El Teatro Nacional y Bellas Artes bajo la lente de Casasola
El paso del tiempo y la transformación de la ciudad es un cautivador paraje por explorar y descubrir.
El ejercicio de empatar y comparar los lugares por los que siempre se ha caminado y disfrutado tratando de imaginar las construcciones que ya no existen y pensando cómo fue el ritmo de vida de otros tiempos, nos da muestra del cambio inevitable de ideologías y formas de vida que guardan una hermosa nostalgia familiar. Uno de los ejemplos claros de esta metamorfosis puede observarse en la zona de la Alameda Central, en una de sus más esplendorosas construcciones: el Palacio de Bellas Artes. ¿Cómo imaginarlo sin el paso de tanto automoviles a su alrededor o sin la estacion del metro en su costado poniente?
EN LA BÚSQUEDA DEL PASADO
Sobre el Palacio de Bellas Artes me encontré con su antecedente inmediato: el Teatro Nacional, construido por el arquitecto español Lorenzo de la Hidalga, entre 1842 y 1844. El edificio se encontraba localizado al final de la calle 5 de Mayo visto desde el zócalo hacia el parque de la Alameda Central, sobre lo que es ahora el eje Lázaro Cárdenas; su construcción era de estilo clásico, semejante al de la Scala de Milán. Al frente presentaba un pórtico con cuatro columnas corintias que abarcaban dos pisos y remataban en lo alto con un barandal de hierro flanqueado con dos pilastras; en el remate del pórtico se colocaron bases para seis estatuas.
El nombre lo definieron los cambios políticos. Al término de su construcción se llamó Teatro Santa Anna, aunque a la caída de este régimen en 1845 se denominó Teatro Nacional; en 1853 y al regreso de Santa Anna al poder se le dio de nuevo su nombre y con la llegada de Maximiliano en 1863 se le llamó Teatro Imperial. Restaurada la república en 1867 volvió a llamarse Teatro Nacional hasta su demolición en 1905. El coliseo tuvo una gran actividad artística, social y política, ya que en él se hacían bailes de máscaras, reuniones sociales y las ceremonias del aniversario de la independencia, entre otras cosas. En este lugar se escuchó por primera vez el himno nacional.
AL INICIO DEL SIGLO XX
Entonces los cambios urbanísticos presentaban un crecimiento de la ciudad con avenidas amplias y construcciones de gran magnitud que dieran muestra de la modernidad y la transformación hacia una ciudad cosmopolita y contemporánea; las obras públicas de la época estuvieronmarcadas por esas ideas y es en ese momento que se consideró la creación de muchas construcciones y remodelaciones arquitectónicas como parte de la conmemoración del centenario del inicio de la Independencia. Entre tales proyectos se encontraban las siguientes obras: “el Hospital General (1905) en la colonia Doctores, de Roberto Gayol; la Dirección General de Correos (1902 -1907), de Adamo Boari y Garita; el Instituto Geológico Nacional (1900 -1906), en Santa María la Ribera, de Cartos Herrera”, y por supuesto el proyecto para darle un nuevo aspecto al Teatro Nacional, entre otros. Bajo los anteriores lineamientos no era suficiente hacerle una simple remodelación al lugar representante de la cultura; fue el arquitecto Adamo Boari, italiano que ya tenía experiencia en el ámbito de la construcción, quien propuso un teatro moderno, lo cual implicaría la demolición del Nacional y una transformación de la zona para obtener un nuevo lugar fastuoso y digno representante del régimen que lo edificaría, además de caracterizar el adelanto de una metrópoli como México.
ACERO Y MÁRMOL
La propuesta del edificio presentada por Boari incluía una plaza rodeada de jardines, con una pérgola que ligara éstos con la Alameda Central; Boari se inctinó por el naciente estilo artnoveauteniendo como paradigma al Teatro de la Ópera de París. Usó como materia prima el novedoso acero en la estructura, revestida de mármol y propuso ocupar esculturas como parte de la ornamentación externa que ayudaran a resaltar y dar énfasis a la construcción. En el interior del edificio daría paso a grandes aperturas arqueadas, decorados con cerámica y hierro bronceado; sería una construcción con rampas y escalinatas llenas de luz natural. El arquitecto cuidó el más pequeño detalle hasta en el último momento en que laboró, en 1916, lo que se vio reflejado en el trabajo cercano hecho con losescuttores que hicieron posible la ornamentación del edificio de 1907 a 1912. Entre estos colaboradores encontramos a Leonardo Bistolfi, quien se encargó del tímpano de la fachada principal con una pieza llamada La armonía. También realizó nueve tableros de querubines para el bajorrelieve llamado Juego de amor; hizo dos grupos para los rampantes del arco, uno es La Inspiración y otro La música, los cuales miden 6.15 metros. En los pegasos trabajó el escultor Querol y en los mascarones del caballero águila fue Gianetti Fiorenzo.
Las movilizaciones administrativa! para la realización del proyecto comenzaron en 1901; fue bajo las instrucciones del secretario de Hacienda en 1904, José Ives Limantour, que se expropian las fincas y el terreno donde se edificaría el nuevo coliseo y se llevó a cabo la demolición del antiguo Teatro Nacional. Como era de esperarse, una construcción de tal magnitud requeriría de muchos recursos económicos, largo tiempo y diferentes especialistas.
UN FRENO AL AVANCE
Por su dificultad las obras se fueron alargando, de tal suerte que los cambios políticos y la Revolución alcanzaron la construcción y frenaron su avance; por ello la historia del nuevo Teatro Nacional o Palacio de Bellas Artes se vuelve compleja. Adamo Boari deja concluido el exterior excepto la cúpula, pero aún inacabado se utilizaba para mítines y reuniones. De 1917 a 1929 se realizaron varios intentos de terminarlo sin buen resultado y es hasta 1930 que Federico E. Mariscal se hace cargo de finiquitar los últimos detalles constructivos.
Al frente se hizo un estacionamiento donde se colocaron los cuatro Pegaso en pedestal es de cuatro metros de mármol blanco y los vehículos podían circular entre el teatro y el estacionamiento.
La pérgola que se encontraba en la Alameda se adaptó para alojar un mercado de flores y en 1939 la mitad se convirtió en librería; fue destruida en 1973.
Concluido el Palacio de Bellas Artes se hizo una ceremonia de inauguración con la presencia del presidente de la república, Abelardo L. Rodríguez, el 29 de septiembre de 1934. El programa se dividió en dos partes: por la mañana se escuchó el himno nacional y laSinfonía proletaria,de Carlos Chávez; en la noche se presentó la sinfoníaPastoral,de Beethoven yLa verdad sospechosa,con la compañía dramática del Palacio de Bellas Artes. Entre las actividades del festejo se invitó a museos del mundo para que enviaran sus obras más representativas y se hizo una emisión postal conmemorativa.
Desde entonces, Bellas Artes ha tenido pequeñas readaptaciones y sufrido pocos cambios; en 1947 fue declarado sede del Instituto Nacional de Bellas Artes, primera institución de carácter artístico en el país, por lo que los espacios tuvieron que dividirse en tres partes: el teatro y sus servicios, el Museo Nacional de Artes Plásticas y las oficinas administrativas.
Actualmente continúa siendo uno de los edificios obligados de visitar en la ciudad de México, ya que este inmueble y su historia nos enriquece en muchos sentidos y da peso a las manifestaciones artísticas que actualmente presenta. Así esperamos que dure, estable y sin ninguna otra transformación, por lo menos durante un siglo más.
Fuente: México desconocido No. 338 / abril 2005
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