Las grutas de Agua Blanca en Tabasco
Descubre estas cavernas, siutadas al sur del estado de Tabasco. Un lugar que te sorprenderá...
A lo largo de casi veinte años un grupo de espeleólogos ha explorado el interior de sus montañas y así ha descubierto un mundo ignoto donde reina la oscuridad total.
Estamos en la gruta del Murallón, cavidad situada en un muro vertical de 120 m de altura en las Grutas de Agua Blanca. El arqueólogo Jacobo Mugarte, luego de examinar los fragmentos de varias ollas de cerámica que se encuentran diseminados por el suelo, comenta: “Este sitio fue un enorme punto ritual, lo que vemos son restos de ofrendas”, y nos muestra un fragmento de pieza que en el borde presentauna serie de muescas en forma de media luna. “Esta pieza está decorada con impresiones de uña y corresponde a un incensario de gran tamaño”. Jacobo devuelve la pieza a su lugar y levanta un bloque de roca caliza. Debajo de éste hay pedazos de cerámica incrustados. “El lugar es muy antiguo –señala–, todo el material encajado en el bloque fue cubierto con carbonato de calcio… Para los antiguos pueblos de Mesoamérica las cuevas eran sitios sagrados donde se rendía culto al dios de la montaña. Estos vestigios datan de mediados o finales del clásico, tal vez de los años 600 a 700 de nuestra era”. Los restos se hallan a 15 m de la entrada principal.
Es probable que la gruta, por su posición estratégica en lo alto de un cerro, fuera utilizada no sólo como santuario sino también como punto de observación. Desde su borde se tiene una vista inmejorable que abarca más de 30 km de distancia y comprende parte de las sierras de los municipios de Macuspana, Tacotalpa y Teapa, así como parte de las llanuras del sur de Tabasco y la Sierra Norte de Chiapas.
Si bien en la entrada del muro se concentra la mayor aglomeración de cerámica, encontramos que hay enormes cantidades de fragmentos diseminados por las cuatro salas de la gruta, en sus pasajes e incluso en pequeños conductos. La cerámica es muy variada en cuanto a calidad, acabados y formas. Algunos pedazos de olla están unidos a las concreciones por una ligera capa de calcita.
Estoy por concluir el plano topográfico de la gruta cuando mi compañero Amaury Soler Pérez encuentra la mitad de un cántaro. La pieza está en un nicho, al fondo de una cámara baja. Al contemplar el vestigio, que permanece intacto, tal y como fue abandonado, me es difícil creer que ya tenía siglos de antigüedad cuando Cristóbal Colón llegó a las costas de América. Sin embargo, estos hallazgos nos demuestran que estamos en un lugar donde aún queda mucho por explorar y descubrir: es el Parque Estatal de Agua Blanca.
El parque se encuentra en el sur del estado de Tabasco, en el municipio de Macuspana. Su geografía es de relieve abrupto, con cerros de roca caliza, cañadas y exuberante vegetación tropical. Ubicado a 70 km de distancia de la ciudad de Villahermosa, el parque fue decretado como área natural protegida en 1987.
Para los visitantes y buena parte de los lugareños el sitio es mejor conocido como Balneario y cascada de Agua Blanca, debido a su atractivo principal, un arroyo que sale de una cueva y fluye entre las rocas, a la sombra de grandes árboles, formando estanques, remansos y las bellas cascadas de blancas aguas, de las cuales el parque toma su nombre.
Con excepción de las cascadas y la gruta de Ixtac-Ha, son pocos los visitantes que conocen las bellezas y la gran biodiversidad que guarda el parque en sus 2,025 ha de superficie. El potencial para el desarrollo de actividades ecoturísticas es enorme; la vegetación de selva alta y selva media perennifolia que rodea y cubre a los macizos calcáreos brinda excelentes opciones para el naturalista, el cazador fotográfico o el amante de la naturaleza. Basta simplemente con seguir las veredas utilizadas por los lugareños para encontrar una gran variedad de especies vegetales. Y para quienes buscan un contacto más estrecho con la naturaleza es posible adentrarse en los senderos y descubrir la flora y fauna propia de los trópicos. También los amantes de los deportes de aventura pueden encontrar alternativas que van desde las excursiones hasta el descenso a rappel en grandes paredes verticales.
Pero el Parque Estatal no es sólo una región de selvas y cerros. A lo largo de casi veinte años un puñado de espeleólogos: Pedro Garcíaconde Trelles, Ramiro Porter Núñez, Víctor Dorantes Casar, Peter Lord Atewell y yo, hemos explorado el interior de sus montañas y hemos descubierto un mundo ignoto, un mundo de formas fantásticas donde reina la oscuridad total: el sistema de cavernas de Agua Blanca.
LA GRUTA DE IXTAC-HA
Para dar a conocer este mundo pletórico de encanto y de misterio decidimos realizar una serie de exploraciones por los cuatro niveles que integran el sistema, empezando por la caverna más antigua: la gruta de Ixtac-Ha. Esta gruta es fácil de encontrar. Sólo hay que seguir por el andador principal y subir una escalera para dar con la entrada, un imponente boquete de 25 m de ancho por 20 m de alto.
Recientemente esta gruta se acondicionó para uso turístico con andadores de cemento e iluminación en toda la galería principal, por donde don Hilario –el único guía local– se encarga de conducir a los visitantes en un recorrido que toma de 30 a 40 minutos.
No obstante que el área abierta al público comprende solamente una quinta parte de la caverna, ésta representa su belleza y magnificencia. Una vez dentro de la caverna se llega a un gran salón de donde parten tres galerías. La galería derecha lleva a otra salida en la selva donde el piso está cubierto por miles de caracoles. La galería central conduce a una espaciosa cámara y hacia dos salidas que también dan a la selva. Una de ellas conduce justo a la cima del cerro, sobre el techo de la caverna. La tercera galería, que opera turísticamente, es la más larga, con 350 m de longitud y tres salones donde los visitantes pueden contemplar extraordinarias figuras.
Siguiendo el andador por la galería turística llegamos a la primera sala, que tiene la forma de un auditorio con cabida para unas trescientas personas. Entre los espeleólogos se le conoce con el nombre de “Salón de Conciertos” gracias a su acústica y a los recitales que interpretó ahí un grupo de música latinoamericana.
A continuación cruzamos un pasaje de un metro de ancho, bautizado como el “Túnel del Viento” por la corriente de aire fresco que fluye a través de la galería de un extremo al otro de la caverna. Al llegar a la segunda sala tenemos a nuestra izquierda una cascada de calcita y yeso de 12 m de alto que desciende desde el techo hasta el piso. Toda la sala, de 40 m de longitud con una altura que varía de 10 a 15 m, está decorada profusamente con maravillosas formaciones, algunas de tamaño colosal. En el techo penden grandes estalactitas de calcita blanca y aragonita que forman festones en las paredes. Vemos cortinas, banderas, cascadas, y columnas, unas estriadas y otras en forma de pilas de platos. También hay chorreaderos, que son los depósitos de carbonato de calcio más comunes en las cavernas, así como una variedad de figuras cuyos nombres son dados por la imaginación popular.
En la tercera y última sala encontramos un bosque de roca. Las estalagmitas que se han formado sobre el suelo y las estalactitas que cuelgan del techo conforman un mundo de fantasía difícil de describir. Grandes figuras parecidas a cirios derretidos se levantan a una altura de varios metros. El andador concluye en una salida hacia la selva. Una vez que el visitante disfruta del paisaje emprende el retorno por el mismo andador.
Existen otras áreas de interés que vale la pena explorar. Por ello conviene ir preparado con una lámpara, focos y pilas de repuesto, y solicitar los servicios de un guía.
A partir de 1990, desde que lo administra un grupo de personas del Ejido Manatinero, Agua Blanca ha ganado fama localmente como uno de los centros de recreación con mejor trato para el turista y con un claro interés en preservar y proteger el medio ambiente.
El sistema Agua Blanca ocupa sólo una pequeña parte en una zona kárstica de 10 km2 con infinidad de cavernas, donde el aficionado o el profesional podrán encontrar historia, aventura, misterio, o simplemente saciar la curiosidad de ver qué hay más allá, o parafraseando al capitán Kirk de “Viaje a las Estrellas”: “llegar a donde nadie ha estado jamás”.
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