El prodigio de la piedra yucateca - México Desconocido
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Arte y Artesanías

El prodigio de la piedra yucateca

Yucatán
El prodigio de la piedra yucateca fifu

Ya el gran historiador del arte colonial que fue Manuel Toussaint nos advertía, en la década de 1940, sobre el desafío cultural que supone la suprema calidad de la arquitectura mesoamericana para la del periodo colonial.

Era algo, para él, que el estudioso del arte de la Colonia no podía olvidar. Y si esto es válido en otras partes de la República Mexicana lo es todavía más en Yucatán, con sus tesoros arquitectónicos de la civilización maya. Así que es en este contexto en el que debe ubicarse cualquier consideración de la arquitectura realizada en Yucatán a partir del siglo XVI.

Sin duda las edificaciones más importantes de la época colonial se ubican en Mérida. En primer lugar debe mencionarse la catedral, construida en el siglo XVI siguiendo un proyecto de Juan de Agüero y Pedro de Aulestia. La catedral se ubica frente a la plaza mayor, ahora arbolada con profusión; su exterior es austero y el interior posee el rigor propio del clasicismo renacentista, si bien con ecos medievales en la altura uniforme de todas sus bóvedas (excepto la cúpula). Son notables en particular la nervaduras que dividen las bóvedas en un cuadrícula esférica de gran exactitud.

Frente a la misma plaza principal se levanta la Casa de Montejo, temprana edificación doméstica y militar a la vez, cuya portada evidencia mayor refinamiento en los labrados de la parte baja que en la parte alta, como reflejo del progresivo decaimiento de las condiciones de vida en Yucatán durante el régimen colonial. Además de otros edificios de esta época, como el ex convento de La Mejorada, es notable en Mérida la grata habitabilidad de sus antiguas casonas, que se mantuvo en las construcciones del siglo XIX y principios de XX (años estos últimos en que se levantaron las residencias afrancesadas del Paseo Montejo).

Mérida es, gracias a esta arquitectura doméstica, una ciudad de gratas perspectivas urbanas dentro de una parte importante de su antiguo perímetro colonial y porfiriano.  Las ciudades mayas monumentales que ahora conocemos (como Chichén Itzá y Uxmal) se encontraban abandonadas a la llegada de los españoles y por eso sobrevivieron hasta nuestros días. Las que estaban habitadas, como T’ho, fueron destruidas, y este fue el caso también de Izamal, cuya gran pirámide se convertiría en el basamento de un convento de arquitectura austera, cuyas enormes dimensiones (en particular el atrio) obedecen a la necesidad de eclipsar el antiguo lugar sagrado de los mayas.

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El mismo arquitecto del convento de Izamal, Juan de Mérida, realizó el de San Bernardino en Valladolid (antes Zací), de carácter más acentuadamente militar, así como el de Maní, la población donde tuvo lugar el tristemente célebre auto de fe del obispo Landa, en que se quemaron los más valiosos códices de la cultura maya y se hizo escarmiento de los propios mayas que aún los conservaban. A consecuencia de esto, Maní inició un proceso de decadencia y hoy resulta difícil percibir su antigua importancia, la que se revela, por ejemplo, en la gran capilla abierta del monasterio.

El auge del cultivo del henequén en el siglo XIX benefició por un tiempo a los propietarios de las plantaciones, en cuyos terrenos se levantaron conjuntos fabriles para el procesamiento de la fibra y suntuosas residencias, hoy convertidas, algunas de ellas, en lujosos hoteles o en museos locales.

Fuente: Guía México desconocido No. 85 Yucatán / diciembre 2002

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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