Cueva Puente de Dios - Resurgencia. Cueva de la Mano (Guerrero) - México Desconocido
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Cueva Puente de Dios – Resurgencia. Cueva de la Mano (Guerrero)

Guerrero
Cueva Puente de Dios – Resurgencia. Cueva de la Mano (Guerrero) fifu

La Sierra de Filo de Caballo se encuentra en la Sierra Madre del Sur, al noroeste de la ciudad de Chilpancingo, en el estado de Guerrero. En ella se encuentran tres grandes mesetas de masa calcárea (porción de suelo conformada por piedra caliza) ideales para la formación de cuevas, sótanos y resumideros que resultan todo un reto para los espeleólogos que desean encontrar nuevas cavidades.

La Sierra de Filo de Caballo se encuentra en la Sierra Madre del Sur, al noroeste de la ciudad de Chilpancingo, en el estado de Guerrero. En ella se encuentran tres grandes mesetas de masa calcárea (porción de suelo conformada por piedra caliza) ideales para la formación de cuevas, sótanos y resumideros que resultan todo un reto para los espeleólogos que desean encontrar nuevas cavidades.

En 1998, al estudiar las cartas topográficas y las fotos aéreas de esta zona, Ramón Espinasa se dio cuenta que la existencia de gran cantidad de dolinas (depresiones en el suelo sin salida aparente y generalmente de forma cónica) y ríos que se truncan repentinamente, representaría un buen potencial para explorar. Sabiendo que ningún grupo espeleólogo trabajaba en la zona, decidió echar un vistazo junto con Ruth Diamant y Sergio Nuño.

En el primer viaje sólo recorrieron algunos caminos, pudiendo observar y confirmar las grandes dolinas de la zona de Filo.

En los cuatro viajes posteriores, con más gente y más tiempo disponibles, se dedicaron a la prospección y posicionamiento de hoyos y cavidades. No podían descender demasiado debido a que la búsqueda se realizaba en época de lluvias. Conforme se iban descubriendo más cavidades en cada uno de los viajes de exploración, los ánimos aumentaban.

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Uno de los hallazgos más importantes lo hizo Ramón en la carta topográfica núm. E1 4C27 del INEGI, a mediados del año 2000, cuando vio una depresión y un río que se adentraba en ella, sólo podía tratarse de una cueva y, mejor aún, todo parecía indicar que la salida debería encontrarse a un kilómetro de distancia, con un diferencial aproximado de 300 metros de altura, resurgiendo una vez más el río.

En agosto se organizó una salida con Ruth y Gustavo Vela. Durante la exploración encontraron muchas entradas a cuevas y sótanos. También se dirigieron mediante un GPS (sistema de posicionamiento global vía satélite) a las coordenadas de la gran depresión que indicaba el mapa en la parte final de la meseta sur. Después de una larga caminata quedaron fascinados al ver una gran entrada fósil a una cueva. Con mucho cuidado bajaron la inclinada pendiente que presentaba la entrada. Al llegar a la base se encontraron con un salón de grandes dimensiones. Dentro de éste, caminaron unos 100 metros hasta dar con el río que brotaba de entre unas piedras y, al lado contrario, se percataron de que seguía un gran túnel.

Con estos resultados preliminares iniciaron la cuenta regresiva de los días que faltaban para que terminara la temporada de lluvias. Hubo que esperar hasta principios del onceavo mes para resolver la profundidad y la distancia de esta gran cueva inexplorada y saber si contaba o no con una salida en su otro extremo.

El primero de noviembre del 2000, después de ocho horas de viaje de la ciudad de México hasta la cueva, llegó un equipo de 10 espeleólogos con todos los ánimos que necesitaban para iniciar la exploración y la topografía.

Colocaron el campamento base en medio de un espeso bosque. Una gran fogata calentaba las miradas, los pensamientos y las conversaciones de lo que les esperaba al día siguiente.

Por la mañana se organizaron los equipos. El de Humberto Tachiquin (Tachi), Víctor Chávez y Erick Minero se quedó a cuidar el campamento, disfrutando de un día soleado. Los grupos de trabajo decidieron dividirse en dos para realizar una topografía simultánea (es decir, que un grupo iniciara la topografía de un área, y el otro se adelantara determinada distancia para que cuando el primero lo alcanzara y rebasara le dejara espacio, haciendo más rápido el trabajo). Después de una hora de caminata llegaron a la boca de la cueva. El grupo de Ramón, Ruth y Arturo Robles empezó con las mediciones del gran salón, encontrando una claraboya en la cual entraban bellamente los rayos del sol y que conduciría a una entrada superior; también vieron algunos derrumbes en las paredes y colapsos del techo. Mientras tanto, el grupo de Gustavo, Jesús Reyes, Sergio y Diana Delfín inició con la rampa de entrada para luego seguir de frente dedicándose a la topografía del túnel que seguía al primer salón.

Con una inclinación promedio de 18 grados y unas dimensiones de 20 metros de alto por 15 de ancho, el túnel seguía con algunas desescaladas. El caudal de agua fría los seguía paso a paso, cruzándoseles algunas veces.

Poco a poco la corriente de aire se incrementó hasta que los siete espeleólogos llegaron al primer tiro con una cascada. Vieron que al lado de éste había un ramal fósil por donde sería más fácil bajar sin mojarse. Con 22 metros de profundidad, el tiro se unió una vez más a la galería del río.

Continuaron realizando la topografía hasta llegar a una poza de ocho metros de largo. En ésta, el nivel del agua fría les llegaba hasta el cuello, por lo que la mayoría decidió ponerse el traje de neopreno, excepto Jesús y Gustavo, que pensaron que sería mejor quitarse la ropa poniéndola sobre sus cabezas al cruzar la poza y así continuar secos la exploración. Cosa que les funcionó muy bien.

El siguiente tiro de nueve metros que encontraron lo armaron por otro ramal fósil, salvando la cascada y una poza. Ese día decidieron no seguir bajando más debido al esfuerzo físico que habían realizado, por lo que se dispusieron a regresar al campamento para continuar al día siguiente.

Esa mañana salieron dos grupos. En el primero iban Gustavo, Diana y Jesús, quienes empezaron con las mediciones después del segundo tiro. La cueva continuó con un gran corredor de grandes dimensiones, con mucha agua y algunas galerías fósiles con estalactitas y estalagmitas sorprendentemente deformadas por el paso del aire. Mientras tanto, el segundo grupo, formado por Tachi, Víctor y Erick, se adelantó al primer grupo, ellos encontraron algunas desescaladas con agua, más salas fósiles, perlas de caverna y el tercer tiro con cuatro metros de alto, el cual llegaba a otra poza. Algunos decidieron saltarlo y otros hacer el rappel para llegar al agua y salir nadando.

Aproximadamente siete horas después de haber iniciado el viaje de ese día, los seis espeleólogos vieron a lo lejos la luz del día. Eso quería decir que Ramón estaba en lo correcto al predecir geológicamente que sería una cueva con una segunda salida en su otro extremo.

El equipo de Diana llegó al cuarto tiro que tuvo siete metros de altura. También esta caída llegaba a una poza y ocurrió lo mismo: unos saltaron y otros bajaron por la cuerda. La emoción embargaba a todos, pues eran muchas las ganas de terminar la topografía y alcanzar la luz del día.

Para salir, el primer equipo tuvo que poner la cuerda en el quinto y último tiro y nadar. El equipo de Tachi subió por un ramal fósil para topografiarlo y tomar la antigua salida de la cueva, por la que miles de años atrás salía el agua debido a que no se había erosionado la parte inferior.

Terminado el trabajo, buscaron el penoso camino al campamento (penoso porque hasta después de una hora pudieron dar con él) y dos horas después platicaron con sus compañeros los resultados finales.

Ellos fueron los primeros espeleólogos en hacer la travesía de la “Cueva Puente de Dios-Resurgencia Cueva de la Mano”. El nombre les fue dado por los lugareños desde mucho tiempo atrás.

En el cuarto día de trabajo salió el equipo de Ramón, Ruth y Sergio, seguido por el de Tachi, Jesús y Arturo para terminar de topografiar algunos ramales pendientes y para retirar la cuerda. Este último viaje se realizó de abajo hacia arriba con la finalidad de hacer el recorrido de la cueva al revés.

Finalmente, la cueva tuvo 237.6 metros de profundidad y 2 785.6 de longitud. Y aunque no tuvo gran profundidad, los corredores de mármol bellamente pulidos por el agua, las curiosas formaciones y el dinamismo del agua dan paso a una de las más bellas cuevas del estado de Guerrero, cuya travesía es inolvidable.

La última noche, satisfechos del logro alcanzado por el grupo SMES (Sociedad Mexicana de Exploraciones Subterráneas) y teniendo la seguridad de que seguirían explorando esta interesante zona, planearon el regreso a la ciudad de México.

SI USTED VA A FILO DE CABALLO

Saliendo de la ciudad de Cuernavaca tome la carretera federal núm. 95 rumbo a la costa; pasará por varios pueblos, entre ellos Iguala; después recorrerá 71 km hasta la desviación, en Milpillas, a una carretera secundaria. Tras recorrer unos 60 km llegará a Filo de Caballo, lugar donde se encuentra la Cueva Puente de Dios, ubicado en los límites del Parque Natural del Estado de Guerrero.

Fuente: México desconocido No. 291

Sierra madre del sur
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