La ciudad de Zacatecas, joya del mundo novohispano
Disfrute de una de la ciudades coloniales más representativas de México. Sus viejas construcciones le hablarán de la historia de su gente.
Las ciudades establecidas en México durante la Colonia no siempre podían asentarse en un lugar adecuado, por su topografía, para producir una estructura urbana clara y fácil de subdividir, como la retícula que la administración colonial española perseguía con empeño sistemático.
Las ciudades mineras simplemente aparecían en aquellos sitios donde se encontraban las vetas metalíferas, y si esto sucedía en lugares cerriles, de difícil acceso y con problemas para edificar en sus terrenos, sólo cabía resignarse. En México los casos más conocidos de asentamientos de este tipo son Guanajuato, Taxco y Zacatecas. Estas poblaciones, sin la cuadrícula que produce perspectivas urbanas de gran similitud y no poca monotonía, cuentan en cambio con vistas de enorme atractivo y variedad, llenas de sorpresas: su irregularidad se convierte en una ventaja estética indudable.
Los habitantes originales de Zacatecas, los zacatecos, opusieron fuerte resistencia a los primeros intentos españoles encaminados a ocupar el sitio, hacia 1540. La riqueza del mineral se impuso y los españoles se quedaron.
La cañada en que crecería la ciudad genera un tejido de calles muy caprichosas, que de pronto se amplían para formar una plaza, como la principal, cuyos límites no acertaron a advertir sus fundadores, confundida con la calle alargada, a la que dan sus construcciones más importantes, como la catedral, cuya fachada ornamentada deja sin habla a quien la contempla por primera vez. Este edificio se inició hacia 1730 como parroquia y su diseño se atribuye al arquitecto Domingo Ximénez Hernández. En 1745 se termina la gran fachada, que se levanta como un gigantesco retablo encajado entre las bases de las torres. Las columnas ornamentales están todas labradas con profusión, en fuerte relieve (que a veces alcanza los diez centímetros). Trece nichos alojan a Cristo y los doce apóstoles. Otros elementos iconográficos remiten a la Inmaculada Concepción, a la Trinidad y a la Eucaristía, simbolizada por racimos de uvas y ángeles con instrumentos musicales. El remate, como señala Robert J. Mullen, “es un prodigio de intrincada escultura. Unos arreglos florales profundamente esculpidos, con diseños diferenciados y delineados de manera única, con surcos labrados de gran profundidad, componen el marco, que fluye de manera continua a lo largo de los bordes de la panoplia del tercer cuerpo. Ni un centímetro del espacio así delimitado se dejó vacío”.
La catedral es testimonio de la prosperidad de la minería zacatecana de mediados del siglo XVII y a todo lo largo del XVIII, y por lo mismo la mayoría de las construcciones coloniales importantes de la ciudad datan de este periodo. Destacan los templos de Santo Domingo, de San Agustín (convertido en museo, y con un hermoso relieve en su portada norte) y de San Francisco (ya sin las bóvedas de su cubierta, y cuyo ex convento es ahora el Museo de la Máscara Rafael Coronel), así como el ex colegio jesuita, que aloja al Museo Pedro Coronel. Entre los edificios civiles cabe mencionar el Palacio de la Mala Noche, hoy Supremo Tribunal de Justicia, la actual Presidencia Municipal, la Rectoría de la Universidad y la Casa de la Condesa. El Teatro Calderón es del siglo XIX, mientras que el ex Mercado González Ortega es un notable edificio porfiriano, y la casa que aloja al Museo Goitia es un ejemplo interesante de arquitectura académica de la misma época. La plaza de toros de San Pedro, hoy convertida en hotel, es digna de verse. No debe olvidarse la hermosa vista de la ciudad desde el cerro de la Bufa. Finalmente, un dato que no se puede pasar por alto es el hecho de que el centro histórico de la ciudad de Zacatecas fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993.
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