Hormigas y plantas, relación de excelencia
En las selvas bajas, altas, secas y húmedas de México existen grupos de animales sociales como termitas, hormigas o avispas que viven bajo tierra, sobre las ramas o en troncos de árboles; son especies adaptadas para ocupar hábitat únicos.
Es un mundo poblado en todos los niveles, donde el ambiente establece duras condiciones, la competencia es extrema, coexisten millones de animales y plantas, y se desarrollan complejas relaciones y estrategias de supervivencia hasta desembocar en variadas formas de vida. En las selvas bajas, altas, secas y húmedas de México existen grupos de animales sociales como termitas, hormigas o avispas que viven bajo tierra, sobre las ramas o en troncos de árboles; son especies adaptadas para ocupar hábitat únicos. Es un mundo poblado en todos los niveles, donde el ambiente establece duras condiciones, la competencia es extrema, coexisten millones de animales y plantas, y se desarrollan complejas relaciones y estrategias de supervivencia hasta desembocar en variadas formas de vida.
En las selvas tropicales que hoy sólo cubren menos de 5% del planeta habita casi la mitad de las especies descritas; el clima cálido y la alta humedad crean ecosistemas óptimos para que exista casi cualquier cosa. Aquí, todo favorece los procesos de la vida y contiene la mayor concentración de especies en el planeta.
PARA PERPETUAR LA ESPECIE
En México florecen sociedades de insectos que entre más especializadas más estricta la división de sus actividades, separadas en tres castas: reproductoras, trabajadoras y soldados, cada una dedicada a perpetuar la especie, protección y búsqueda de alimento. Las características de estas poblaciones y numerosas interacciones naturales han sido estudiadas en el plano evolutivo, como aquéllas en las que una especie se beneficia, ambas obtienen provecho o dependen una de otra. Así, la cooperación o las relaciones positivas y negativas tienden a compensarse en el largo plazo y son importantes en la evolución de las especies y estabilización del ambiente. Aquí se desarrollan relaciones comunes y en más de la mitad del país pueden admirarse raras convivencias; como ejemplo está una planta cubierta de espinas y custodiada por miles de hormigas.
Nuestra nación es megadiversa y posee varias especies de acacia que presentan complejas relaciones con hormigas. En las selvas crece la acacia, cornezuelo o cuerno de toro (Acacia cornigera), un arbusto con promedios de cinco metros de altura y cubierto por largas espinas huecas, donde habitan hormigas rojas de uno a 1.5 cm, consideradas carnívoras por habitantes de varias regiones. En esta notable asociación entre la planta y las hormigas (Pseudomyrmex ferrugunea), todas las espinas cuentan con una colonia que tiene su entrada en las puntas y el interior ocupado por un promedio de 30 larvas y 15 obreras. Esta planta espinosa de México y América Central proporciona casa y comida, y las hormigas un eficiente equipo protector.
SI DE COLONIZACIÓN SE TRATA
No todas las acacias (Acacia spp), que suman alrededor de 700 especies en los trópicos, dependen de dichos insectos, y tampoco las más de 180 especies de hormigas (Pseudomyrmex spp.) del mundo dependen de éstas. Son pocas las hormigas que han mostrado capacidad para desplazar a aquéllas que han colonizado un espacio. Algunas especies que ocupan estas espinas no pueden habitar en otro lugar: la A. cornigera, de tallo liso y blanquecino a café depende de la hormiga P. ferrugunea, que la protege, pues durante milenios han evolucionado en una simbiosis y ahora estas hormigas heredaron un paquete genético de “protectoras”. Asimismo, todas las comunidades están organizadas en redes alimenticias basadas en quién se come a quién.
La acacia produce hojas durante todo el año, incluso en la época de sequía, cuando otras plantas han perdido casi todo su follaje. Así las hormigas cuentan con provisión segura de alimento y por ello patrullan las ramas, para atacar a cualquier insecto que se acerque a sus dominios, y con él alimentan a sus crías. También muerden lo que entra en contacto con “su planta”, destruyen las semillas y malezas alrededor de la base para que nadie compita por el agua y nutrientes, así la acacia ocupa un espacio casi libre de vegetación y los invasores sólo tienen como accesoel tallo principal, donde las defensoras rápidamente repelen el ataque frontal. Es un mecanismo viviente de defensa.
En registros realizados en acacias (Acacia collinsii) de cinco metros que crecen en potreros y terrenos perturbados de Centroamérica, la colonia tiene hasta 15 mil obreras. Ahí, un experto, el doctor Janzen, desde 1966 ha estudiado con detalle esta evolución conjunta e indica la probabilidad de que la selección genética forme parte de relaciones de beneficio mutuo. El investigador demostró que si se eliminan las hormigas el arbusto rápido es atacado por insectos defoliadores o es afectado por otras plantas, crece lento y hasta puede ser aniquilado; además, la sombra de la vegetación competidora quizá lo desplace antes de un año. Según los biólogos, al parecer esta especie espinosa perdió –o nunca tuvo– defensas químicas contra los herbívoros de nuestras selvas.
Cuando las hinchadas y largas espinas alcanzan la madurez llegan a medir entre cinco y diez centímetros de longitud, y desde tiernas son marcadas en el sitio exacto donde se construirá el único acceso al interior; las hormigas las perforan y se meten en la que será por siempre su casa; viven dentro, cuidan las larvas y salen con frecuencia a recorrer su árbol. A cambio obtienen una fuente primaria de proteínas y grasas de los foliolos modificados, llamados cuerpos de Belt o Beltian, que son como “frutos” de tres a cinco mm de color rojizo, ubicados en la punta de las hojas; también dependen de una secreción dulce que elaboran enormes glándulas de néctar situadas en la base de las ramas.
UN RECHAZO ESTRICTO
Nadie puede tocar esta planta, sólo algunas aves como calandrias y mosqueros construyen nidos e incuban sus huevos; las hormigas poco a poco toleran a estos inquilinos. Pero su rechazo al resto de los animales nunca desaparece. Una mañana de primavera observé un raro espectáculo en el norte del estado de Veracruz, cuando una gran avispa negra llegó para tomar el transparente néctar almacenado en la base de una rama, loabsorbió, pero en pocos segundos surgieron agresivas guerreras rojas para defender su alimento; la avispa, varias veces más grande, las golpeó y se alejó rápidamente sin sufrir daño. Esta acción puede repetirse varias veces al día e igual sucede con otros insectos, lo que suele ser común en algunas especies similares en casi todo México.
En el mundo natural plantas y animales desarrollan complejas relaciones de supervivencia que han dado origen a infinitas formas de vida. Las especies han evolucionado así durante varias eras geológicas. Hoy, el tiempo se está acabando para todos, cada organismo que ha tenido su propia adaptación al ambiente está sufriendo el efecto más devastador y permanente: la extinción biológica. Cada día se pierde información genética codificada que puede ser valiosa para nosotros, que igual tratamos de adaptarnos a los acelerados cambios del entorno para evitar nuestra propia extinción.
Fuente: México desconocido No. 337 / marzo 2005