Al encuentro con las misiones de la Sierra Gorda de Querétaro
Nos internamos en la imponente geografía de esta Reserva de la Biosfera para explorar las construcciones que los frailes levantaron hace más de 250 años. ¡Todo un viaje en el tiempo!
Olvídate de la rutina y escápate:
Hacienda Laborcilla
La camioneta se adentra en la Sierra Gorda, el camino sinuoso y la altura me marea, pero estoy hipnotizada por el paisaje. Las metáforas abundan: navegamos en un océano de montañas, somos un pequeño punto ante la grandeza que nos abraza. Los disparos de las cámaras de Daniel parecen conjurar la alucinación de la naturaleza. En cuatro horas pasamos de una zona semiárida a tropical, luego un bosque; el clima artificial de nuestro vehículo nos defiende del mosaico climático por el que atravesamos.
Enemigos que quieren amigarse
Viajar a través de los cerros henchidos de fauna, flora y minerales hace difícil imaginar la travesía de los misioneros que fundaron sus templos en este territorio. Se dice que fray Junípero Serra transitó hace dos siglos y medio desde la capital del Virreinato (hoy Ciudad de México) a Jalpan en 16 días, caminando, medio descalzo, con una herida crónica en un pie.
La Sierra Gorda es un catálogo de golosinas para los viajeros aventureros. Hay demasiado que ver, visitar, escuchar y conocer. Las bellezas naturales son infinitas: cascadas, ríos, cavernas, grutas; paseos en cuatrimotos, expediciones nocturnas, baños en temazcal; visitas a viñedos y recorridos históricos por las cinco misiones franciscanas fundadas en el siglo XVIII.
Desde antes de emprender el viaje, Daniel y yo decidimos concentrarnos en las misiones. Lejos estábamos de saber que nuestro recorrido nos llevaría también a escuchar las voces del pasado con el acento del presente.
Concá, la victoria de la fe
Nuestra parada inicial es en Concá, donde se asienta la primera misión fundada por el fraile franciscano Junípero Serra. Su utopía de una sociedad autónoma con cooperativas y sistemas de producción organizadas no prosperó, pero el éxito de la evangelización quedó plasmada por los siglos en las originales portadas de los templos de estilo conocido como barroco mestizo que erigió el pueblo pame, mediante las cuales se predicaba la religión cristiana.
La misión de Concá está en el poblado del mismo nombre. Fue la segunda de las cinco misiones en ser construida en 1754. Su edificación es la más pequeña y la que tiene trazos más indígenas; su mensaje religioso es “La victoria de la fe”. En el centro de la fachada se encuentra el escudo que caracteriza a las misiones de la Sierra Gorda: el cruce del brazo de Francisco de Asís con el de Cristo. Aunque fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad en 2003, en el recorrido encontramos que los órganos originales ya no están en sus sitios. En contraparte pueden apreciarse con nitidez los relieves de estuco y cal quemada con imágenes de motivos indígenas como el maíz y el follaje de la región. Las columnas laterales, aún con su colorido original, muestran tabiques tridimensionales que dan la ilusión óptica de escalar hacia el cielo. Este detalle no se encontrará en las otras misiones con excepción de Tancoyol.
Un refugio
Por la tarde cae una intensa lluvia y nos refugiamos en el Hotel Misión a escasos kilómetros de Concá. Somos recibidos por los “hermanos de la luz”, un grupo de actores que interpreta a frailes en sus tradicionales vestimentas y ameniza la estancia. En un ejercicio de relajación, nos cuentan de los contrastes sociales de la región. La producción de artesanía con palma y alfarería y, especialmente, el turismo son las principales actividades económicas. Sin un censo oficial, se dice que hay alrededor de 20,000 indígenas pame y poco menos de la tercera parte hablan su idioma.
Los pames son considerados un pueblo pacífico, que no opuso gran resistencia a la llegada de los españoles y fueron los que edificaron los coloridos y elaborados templos de las misiones. Aunque no existe una definición sobre la palabra pame, su significado remite a sobrevivencia.
Jalpan, epicentro de las misiones
Al otro día nos trasladamos a Jalpan, un poblado de trazo urbano moderno, idóneo para ser recorrido a pie. Su plaza principal es un continuo concierto de aves que acompaña el ir y venir de sus habitantes y turistas. Caminar por el paseo de los ahuehuetes junto al río es una experiencia refrescante. La misión del pueblo domina el centro, con su gran atrio y la plaza que le antecede.
Según George Kubler, historiador de arte de Estados Unidos, los atrios de las iglesias y los rascacielos son dos de las grandes aportaciones de América a la arquitectura mundial.
Paseamos sin prisa por Jalpan, el epicentro de las misiones franciscanas. Tras la caída del imperio azteca, Hernán Cortés emprende la conquista de la Sierra Gorda donde confluyeron varias etnias como los huachichiles, los chichimecas, los pame y los jonaz, estos últimos los más aguerridos y quienes dificultaron el asentamiento de los españoles hasta que José de Escandón dominó la región después de innumerables batallas en 1748. Es entonces que la Corona Española inició la misión evangelizadora y empezó el sincretismo que nos marca hasta nuestros días. Andrés Garrido del Toral, cronista de Querétaro, a quien tuvimos la suerte de conocer en persona, va más lejos y resume que Junípero no llegó a estas tierras con “la cruz y la espada, sino con la hoz y el martillo”.
Caminamos por el templo de Jalpan, el primero en ser construido; nos introducimos en el claustro y recorremos sigilosamente la curia, donde apreciamos el mobiliario y los cuadros que acompañaron hace dos siglos y medio a los misioneros encabezados por el fraile Junípero, cuya estatua custodia la entrada a este complejo religioso.
Al entrar al templo, escuchamos el fragmento de una misa. El sacerdote habla sobre la importancia de creer en Dios y de no avergonzarse de la creencia cristiana. Con tanta historia en la cabeza, las palabras remiten más a una acción evangelizadora que a una misa cotidiana. “La defensa de la fe” es el significado de esta misión que no ha perdido vigencia en nuestros días.
Luis, el historiador español
El calor del mediodía nos acerca a los raspados en la plaza desde donde vemos el majestuoso edificio del Museo Histórico de la Sierra Gorda. Daniel y yo llegamos con retraso al encuentro entre historiadores sobre las misiones. “Acaba de terminar”, nos dice uno de los organizadores, “pero pueden hablar con algunos de los historiadores”. Luis Laorden, quien vino desde España, nos platica mientras recorremos el museo. Su visión es cercana a los misioneros. “Después de la victoria militar, se encomienda a los religiosos pasar de enemigos a amigos”. A diferencia de los agustinos y los dominicos, los franciscanos aprenden la lengua pame y logran sus objetivos de evangelización y civilización. Y por fin, se logra abrir el tránsito hacia el norte, impedido por 200 años de guerras con los jonaz, antecesores de los chichimecas y entre los mismos españoles que se disputaban el dominio de la región.
Isabel, la artesana pame
Al emprender el viaje a la Misión de Landa, conocemos a Isabel Quinto Montero, una mujer pame de ojos sonrientes. Vende su artesanía hecha de palma muy apretadita, limpia, de colores vivos. Antes de iniciar la charla suelta una pregunta desconcertante: “A ver, señorita, ¿usted sabe si estamos registrados?”. Después de formular otras interrogantes para entender, asiente cuando le digo: “¿Quiere decir si ustedes son conocidos?”. Confieso que no lo sé. Al diablo el sincretismo, la aculturación, las clases de historia. Los especialistas, los escritores, los turistas nos maravillamos de las misiones petrificadas en el tiempo y su pueblo constructor está por extinguirse. Doña Isabel suelta su historia, proviene de un poblado con 50 familias, Las Nuevas Flores, por allá hay otro con 20, y más lejos quién sabe. Antes de notar la fluidez con la que habla español, explica que aprendió el idioma “por puro coraje”. “De niña no sabe cómo nos insultaban; sufrí mucho en la escuela”. Las ofensas provenían de niños de otras etnias. “Aprendí para contestarles, por eso a mis hijas no les he enseñado el pame”, dice sin perder el brillo vital de su mirada. También han dejado de vestirse con los colores encendidos y las “manguitas de bota” de sus típicas blusas. Al parecer son sus manos tejedoras y la memoria, los vestigios que perduran sobre su origen.
Landa, la Ciudad de Dios
Llegamos a Landa, nuestro último destino, “La ciudad de Dios”. Esta fue la última misión en construirse, en 1768, cuando Junípero ya se había marchado de la Sierra Gorda, pero dejó los bosquejos generales y el mensaje de su fachada, cuenta Garrido del Toral. Esta es considerada la más bella de las misiones. Los albañiles y escultores ya habían dominado sus oficios, los detalles son más delicados. Llaman la atención las esculturas de las sirenas con rasgos indígenas y el mármol que enmarca la entrada al templo.
El viaje termina; no es suficiente un par de días para recorrer las otras misiones, Tilaco y Tancoyol. Es un buen pretexto para regresar. Recuerdo aquel mito difundido sobre el intercambio de espejos por oro al inicio de la Conquista española. Hace falta algo más para mirarnos, incluirnos, escucharnos. Guardo las imágenes y las voces que acompañaron este inolvidable trayecto. Y una canastita tejida por doña Isabel, un recuerdo lleno de significado.
Dónde comer
En “Las Orquídeas”, el mestizaje cobra sabores y olores, es la cocina de doña Oralia que está llena de sorpresas: chicharrón de carne, mermelada de nopal, salsas de diversos chiles.
Km 7 de la carretera Jalpan-Río Verde (localidad El Lindero).
Dónde hospedarse
Aunque Jalpan es el poblado más grande de la región, recomendamos mejor hospedarse en Concá por su cercanía con parajes naturales, la belleza del hotel principal y la compañía de los “hermanos de la luz” (Jalpan, Landa y otros poblados son accesibles utilizando la carretera estatal que los conecta).
Hotel Misión Concá
Km 32 Carretera Jalpan-Río Verde, Concá, Arroyo Seco, Querétaro.
hotelesmision.com.mx
Cómo llegar
De la Ciudad de México llegarás por la autopista Querétaro núm. 100 y luego la carretera núm. 120 San Juan del Río-Jalpan de Serra; son seis horas y media en automóvil. De Santiago de Querétaro está por las mismas carreteras a tres horas y media.
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