Colecciones de La Granja en los museos mexicanos
Museo Soumaya
Museo Soumaya Cerca de 1780, la excesiva producción de la Real Fábrica de Cristales de La Granja, en la provincia española de Segovia, originó una crisis de grandes proporciones. En un intento desesperado por salvarla, la Corona propició una etapa de exportación a gran escala rumbo a América, vía Veracruz, gracias a lo cual en México se pueden encontrar numerosas piezas, tanto en los museos, como en manos de coleccionistas privados.
Medio siglo antes, la necesidad de abastecer de vidrio plano para cubrir las ventanas del palacio campestre de Segovia hizo que Felipe V iniciara la construcción de la Real Fábrica. Muy pronto, el pequeño horno inicial fue insuficiente, pues la producción se había diversificado. Empezaron a fabricarse faroles, botellas, espejos –de regular calidad–, vajillas, lámparas e instrumentos de óptica. El monarca, gran impulsor de la industria española, importó mano de obra de artesanos procedentes de los principales centros vidrieros de Europa: Italia, Alemania, Inglaterra, Francia y posteriormente Noruega. Cabe mencionar que esto se consiguio a pesar de que los artesanos especializados vivían recluidos en su lugar de trabajo, sin posibilidad de viajar al extranjero, para evitar que mostraran en otros países los “secretos de su arte”.
Si se les descubría intentando trabajar o haciendo trabajos para otra empresa se hacían acreedores a la cárcel y hasta a la pena de muerte. No obstante, tales restricciones, a mediados del siglo XVIII la Real Fábrica llegó a tener 200 empleados de 14 nacionalidades. Por aquellos años se inició la producción de vidrio colado, que permitía obtener piezas más grandes y de mejor calidad. El vidrio de La Granja fue suficiente para cubrir todos los requerimientos de los palacios reales. Además, de sus talleres salieron 200 globos para iluminar Madrid, un trono de espejos grabados y tallados para la Virgen de las Angustias de Aranjuez y algunas escenografías para ópera.
En 1770 un incendio destruyó las instalaciones y los planos de la fábrica. Por decreto real se construyó un edificio de granito y ladrillo, un molino hidráulico para triturar la barrilla –planta de la cual se obtiene la sosa– y una academia de diseño. Sin embargo, la bonanza no se prolongaría por mucho tiempo. A finales del siglo XVIII, el crecimiento de La Granja provocó un gran malestar social en la región a causa de la desmedida tala de árboles, situación que aunada a la crisis de la monarquía que culminó con la invasión francesa a España, causaron el descenso del 60% de la producción y del deterioro de la calidad de sus productos.
A principios del siglo XIX, José Bonaparte arrendó La Granja a empresarios particulares al recuperar el trono de España Fernando VII, pero la fábrica estaba en plena decadencia. En México empezaron a venderse piezas de La Granja, excedentes de la antigua producción.
El Museo Soumaya de la Ciudad de México cuenta con una valiosa colección de 43 piezas de La Granja fabricadas en sus diferentes etapas y con diversas técnicas. Su estado de conservación es excelente. Estas piezas –jarras, copas y vasos, entre otros–, proceden de una colección privada. Museo Franz Mayer Uno de los atributos que suele sorprender a quien admira una pieza antigua de vidrio o cristal, aparte de la belleza de su forma, su transparencia o su decoración, es el hecho de que tal objeto, en extremo frágil, haya sobrevivido hasta nuestros días en buen estado de conservación. Afortunadamente, muchas obras de arte en cristal se han salvado de la destrucción gracias a la labor de conservación que se lleva a cabo en los museos.
En México hay varias instituciones museísticas que en sus acervos cuentan con importantes piezas de vidrio y cristal. Uno de ellos es el Museo Franz Mayer, el cual alberga una colección de aproximadamente 350 piezas. Estas obras de arte se pueden clasificar según su decoración en varios grupos, talladas y grabadas con diferentes técnicas. A una talla se le conoce con el nombre de “pepita”, es decir, aquella que presenta pequeños cortes almendrados o lenticulares –en forma de lenteja–; otras piezas –opalinas o de color lechoso– están decoradas con esmaltes o doradas al fuego y algunas más ostentan un trabajo de decoración mixta, que combina varias de las técnicas anteriores. En cuanto al sistema de elaboración, las hay de vidrio soplado y moldeado y de vidrio prensado, estas últimas de manufactura más reciente.
Es difícil conocer con exactitud la procedencia de la mayoría de las piezas que forman esta colección. Algunas de pepita se suelen identificar como mexicanas, pero la gran mayoría son de origen español, concretamente de la Real Fábrica de Cristales de San Ildefonso, más conocida como La Granja.
Fundada en 1727 y establecida en terrenos próximos al Palacio Real de La Granja de San Ildefonso, en la provincia de Segovia, fue
la fábrica de vidrio más importante de España durante el siglo XVIII y comienzos del XIX. Por ser establecimiento oficial, contó con la protección del rey Felipe V y, junto con la fábrica de tapices de Santa Bárbara y la de porcelana del Buen Retiro, constituye uno de los ejemplos más representativos de las manufacturas reales de carácter suntuario en España.
El objetivo principal de la Real Fábrica de Cristales de La Granja fue surtir de espejos y vidrios planos a las residencias reales, pero pronto se fabricaron también vidrios y cristales de otras clases que imitaban a las manufacturas inglesas, francesas y de Bohemia, debido en parte a la incorporación a esta fábrica de notables maestros vidrieros extranjeros. No obstante, los excesivos costos de los trabajos experimentales, aunados al escaso volumen de ventas ocasionado principalmente por la falta de mercado y el alto precio de los géneros, llevaron a la Real Fábrica a una difícil situación económica, por lo que se buscaron alternativas, como en el abaratamiento en los precios, el ofrecimiento de ciertas facilidades a los comerciantes que adquirieran géneros al por mayor y la exportación al Nuevo Mundo.
En 1760 se envió a la Nueva España una primera remesa a cargo de un comis
ario que custodiaba una gran variedad de objetos, entre los que había espejos, vidrios planos, lunas para cornucopia –espejo pequeño con marco tallado y dorado del cual salen uno o dos brazos que soportan velas que a su vez se reflejan en el espejo–, cornucopias con brazos de cristal, todo tipo de vasos y copas, vinagreras, saleros, garrafas y anteojos. Este envío siguió el itinerario de La Habana, Veracruz y Ciudad de México, pasando antes por la feria comercial de Jalapa.
Por la documentación existente se sabe que el producto de las ventas de este primer envío fue llegando progresivamente a la metrópoli, lo que confirma la buena acogida de estos objetos en la Nueva España. Al cabo de unos años serían enviadas otras remesas, pero la responsabilidad de los gastos ya no corrió a cuenta de la Real Fábrica, sino que se delegó a comerciantes privados que comercializaron estos productos, es decir, se creó un comercio libre, lo que explica el porqué se puede encontrar un número importante de piezas de vidrio y cristal de La Granja en las colecciones mexicanas.
La colección de La Granja en el Museo Franz Mayer está formada principalmente por un grupo de piezas con decoración mixta que combina la técnica de grabado, dorado y esmaltado y su repertorio ornamental generalmente se basa en flores y ramos, sueltos o entrelazados.
El museo también cuenta con algunas piezas muy interesantes, decoradas con el escudo de la República Mexicana acompañado de la leyenda “Viva la República Mexicana” o “México Tierra y Libertad”. Algunos autores afirman que tales piezas fueron realizadas especialmente para el mercado mexicano en la Fábrica Real de La Granja, opinión que se apoya en la extraordinaria semejanza con las procedentes de la metrópoli; sin embargo, según afirma la especialista en la materia Paloma Pastor, “la documentación existente hasta la fecha es insuficiente para poder atribuir estos recipientes a la manufactura segoviana, pues también la calidad de las pastas y las decoraciones doradas presentan una disparidad respecto a las producciones de San Ildefonso contemporáneo”.
No sería improbable que ante la gran demanda de vidrio y cristal que existía en la Nueva España se empezaran a copiar objetos procedentes de La Granja, probablemente en Puebla, tomando en cuenta la tradición que esta ciudad tenía en la manufactura de vidrio. De cualquier modo, sea cual fuere el origen de los objetos, es innegable la influencia de la Real Fábrica de Cristales de La Granja en la producción vidriera de la Nueva España.
Fuente</b>: México en el Tiempo No. 37 julio / agosto 2000
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