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El médico charlatán que dio origen a la palabra «merolico»

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Juan Rafael de Meraulyock llegó a México en 1879 para vender bálsamos capaces de curar de todo y dar la juventud eterna.

Los mexicanos le llamamos “merolico” a todo vendedor callejero que a través de sus artimañas verbales trata de marearnos para que le compremos menjurjes capaces de curar desde la tos de perro hasta la diabetes, entre otros males.  

Pero lo que casi nadie conoce es que el término en cuestión tiene su origen en el México de 1879, año en que llegó a la capital mexicana el judío polaco Juan Rafael de Meraulyock, un personaje de mostacho largo, barba abundante y ojo de vidrio que aseguraba ser un prominente médico. 

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El doctor Merolico y el bálsamo que lo curaba todo

Presentándose con una larga túnica entre griega y oriental, el galeno, quien por cierto antes había estado en otros países de Sudamérica, pregonaba tener bálsamos para curar todos los padecimientos conocidos y por conocer a un ínfimo precio de tres pesos por frasco. 

Además de asegurar que podía sacar más de cuatro mil piezas dentales en solo quince días,  ser un diestro médico y tener fármacos infalibles que jamás se habían visto por estas tierras. Por todo esto se empezó a ganar de forma veloz la antipatía del gremio de doctores y dentistas.  

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El acto de clavarse cuchillos en el cuello

Así, con algo de detractores pero también de seguidores, el falso galeno empezó a cobrar popularidad por prometer en cada presentación que en próximos días él mismo se atravesaría con espadas el cuello para comprobar que sus remedios harían que no le quedara daño ni cicatriz alguna, pero solo se trataba de una trampa para que la gente no se perdiera cada uno de sus shows de ventas.  

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Probablemente, como ese acto nunca ocurría, la gente empezó a desconfiar de él con el paso de las semanas y los meses, por lo que le empezaban a gritar: “¡Merolico!,¿quién te dio tan grande pico?”

La desaparición del doctor Meraulyock

Sin embargo  un día de 1880, Juan Rafael de Meraulyock ya no regresó a las plazas públicas para vender sus remedios milagrosos, hubo gente que lo fue a ver a su domicilio provisional ubicado en la calle de San Francisco, hoy calle de Madero, pero no salió, había desaparecido. 

Aunque sin proponérselo, aquel judio polaco había regalado a los mexicanos un término para nombrar a la gente que habla mucho y actuaba poco, no tardaron en decirle “merolicos” a los políticos de la época, pero también a otras personas que con el tiempo se dedicaron a la venta de pócimas milagrosas en las calles de México

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autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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