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El arte decorativo en la cerámica Casas Grandes (Chihuahua)

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El arte decorativo en la cerámica Casas Grandes (Chihuahua) fifu

La creación de vasijas de cerámica entre las diferentes culturas prehispánicas asentadas en lo que actualmente se conoce como el área de Mesoamérica y el norte de México.

La creación de vasijas de cerámica entre las diferentes culturas prehispánicas asentadas en lo que actualmente se conoce como el área de Mesoamérica y el norte de México, es un elemento considerado por los estudiosos de estas antiguas civilizaciones como una de las características que permiten identificar su grado de desarrollo tecnológico alcanzado, así como sus logros artísticos reflejados en la elaboración de una gran variedad de formas y técnicas decorativas. En la cerámica también se pueden detectar y estudiar elementos culturales compartidos por diferentes grupos ubicados en distintas áreas geográficas; además es posible identificar, tanto su procedencia como su temporalidad; sin embargo, la alfarería no fue compartida por todas las sociedades precolombinas asentadas en lo que actualmente es la República Mexicana. En estas se distinguen dos áreas culturales completamente diferentes: Mesoamérica y el Norte de México, en las que el medio ambiente y sus restos materiales constituyen los elementos de mayor contraste entre ambas.

La gran extensión geográfica ocupada por el norte de México comprende los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Aguascalientes, Nuevo León, Durango, Zacatecas, Querétaro, las porciones septentrionales de Tamaulipas, San Luis Potosí, Guanajuato y Jalisco, Ahí se han localizado diferentes desarrollos culturales, entre los cuales sobresale la llamada Oasis América, asentada en la porción suroeste de los Estados Unidos y formada por las culturas Anasazi, Hohokam y Mogollón; también la encontramos en el noroeste de México, principalmente en la porción noroeste del estado de Chihuahua, donde se asentó la cultura de Casas Grandes, nombre con el que se designa al sitio arqueológico conocido también como Paquimé. Esta ciudad prehispánica se caracteriza por su medio ambiente desértico y por sus construcciones arquitectónicas civiles y religiosas de tierra; se ubica en el Municipio de Casas Grandes, un kilómetro al sur de la actual población del mismo nombre. Este sitio, de gran importancia arqueológica, recibió una gran influencia de los grupos ubicados más al norte, principalmente de los anasazi y mogollón, además de diversos grupos mesoamericanos.

La ciudad de Casas Grandes está asentada sobre una extensión de 25,000 m2 donde se concentran plazas, construcciones religiosas, conjuntos habitacionales de varios pisos, -como lo demuestra la estructura conocida con el nombre de El Pilarón-, las cuales llegaban a tener hasta cuatro pisos sostenidos por grandes vigas de madera rematadas en capiteles tallados en roca basáltica de gran peso. Otra de las construcciones más significativas encontradas en Casas Grandes son las llamadas pajareras o jaulas para aves, las cuales contaban con calefacción, en donde se criaban una gran cantidad de pericos y guacamayas, de los que se aprovechaba su rico plumaje para la elaboración de escudos, penachos o diversos adornos, objetos muy apreciados en diferentes regiones de Mesoamérica.

El desarrollo cultural de Paquimé se manifestó en muy diversos aspectos, los que nos dan cuenta de un gran avance tecnológico y artístico, reflejado en su arquitectura, en la práctica del juego de pelota, en la elaboración de suntuosos ornamentos de concha y, lo más importante, en la elaboración de una refinada y compleja cerámica. El sitio arqueológico de Casas Grandes ha sido conocido desde el siglo XVI, época en la que Baltasar de Obregón relata la estancia de Francisco Ibarra durante el invierno de los años de 1565 a 1566. Posteriormente, Nicolás de La fora, llegó a esta ciudad el 28 de noviembre de 1766 para realizar una detallada descripción de sus principales características arquitectónicas. Las primeras excavaciones llevadas a cabo en este sitio arqueológico se realizaron entre 1958 y 1961 por parte del arqueólogo Charles Di Peso, gran conocedor de la cultura de Casas Grandes y creador del término La Gran Chichimeca, que contempla a todas las culturas prehispánicas localizadas en el extenso territorio del norte de México, desde grupos nómadas de cazadores-recolectores hasta sociedades sedentarias con una cultura más compleja. Durante estas exploraciones, Di Peso estuvo acompañado por el arqueólogo César Sáenz y el ingeniero Eduardo Contreras. 

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El doctor Di Peso propuso cuatro etapas culturales para Casas Grandes, la primera corresponde al llamado Período Viejo que se inicia alrededor del año 700 d. C. y finaliza en 1060 d. C.; a la siguiente etapa se le conoce como Período Medio, esta se ubica entre los años de 1060 y 1340 d.C., la época considerada como la de máximo desarrollo cultural, es entonces cuando la arquitectura adquiere características relevantes, se practica el juego de pelota y se elaboran suntuosos ornamentos en concha con incrustaciones de turquesa, además de adornos elaborados en cobre; además, fue en este período cuando los alfareros lograron crear verdaderas obras maestras, caracterizadas por sus formas y decoración policroma. En la parte final de este período se inicia la decadencia de esta cultura, todas las actividades artísticas y comerciales sufren una ruptura. Cabe aclarar que los arqueólogos Beatriz Braniff y Ben Brown proponen que estas fechas se recorran, ya que los hallazgos efectuados durante exploraciones recientes les han permitido determinar que este período está comprendido entre los años de 1300 a 1450 d.C. Finalmente, durante el Período Tardío, de 1450 a 1660 d.C., los objetos de cerámica son de menor calidad, presentan un acabado burdo; la última época corresponde al Período Españoles, de 1660 al 1821 d.C. Di Peso publicó los resultados de sus investigaciones en ocho tomos editados por la Amerind Foundation, de Dragoon, Arizona; es precisamente en el volumen VI donde se refiere principalmente a los materiales cerámicos y de concha, así mismo presenta un análisis completo, tanto de la cerámica monocroma, como de la decorada; también nos muestra la secuencia cronológica de las formas y tipos cerámicos e incluye además una gran cantidad de los motivos decorativos encontrados, tanto en fragmentos, como en piezas completas. Ahí nos podemos dar cuenta de la extensa variedad de elementos y figuras presentes en esta cerámica.

La cerámica en Casas Grandes alcanzó un gran desarrollo artístico, debido principalmente a sus delicadas formas simétricas que llegan a tener paredes bastante delgadas, además de la bella decoración del interior y el exterior de las vasijas. Entre estas piezas de arcilla encontramos una gran diversidad de formas, entre las que destacan las ollas de boca estrecha y cuerpo globular, las ollas dobles comunicadas y las de efigies antropomorfas y zoomorfas, así como vasijas miniatura en forma de cajetes, ollas de doble cuerpo o en forma de extremidades humanas; también encontramos vasijas cruciformes con decoración policroma, mismas que sirvieron para contener el alimento de las diversas aves domesticadas que habitaban en este sitio. Esta cerámica ha causado una gran admiración desde finales del siglo pasado, cuan- do el viajero y explorador de origen noruego Carl Lumholtz, recorrió gran parte del noroeste de la República Mexicana entre los años de 1890 y 1898. Durante sus viajes, Lumholtz describe todos los aspectos que pudo conocer, tanto de los pueblos vivos, como los ya desaparecidos, fue el primer investigador en dar a conocer en su magnífica obra “El México Desconocido”, publicada en 1904, la cerámica decorada de Casas Grandes, en sus páginas podemos admirar, mediante láminas realizadas en blanco y negro y color reproducidas con gran realismo, técnicas de dibujo excepcionales, algunas formas de su cerámica y su elaborada decoración, presentada en forma de extensión, como el autor denomina a esta técnica en la que se aprecian todos los componentes de los motivos decorativos. Además, Lumholtz acompaña su información con una pequeña descripción de las formas y los motivos decorativos llegando a la conclusión que los más recurrentes son la serpiente y las aves tropicales representadas por quetzales en actitud de vuelo.

Con base en los datos encontrados en los ejemplares de cerámica que estaban a su disposición en ese momento, el autor llega a la conclusión de que los alfareros de Casas Grandes tuvieron filiación azteca y tenían como deidad a Quetzalcóatl. Posteriormente, a principios del presente siglo, varios investigadores norteamericanos y mexicanos emprendieron la tarea de estudiar y analizar la cerámica de Paquimé con un mayor detenimiento; en sus reportes trataron de explicar su origen y desarrollo, concluyendo que la cultura de Casas Grandes, por la similitud de los motivos decorativos, es una extensión de la cultura Mogollón del suroeste de los Estados Unidos; también encontraron elementos que indican un contacto cultural con grupos norteamericanos, como la presencia de la greca escalonada en algunos ejemplares de su cerámica. Un gran porcentaje de las piezas presentan sobre su superficie una curiosa y singular decoración de carácter simbólico, naturalista y geométrico, motivos que se integran a toda la composición de una manera simétrica, los colores utilizados son principalmente el negro y el rojo, pintados sobre una base de color blanco, crema, café o negro. Estos motivos muestran la gran destreza de los alfareros, prueba de ello es el trazo firme y al mismo tiempo delicado en donde se selecciona el plano horizontal de las piezas cerámicas para plasmar la decoración, misma que se combina en un plano diagonal con trazos más cortos, formando así una composición rítmica con repetición de líneas y formas, que dan como resultado una sensación de gran dinamismo y vitalidad. Los principales elementos decorativos son de forma geométrica, como espirales, grecas escalonadas, pequeños cuadros alternados en forma muy similar a un tablero de ajedrez, círculos con un punto en el centro, líneas quebradas o en forma de zig-zag.

Así mismo encontramos perfiles de rostros humanos o cabezas de guacamayas las cuales lucen con todo su esplendor el pico abierto.  Las piezas de cerámica más llamativas y mejor acabadas son las ollas efigie, estas vasijas representan generalmente a seres humanos o animales de una manera más natural, en donde el rostro del personaje fue modelado con gran dedicación, dándole más importancia que al resto del cuerpo, simplemente representado mediante líneas punteadas onduladas o bien detallado mediante la técnica del pastillaje. Los rostros fueron decorados para dar la apariencia del típico maquillaje facial utilizado por la mayoría de los grupos indígenas y actuales del norte de México. Casi todas las ollas efigie antropomorfas presentan los cuerpos desnudos con el sexo indicado, lo cual nos estaría hablando del culto a la fertilidad de la tierra presente en esta cultura. Las ollas efigie zoomorfas representan generalmente a diversas aves con el pico abierto, las cabezas son una extensión de la pieza y sirven al mismo tiempo de asas, el plumaje de estos animales se disimuló a base de líneas geométricas rectas y onduladas. Muchas son las colecciones particulares o museos que cuentan con ejemplares de cerámica de Casas Grandes; sin embargo, el museo de sitio de la zona y el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México son los lugares donde podemos apreciar y contemplar estas magníficas obras de arte que están en exhibición, y que son testimonios y herencia de la cultura de Paquimé o Casas Grandes. 

Fuente: México en el Tiempo No. 16 diciembre 1996-enero 1997  

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