Corpus Christi y Día de las Mulas, ¿qué es y por qué se celebra?
El jueves de Corpus Chisti es una tradición cristiana que, en México ha tenido un arraigo particular. Aquí te contamos sobre el Día de las Mulas.
El jueves de Corpus Christi es una fiesta que logró un sincretismo particular, ya que está basada en el ritual católico pero que en México se adoptó de una manera singular: se convirtió en el Día de las Mulas y los niños se visten con mantas y huaraches para ir a la celebración.
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Aquí te contamos cómo nació y recogimos una crónica de una fiesta en la Catedral Metropolitana que busca recrear la riqueza cultural que sucede en el jueves de Corpus Christi en la Ciudad de México.
El origen de la Fiesta del Corpus Christi
En el siglo XIII, la madre Juana, piadosa priora del convento Monte-Cornillón de Lieja (Bélgica), dominada por el profundo amor que profesaba a la Sagrada Eucaristía, y al no haber ninguna festividad que solemnizara la augusta institución de Jesucristo, quiso iniciarla.
La fiesta se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección. El objetivo es recordar que en la Sagrada Eucaristía se encuentra el cuerpo de Cristo.
La madre Juana fue secundada por el arcediano de la Catedral de Lieja, Jacobo Pantaleón, quien el 8 de septiembre de 1246, después de ser elevado al solio pontificio con el nombre de Urbano IV, hizo extensiva esta fiesta a todo el orbe católico. En 1316, Juan XXII decretó la procesión de Corpus y su octava y el oficio divino fue redactado por Santo Tomás de Aquino.
El jueves de Corpus Christi en México
Esta solemnidad tomó mucha importancia en México debido al carácter oficial que le dieron los soberanos y el pueblo, como ratificación del estrecho nexo existente entre la jerarquía eclesial y el gobierno civil.
Los preparativos para la procesión triunfal de la Sagrada Eucaristía empezaban antes de la víspera, con el tendido de las enramadas que cubrirían el recorrido, ya que estaba iniciada la época de lluvias. Estas enramadas eran construidas gratuitamente por los indígenas que vivían en la periferia de la ciudad.
Desde el martes anterior eran cortadas ramas de encino, en los más variados tonos de verde, de los otrora espesos bosques del sur de la ciudad, las cuales se transportaban a lomo de mula hasta las calles que la procesión recorrería, para elaborar con ellas las frescas enramadas que terminaban el miércoles por la noche.
Tres días antes de la procesión varios grupos de peregrinos partían desde Tlaxcala rumbo a la capital; de paso por Xochimilco cargaban sus recuas con frescas y olorosas flores —como la cacaloxóchitl (flor de cuervo)—, en blanco, rojo, amarillo y violeta, con las que elaboraban largas y graciosas cadenas rematadas con una blanca flor de yoloxóchitl (magnolia o flor de corazón), que el jueves, muy temprano, se colgaban del techo de la enramada.
Con fragantes pétalos de flor de variados colores, diseñaban hermosas alfombras que de tramo en tramo se distribuían a lo largo del recorrido.
En abigarrada multitud, a lo largo del trayecto se confundían charros de sombrero galoneado o jarano con los currutacos de sombrero de copa alta; chinas mexicanas y poblanas, indígenas de calzón blanco, petimetres y damas veladas.
Todos se apiñaban alrededor de los puestos de fruta y artesanías, donde se empalagaban con el dulcísimo dátil, la jugosa sandía, el oloroso melón de Jojutla, la verde pera de San Juan, el empedernido capulín o el recio chabacano y muchas otras frutas de la estación.
El Día de las Mulas
Sobre por qué es el Día de las Mulas hay dos versiones: la leyenda católica que dice que una mula se arrodilló ante la Sagrada Eucaristía que le presentó San Antonio de Padua, hecho que logró que un infiel se convirtiera al catolicismo.
Otra versión alude a las mulas como los animales clave para transportar todos los elementos que se ofrendaban en la fiesta y que formaban parte de la peregrinación.
Crónica de un Día de las Mulas en la CDMX
Ese día, desde muy temprano, maromean de alegría las campanas de la Catedral en melodiosa, consonante y sonora armonía con la grave y timbrada voz de la mayor Santa María de Guadalupe, invitando a los fieles a la festividad del Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. La Plaza Mayor está de fiesta.
Las altas rejas de la Catedral Metropolitana cobijan amorosas a la hormigueante multitud de padres orgullosos que llevan de la mano a sus pequeños hijos vestidos de inditos y de inditas; calzados con huaraches, los niños cargan pequeños huacales henchidos de frutas, verduras y flores.
Numerosos fotógrafos, en interesantes escenarios imitando jacales, adornados con artesanías populares, plantas, flores, aves y burros en vez de mulas, hacen su agosto en junio fotografiando a los inocentes y felices chicos junto a sus orondos padres, para eternizar el hermoso recuerdo de ese día.
Fuera del atrio, en heterogénea vendimia, lucen todos los elementos necesarios para ataviar a los pequeños: vestidos de algodón primorosamente bordados en brillante colorido, cintas, huaraches, collares de cuentas y de chaquira; sombreros, morrales y huacales; flores, verduras y frutas de verdad o de mentiritas, de pasta de almendra o de pepita.
También están a la venta hermosas y originales artesanías relacionadas con la fiesta, entre las que sobresalen las famosas mulitas de mil tamaños y formas que invaden las banquetas.
Las hay de tule, de barro, de vidrio soplado y de muchos y variados materiales, desde muy grandes hasta las más pequeñas para la solapa.
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