antecedente histórico natural. Además, es también el primero en reunir una valiosa colección de documentos, manuscritos, pinturas y piezas que a su muerte legó al colegio de San Pedro y San Pablo de México.
De la ilustración del siglo XVIII se distinguen Lorenzo Boturini, (además de poseer un importante número de códices logró interesar a Carlos III y al Consejo de Indias en el pasado prehispánico), Mariano Veitia y León y Gama quienes también poseyeron importantes colecciones de antigüedades mexicanas, que sustentarían estudios posteriores de cronistas oficiales de la corona.
La preservación de los códices en la actualidad
En la primera mitad del siglo XIX salieron de México gran parte de los documentos reunidos por los eruditos mexicanos antes citados pasando por diversas manos: Humboldt, Aubin, Goupil hasta llegar a la Biblioteca Nacional de París.
Cabe destacar que, otros historiadores interesados en esta materia fueron Carlos María de Bustamante, Lord Kingsborough, José Fernando Ramírez, Orozco y Berra, García Icazbalceta, Alfredo Chavero, Francisco del Paso y Troncoso, Eduard Seler y, más recientemente, Alfonso Caso.
Todos estos estudiosos brindaron importantes contribuciones al dar a conocer la obra de los primeros misioneros: Sahagún, Durán, Motolinía, Molina, Zumárraga, etc., así como ediciones y comentarios, estudios e interpretaciones de gran número de códices que nutrieron historias generales y particulares sobre las culturas prehispánicas.
Entre los segundos destacan la casa editora Graz de Austria. Dicha casa, desde 1961, ha publicado valiosos facsimilares de códices con una calidad destacada. En México, primero fue el Museo Nacional quien editó en 1933 los códices Techialoyan y Sierra. Posteriormente el Instituto Nacional de Antropología e Historia prosiguió esa tradición editorial que ha sido de largo alcance.
El Fondo de Cultura Económica también ha desarrollado un programa de publicaciones de códices desde 1963. El primero en publicarse fue el códice Borgia. Y, desde entonces, se ha dado continuidad al proyecto con la edición de un número representativo de facsimilares haciéndolos accesibles al público mexicano.
Se unen a esta importante labor esfuerzos particulares de universidades extranjeras y nacionales. Así como centros de investigación e iniciativas personales, dando como resultado un mayor conocimiento de estos invaluables testimonios pictográficos con imágenes de excelente manufactura que resguardan el pasado de nuestras culturas del México Antiguo y que son considerados hoy memoria del mundo.
Fuente: México en el Tiempo No. 33 noviembre / diciembre 1999