Miguel Agustín Pro, un mártir jesuita de la Guerra Cristera
Miguel Agustín Pro fue uno de los personajes más destacados del conflicto Iglesia-Estado a inicios del siglo XX. Sus seguidores denunciaron la negación de su derecho a juicio.
La historia de la Compañía de Jesús y México está estrechamente entrelazada, principalmente en su parte moderna, cuando la orden religiosa se extendió exitosamente tras su fundación en 1540 a manos de San Ignacio de Loyola. En nuestro país han sido principalmente dos las épocas en que esta comunidad católica fue perseguida: la primera de ella con su expulsión de los territorios españoles en 1767 y durante la Guerra Cristera, una vez que los jesuitas se habían restablecido en América. Sin embargo, uno de los sucesos que marcó tanto el conflicto bélico como la historia de los jesuitas en México fue el martirio del padre Miguel Agustín Pro.
De acuerdo con la página Jesuits, Miguel Agustín Pro nació en Zacatecas en 1891. Hijo de un minero, recibió su educación informal mediante tutores, por lo que al ingresar a la Compañía de Jesús se encontraba desfasado académicamente. Sin embargo, su piedad y oración compensaron el rezago.
Realizó sus votos como jesuita en 1913, época de ascendente conflicto entre los revolucionarios y el clero católico, que a la par de perder algunos privilegios, comenzaba a ser violentado intransigentemente por el Estado.
El exilio de Miguel Agustín Pro y la comunidad jesuita
Una de las primeras acciones violentas contra los jesuitas fue el incendio de la biblioteca del noviciado, perpetrado por militares del gobierno de Carranza el 05 de agosto de 1914. Para proteger a los miembros de la comunidad, el rector dio libertad para que la gente se exiliara en California, Estados Unidos.
Miguel Agustín Pro llegó a California en octubre de ese mismo año y un año después partió a España para su formación en filosofía. Posteriormente sirvió en Nicaragua durante un año para luego volver a España. En 1924 viajó a Enghien, en Bélgica, para estudia teología y sociología, enfocando sus estudios en los movimientos obreros. Finalmente, Miguel Agustín se ordenó en 1925.
Mientras tanto, en México el conflicto entre las élites eclesiales y políticas encrudecía bajo los gobiernos de los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El episodio, conocido como la Guerra Cristera, convertía en carne de cañón a fieles y militares. Enterado de dicha situación, Pro aprovechaba su estancia en Europa para prepararse lo mejor posible para regresar a México.
El regreso a México
Sin dificultades, Miguel Agustín Pro regresó a México en junio de 1926, sin embargo, tan sólo un mes después la Ley Calles prohibiría todo culto religioso y los templos se vieron obligados a cerrar sus puertas.
A partir de entonces, todos los religiosos y sacerdotes comenzaron a ser acosados y perseguidos indiscriminadamente. Sin embargo, una gran cantidad de fieles resistía ante el Estado y buscaba la espiritualidad en la clandestinidad. Como consecuencia, una gran cantidad de sacerdotes, camuflajeados como civiles, continuaron administrando los sacramentos en casas y a puerta cerrada.
El padre Pro no fue la excepción, quien regresó a vivir con su familia en la Ciudad de México. No obstante, continuó ejerciendo su ministerio y se trasladaba constantemente a otros puntos. Asimismo, con ayuda de sus hermanos carnales Humberto y Roberto, imprimían y distribuían literatura de la Liga de la Defensa Católica.
Martirio del padre Miguel Agustín Pro
Sin embargo, la vida del joven padre Pro sería truncada en 1927. De acuerdo con el sacerdote jesuita Tom Rochford, «el domingo 13 de noviembre, alguien intentó asesinar al general Álvaro Obregón con una bomba que explotó sin hacerle daño. Los hermanos Pro no estaban implicados en el complot, pero uno de ellos había vendido, pocos días antes, un coche que alguien había usado en el atentado.»
Debido a esta situación, los Pro intentaron exiliarse en Estados Unidos, pero fueron detenidos antes de que lograran movilizarse. Luis Segura, verdadero autor del atentado, confesó y se entregó con la intención de liberar a los Pro. Sin embargo, Plutarco Elías Calles emitió instrucciones directas de dar un escarmiento a Miguel Agustín Pro.
Sin derecho a juicio, el 23 de noviembre de 1927, el «padre Pro» fue ejecutado en presencia de importantes líderes militares. Los últimos actos del jesuita fue orar y negarse a morir con los ojos vendados. Finalmente, frente al paredón extendió sus brazos en forma de cruz con un rosario en mano.
Cuando se dio la orden de fuego, gritó en alta voz, “¡Viva Cristo Rey!”. A su hermano Humberto lo ejecutaron esa misma mañana, pero Roberto se libró en el último momento. Esa mañana fue fusilado también Luis Segura.»
Los cuerpos de los Pro fueron reclamados por su padre y fueron velados en la casa familiar. A los servicios funerales asistieron militares y trabajadores, quienes se conmovían por el religioso. Pro fue beatificado el 25 de septiembre de 1988. Su cuerpo permanece en la Parroquia de la Sagrada Familia en la Colonia Roma. También hay un museo aledaño que exhibe sus pertenencias y narra su historia.
Fuente: Beato Miguel Agustín Pro de Tom Rochford, SJ; traducción de Luis López-Yarto, SJ.