Ka’an, K’ab Nab’yetel Luum (Cielo, mar y tierra) (Quintana Roo)
El eterno sueño del hombre ha sido volar. Mirar y sentir lo que los pájaros gozan al deslizarle por el aire.
Olvídate de la rutina y escápate:
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Tomar alguna, planear, dejarse ir al ritmo del viento. Por momentos, enfocar la mirada en algo que maravilla. Integrarse a la naturaleza desde el cielo. Avanzar y retroceder, hacer giros, subir, bajar, suspendidos en el mágico supramundo de los mayas, donde habitan los dioses, donde se toma conciencia de la pequeñez y grandeza del ser humano, y de la magnificencia del universo.
Las posibilidades del México desconocido son infinitas. Los medios que proporciona para lanzar a la aventura a sus visitantes abarcan el cielo, el mar y la tierra. ¿Cómo compartir estas experiencias? ¿Cómo hacer una invitación sugerente? La cámara fotográfica materializa la memoria del mirar humano. En este reportaje,México Desconocidodeja hablar a uno de los inventos más emocionantes del hombre, que ha revolucionado la realidad: la fotografía. Una combinación de la tecnología, la sensibilidad personal y el momento y lugar fantásticos que perduran en la imagen para motivar todos los sentidos. La invitación es no sólo a mirar o la posibilidad de concretar una visita al lugar; también es una excitante motivación para imaginar y soñar…
EMPECEMOS POR EL MAR, EL PRINCIPIO DE LA VIDA EN LA TIERRA
En las comunidades de Mahahual y Xcalak, al sur de Quintana Roo, las pequeñas embarcaciones navegan más o menos 22 km para llegar a banco Chinchorro, atolón coralífero, el más grande de la República.
Circundado por una barrera de arrecifes, tiene una laguna interior cuya profundidad varía de 2 a 8 m. De ella emergen numerosos islotes cubiertos de mangle, algunos de regular extensión, que reciben los nombres de Cayo Norte, Cayo Centro y Cayo Lobos.
El universo marino ocupado por los corales está conformado por arrecifes de flecos que bordean los continentes y las islas, por las barreras construidas encima de la plataforma continental y por los atolones, formaciones circulares exclusivas de los océanos que abrazan pequeñas islas de origen volcánico.
Navegar entre arrecifes es entrar a un laberinto de sorpresas. Desde las alturas apreciamos los barcos hundidos cuyos capitanes no fueron diestros para encontrar los canales naturales que las mareas crean entre las estructuras coralinas.
Volar sintiendo el aire fresco y puro de las alturas, afinar la mirada buscando. A lo lejos vemos una pequeña ínsula, de nombre Cayo Lobos, con un faro, guía del mar, que destaca entre las aguas. Las gaviotas saben que allí vive el guardafaro y su familia; y que a veces, cuando terminan la jornada, cuentan su historia.
Suspendidos en el cielo, el horizonte se magnifica. Antes de cruzar del mar a la tierra unas pequeñas palapas construidas sobre el agua nos hablan de la armónica convivencia del hombre y la naturaleza. Esta pequeña comunidad de buzos y pescadores se convierte en anfitriona de los visitantes que llegan allí en busca de nuevas emociones.
La belleza y aparente tranquilidad del mar que se percibe desde el aire no impide que nos inquiete saber cuántos seres viven debajo de la espléndida gama de azules interrumpidos por gruesas líneas ondulantes de color ocre y gris de la barrera arrecifal, y del color verde seco de las formaciones coralinas situadas a ras del agua.
Desde el cielo, hábitat de los pájaros, nos volvemos temerarios. Quisiéramos bajar en picada, sumergirnos en el agua, convertirnos en pequeños peces de colores y formas exóticas para explorar la viviente arquitectura marina.
El mar de aguas azul turquesa del Caribe mexicano se extiende al mar de jade terrestre del sur de Quintana Roo. La tupida y ondulante vegetación nos atrae. De las formaciones marinas entramos a las pertenecientes a la gran cultura maya.
Sólo la magnificencia de las ciudades de los mayas haría que el libre vuelo se detuviera. Bajar del cielo, pisar tierra maya, entrar a las ciudades en donde se veneraban a los dioses: los del inframundo, dioses de la muerte; los del supramundo, dioses de la vida.
La altura de las pirámides mayas sobrepasa el manto verde. Así fueron diseñadas, con una estatura de poder. Desde su cúspide, los mayas miraban el entorno y dominaban su territorio, como si hubieran querido reinar desde el cielo.
La dimensión y configuración de los centros cívico-religiosos hablan de la vida y cosmogonía de quienes los habitaban. Generalmente estaban constituidos por una acrópolis con edificios conmemorativos, un juego de pelota, plazas y plataformas.
La arquitectura de las ciudades mayas del sur de Quintana Roo rememora el “estilo Petén”, una manera de percibir el mundo y el poder que se manifestó en su particular forma de decorar los edificios. Ornamentos estucados, como los mascarones, perpetuaban la historia de los personajes gobernantes, al tiempo que subrayaban la superioridad de éstos al tener símbolos de deidades.
La travesía aérea deMéxico Desconocidosobre Ka’an, K’ab nab yetel Luum, el cielo, el mar y la tierra, quedará impresa en una puesta de Sol donde los pájaros seguirán su recorrido.
SI USTED VA A BANCO CHINCHORRO
Desde Chetumal, capital de Quintana Roo, puede embarcarse en un ferry hacia Xcalak y de allí a Banco Chinchorro. También puede ir por la carretera 307 a Cafetal y allí dirigirse al este, rumbo a Mahuahual, pequeño pueblo de pescadores, donde hay embarcaciones para recorrer el bello atolón arrecifal. Para visitar las zonas arqueológicas existen buenas carreteras y señalamientos.
Fuente: México desconocido No. 256 / junio 1998
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