Las misiones de la Sierra Alta
Visitar la Sierra en el actual estado de Hidalgo es como incursionar lenta y suavemente en el pasado; la región está empobrecida, poco desarrollada de acuerdo a ciertos cánones, se siente lejana, con gente amable, sencilla, tosca en sus modales, lo que nos lleva a cuestionarnos el porqué de su modo de ser. De vivir, y la mejor forma de entender ese presente es conociendo su desarrollo desde el remoto pasado.
El área que nos ocupa corresponde a la Sierra Madre Oriental, su caprichosa topografía combina valles y cumbres con una ecología variadísima, siendo éste el “hábitat” de un señorío independiente, el de Metztitlán. Diferentes crónicas mencionan la presencia de dos grupos étnicos en la zona: los otomís en la Sierra y la Vega de Metztitlán y más al norte los nahuas, limítrofes a la Huasteca.
La llegada de los chichimecas en el siglo XII d.C. al área central del territorio mexicano, provocó el desplazamiento de diversos grupos, entre ellos los otomís, hacia el actual estado de Hidalgo. A finales del siglo XV, los mexicas extienden sus dominios a diversas áreas imponiendo fuertes tributos, no pudiendo someter al señorío de Metztitlán.
La palabra otomí fue utilizada en forma despectiva por losmexicaspara designar a este grupo de hombres rudos. Losotomíseran buenos guerreros, vivían dispersos en la sierra o valles llevando una vida rudimentaria, dedicados a la escasa agricultura y a la caza y pesca. La Relación de Metztitlándel siglo XVI indica la falta de salen el territorio, lo que nos hace pensar que pudo ser una de las causas de las continuas guerras que enfrentaban. Poco se sabe de sus prácticas religiosas, sin embargo, se menciona el culto a luna y a un dios llamado Mola que tenía su templo en Molango, al parecer muy visitado.
La anterior situación fue la que vinieron a encontrar los españoles. Tras la toma de México Tenochtitlán, el conquistador Andrés Barrios fue el encargado de dominar y pacificar a los grupos indígenas establecidos en Metztitlán hacia 153 0. Inmediatamente aborígenes y tierras se entregaron en encomiendas a conquistadores, y otra parte del territorio despojado pasó a poder de la Corona española. Así, Metztitlán queda como República de Españoles y Molango como República de Indios. Sin restar importancia a la conquista militar, hay que subrayar que fue la conquista espiritual lo que dio mayores frutos.
Correspondió al grupo de los agustinos la evangelización de la Sierra Alta (como la llamaron los españoles). Estos llegaron a Nueva España el 22 de mayo de 1533 «…día de la Ascensión de Cristo, por tal razón se consideraron afortunados, ya que en día similar Cristo le dijo a sus apóstoles: Id y predicad el Evangelio en las más remotas y apartadas guerras; oíganlo los más bárbaros…» esta casualidad reforzaba en ellos su disposición y la creencia en el beneficio de su labor misionera para el proyecto colonizador de la monarquía española.
Franciscanos y dominicos se encontraban ya establecidos y trabajando tenazmente en áreas densamente pobladas, así los agustinos se vieron forzados a fijar sus metas al norte, en lugares aún débilmente sometidos. El primer convento que fundaron fue Ocuituco (fines de 1533), donde reunidos en Capítulo se dispuso la conversión de la Sierra Alta el 10 de agosto de 1536.
Se encomendó tal misión a dos religiosos que habían llegado en 1536, fray Juan de Sevilla y fray Antonio de Roa, íntimos amigos, entusiastas, de gran celo religioso, y nadie mejor que el cronista de la orden, Juan de Grijalva para resaltar su perseverancia: porque el «puesto era inaccesible, o ya por lo profundo, o ya por las cumbres, porque aquellas sierras tocan los extremos: los Indios bárbaros y desencuadernados: los demonios muchos…» Aquí pues entra el Padre F. Juan de Sevilla y el bendito F. Antonio de Roa, corriendo por estas sierras como si fueran espíritus. Unas veces subían a las cumbres como si los llevara el carro de Elías: «y otras bajaban a las cavernas en que tenían gran dificultad, que para bajar se ataban unas maromas por debajo de los brazos, quedándose arriba algunos Indios que traían de paz, para guardarlos hasta lo más obscuro y más desviado del camino, en busca de aquellos pobres Indios que de todas maneras vivían en las tinieblas… En esto pasaron un año entero sin hacer fruto alguno, ni tener a quién predicar de lo que se desconsoló tanto el Santo Roa que se determinó dejarlos y volverse a España…»
Fundar una misión implicaba iniciar una labor evangelizadora y aculturadora. El modelo seguido era el de dominar primero la lengua, concentrarlos en reducciones, organizar su trabajo de acuerdo a los patrones y necesidades europeas e implantarles los ritos, creencias y ceremonias cristianas, en el sentido de que aceptasen los resultados de la conquista, la misión y prohibición de su antigua religión. Era menester del religioso buscar a los indígenas dispersos en el territorio, catequizarlos, decir misa, impartir los sacramentos, dar la enseñanza elemental y de algunos oficios al igual que de nuevos cultivos, y por supuesto iniciar las obras arquitectónicas y urbanísticas necesarias. Así esos dos religiosos apoyados por otros cuatro iniciaron su interminable tarea. Esta labor se extendió hasta la Huasteca y Xilitla, la zona colindante con la Sierra Gorda, territorio sumamente hostil, por lo que no fue evangelizado hasta el siglo XVII.
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