En Tenochtitlan el adulterio femenino se castigaba con pena de muerte
En Tenochtitlan el adulterio era una delito serio, en el que las mujeres eran las más severamente señaladas y castigadas.
La mayoría creemos saber suficientes detalles sobre Tenochtitlan: la gran migración desde el norte, los sacrificios humanos para las deidades e incluso los rituales matrimoniales. Pero para llegar a la intimidad más incómoda de este pueblo hay que escarbar un poco más, por ejemplo, sabemos muy poco de lo que ocurría alrededor del adulterio.
Todos los datos apuntan a que las mujeres eran juzgadas con mayor severidad que los hombres a la hora de descubrirles una infidelidad. El castigo para las adúlteras era la pena de muerte, la cual se ejecutaba en la plaza pública que se encontraba justo en donde hoy está el Zócalo de la Ciudad de México.
Adulterio, peor visto en mujeres que en hombres de Tenochtitlan
Es probable que el adulterio haya sido más penado en mujeres que en hombres porque a estos últimos, con más frecuencia en los estratos superiores, se les permitía tener una concubina para esposa y otras más para el placer.
Era el código que había promulgado Moctezuma Ilhuicamina entre 1440 y 1468 el que refería cuáles eran las faltas punibles, entre las que se encontraba la infidelidad. Mientras que el Tlacxitlan era el tribunal encargado de juzgar y aplicar la sentencia, que en el caso específico era la muerte.
Es casi seguro que la justificación no escrita sobre la severidad de los castigos por adulterio, era porque se consideraba un agravio al honor de los hombres, pero además se creía que generaban desequilibrios entre la comunidad y el cosmos.
Para entender un poco más de por qué se veía con gran severidad la infidelidad en Tenochtitlan habría que entender que el término para referirse a adulterio era “tetlaximaliztli” cuya raíz “xima” apunta a la acción de cortar, aplicada para estos casos en el sentido de dividir el matrimonio.
Ahora bien, a los adúlteros hombres se les llamaba tetlaximani, tetlaxinqui o tetlanxinqui y tepanyani. Mientras que a las mujeres adúlteras las llamaban tlazolteocihuatl de cihuatl, es decir mujer y la raíz tlazolli que significa basura.
Las penas por adulterio en Tenochtitlan
Con todo y la pena de muerte las infidelidades no dejaban de ocurrir en Tenochtitlan ni en sus tribus nahuas. Lo que no significaba que las adúlteras estuvieran dispuestas a asumir la pena de muerte ni que los testigos estuvieran dispuestos a cargar con la culpa de acusarlas.
Al respecto los informantes de Bernardino de Sahagún recogieron indicios acerca de cómo la comunidad acordaba verbalmente mantener en secreto el adulterio ante la amenaza de enfrentar penas demasiado estrictas. En el libro Historia Política de la Ciudad de México se explica más a detalle este punto:
“Si alguien ha cometido adulterio y otro que pasa por ahí lo descubre, el que cometió la falta le pida al que lo descubrió que no cuente a nadie lo que ha visto a lo cual el que ha descubierto la falta responde: ‘cuix nixílotl nechititzayánaz‘ que significa ‘¿acaso soy un jilote y me desgranaré mostrando las entrañas?’ . Es decir, el descubridor de la falta le asegura al otro que no va a andar hablando por ahí; y así reconoce un compromiso de discreción o secreto, que equivale a cierta complicidad”.
Había otras formas de castigo a las infieles que podían resultar menos severas que la pena capital, como el otorgamiento de regalos tanto al esposo engañado así como a las autoridades que sabían del caso.
También se sabe de una solución que consistía en que el engañado arrancase a mordidas la nariz de su esposa y de su amante. En definitiva, el adulterio en la época prehispánica es un tema del que hace falta investigar y escribir más.
Referencias: Los sistemas jurídicos nahuas prehispánicos ante el adulterio, Historia política de la Ciudad de México, La sexualidad en el mundo azteca
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