Carlota, la emperatriz que enloqueció y recordó su fracaso en México hasta su muerte
Educada para reinar, la emperatriz Carlota llegó a México entusiasmada por la grandeza que creía le esperaba, sin saber que solo encontraría tragedia
María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, después conocida como la emperatriz Carlota, nació en 1840 como princesa, hija del rey Leopoldo I de Bélgica y su esposa, la princesa francesa Luisa María de Orleans.
Fue la única mujer entre cuatro hermanos y recibió una educación privilegiada. Sin embargo, a los 10 años pierde a su madre, por lo que queda bajo la tutela de Antonieta Dionisia de Grimoard, condesa d’Hulst.
Años más tarde, en 1857, a los 17 años, se casó con Maximiliano de Habsburgo, un joven elegante y de rasgos finos, hermano de Francisco José I, el emperador de Austria. No obstante, como ninguno de los dos era heredero directo de un trono, vivían una vida sin responsabilidades ni reflectores en el castillo de Miramar, Italia.
Una comitiva mexicana viaja a Europa para consagrar a la emperatriz Carlota
Mientras tanto, en nuestro país se vivían tiempos convulsos por la reciente Guerra de Reforma (1858-1861), en la que liberales, encabezados por Benito Juárez, y conservadores, quienes luchaban por restaurar privilegios a la Iglesia católica, se disputaban el poder.
A la par, México sufría la segunda intervención de Francia en su territorio, la cual se mantuvo desde 1862 y hasta 1867. En ese contexto, un grupo de conservadores mexicanos viaja a Europa buscando un monarca para México, y el emperador Napoleón III de Francia apoya la idea proponiendo que Maximiliano y Carlota instauren un imperio francés en nuestro país.
Los jóvenes, ingenuos y sin experiencia, se embarcaronn en la tarea. Según una carta que Carlota escribió a la condesa d’Hulst, documentada por la investigadora y traductora alemana Susanne Igler, parece que la princesa convenció a Maximiliano, quien tenía sus reservas del proyecto; pues para ella era una “misión divina” que ambos debían cumplir, en la que podrían “fundar una dinastía y ocuparse del bienestar de un pueblo”.
Esto le escribió Carlota a la condesa d’Hulst:
Yo prefiero por mi parte una posición que ofrece actividad y deberes, aun dificultades si queréis, a contemplar el mar desde una roca hasta los setenta años».
En consecuencia, el 10 de abril de 1864, Maximiliano y Carlota fueron coronados emperadores en la Ciudad de México. La joven se convirtió así en Su Real Majestad Imperial, Carlota de México.
México, el paraíso que no lo fue
Ya en nuestro país, Carlota se dio cuenta que era un territorio en guerra pues Benito Juárez encabezaba la resistencia de los liberales. Por cartas recuperadas, se sabe que los primeros meses fue feliz y se tomó muy en serio su papel, emprendiendo proyectos sociales y de infraestructura mientras Maximiliano se iba a Cuernavaca a cazar mariposas.
Desafortunadamente para ella, los liberales fueron ganando territorio a las tropas francesas y cuando éstas empiezan a abandonar el país, en 1866, su imperio se tambalea. En consecuencia, Carlota se marcha a Europa en busca de apoyo; se entrevista con el emperador Napoleón III y con el papa Pio IX, pero no obtiene resultados.
Mientras tanto, en México, los liberales recuperan el poder y después de su captura, Maximiliano es ejecutado en Querétaro el 19 de junio de 1867.
La locura de la emperatriz Carlota
Según la politóloga y escritora Martha Robles, autora del libro Carlota, falsa emperatriz de México, la joven empezó a mostrar comportamientos erráticos y compulsivos; se mordisqueaba las uñas sin parar; se jalaba el pelo constantemente; hasta que fue inevitable diagnosticarla con un trastorno mental grave.
Robles contó en entrevista para la BBC que a Carlota le aterrorizaba la idea de ser envenenada, por lo que exigía a su servidumbre cocinar en sus aposentos. Además solo tomaba agua de fuentes públicas que ella misma recogía.
También empezó a sufrir un grave insomnio, no confiaba en nadie y fue recluida en un cuarto con barrotes en su Castillo de Miramar, donde el tratamiento para sus males fue el aislamiento total, agua helada e inmovilización.
Carlota tenía solo 26 años cuando fue diagnosticada con locura y vivió hasta los 86 años en esas condiciones. Moriría el 19 de enero de 1927.
Finalmente, según el historiador Luis Weckmann, quien escribió un libro sobre las relaciones franco-mexicanas, las últimas palabras de la fugaz emperatriz mexicana fueron: «Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito».
¿Quieres escaparte a Ciudad de México? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable