Nombre de Dios, el misterio del cráneo perforado - México Desconocido
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Nombre de Dios, el misterio del cráneo perforado

Durango
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El pueblo más antiguo de Durango está lleno de sorpresas. Una de ellas es la rara iglesia de Jesús Nazareno, que en su interior custodia un objeto emblemático del lugar y a la vez muy peculiar: un cráneo perforado que evoca una historia casi épica y un enigma que aún debe ser descifrado…

Uno nunca imaginaría que este pintoresco pueblito entre Durango y Zacatecas, junto a la carretera 45, tiene algo especial. La tentación más inmediata es evitar las tierras semiáridas, dejar atrás estas casas viejas y terminar de cubrir los 52 kilómetros que faltan hasta la capital duranguense. Pero para empezar, ahí están sus viejas historias, entre ellas, una en verdad extraordinaria: la de don Uraján de Luna.

Agua y un lienzo de las Ánimas del Purgatorio

Los frailes franciscanos predicaron por estos rumbos del oriente de Durango desde 1555, aproximadamente, pero fue hasta siete años más tarde, cuando el explorador Francisco de Ibarra fundó formalmente el pueblo de Nombre de Dios, el más antiguo de Durango y de todo el noroeste de la Nueva España. En el pueblo se asentaron españoles e indios que acompañaban a Ibarra y todavía la gente de Nombre de Dios reconoce la guardarraya que dividía al norte y al sur los espacios para cada grupo. Entre los indios fundadores hubo un grupo de purépechas michoacanos que establecieron su propio barrio y su templo, el de Jesús Nazareno (en la esquina de Coronado y Constitución).

Cuentan que algunas décadas después de la fundación, los purépechas de Nombre de Dios tuvieron problemas con los derechos de agua de sus tierras de labor. En consecuencia, su cacique, don Uraján de Luna, inició las gestiones para recuperarlos. El litigio fue bastante complicado y Uraján tuvo que viajar hasta España para intentar resolver el problema directamente ante el rey (quizá Felipe III). Pero atravesar las barreras de la corte fue una tarea imposible, de modo que para ganar la atención del monarca un día se arrojó a la calle frente a los caballos de la carroza real. Los cocheros apenas alcanzaron a detener el vehículo. El gesto tuvo el efecto deseado: asombrado ante tal acto de audacia, el rey le dio audiencia al cacique, le resolvió favorablemente su asunto y además le dio como regalo un gran lienzo de las Ánimas del Purgatorio.

El templo y sus historias

Entre todas las maravillas de la Iglesia de Jesús Nazareno hay por lo menos dos que evocan esta historia. Este templo, de hace 400 años, tiene una hermosa portada decorada con angelitos que recuerda la arquitectura michoacana del siglo XVI. En el interior hay múltiples piezas virreinales de gran calidad: tres grandes cristos procesionales articulados (con los brazos móviles, para bajarlos de la cruz), una pintura de San Isidro Labrador e imágenes de bulto policromadas de los apóstoles Santiago, San Pedro y San Pablo y los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael. En los muros hay magníficas pinturas al fresco con algunas estaciones del viacrucis que ahora son visibles, porque el cuadro que las ocultaba se encuentra en restauración. Y es precisamente este cuadro ahora ausente, el de las Ánimas del Purgatorio al que se refiere la historia. Es un óleo enorme, de varios metros cuadrados. Fue pintado tal vez en la ciudad de México, y hay críticos que dicen que uno de los personajes que intenta desesperadamente salir de las llamas del purgatorio es nada menos que Uraján de Luna.

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La otra pieza que remite a la historia es el propio cráneo de don Uraján, que está en una vitrina vieja y pequeña en el interior del templo. No es un cráneo común, un enorme agujero señala que murió asesinado con un golpe de pico. Esto debió ocurrir a principios del siglo XVII. Probablemente fueron sus enemigos políticos o gente que fue afectada por sus gestiones.

Como sea, esta historia viene bien con un pueblo rico en arte, historia, tradición y genio popular como Nombre de Dios.

Uno puede continuar la aventura visitando sus otros templos interesantes, como la parroquia de San Pedro Apóstol, las ruinas  de la iglesia de San Francisco, con su arco al frente, la Capilla de Nuestra Señora de la Natividad, con su fabulosa viguería más que tricentenaria; y su bella imagen michoacana de Nuestra Señora de la Soledad, o bien la capilla barroca de la hacienda de Juana Guerra, a 5 kilómetros del poblado.

Si le da hambre…

El complemento a la visita de la iglesia de Jesús Nazareno puede ser también más mundano. La gastronomía de Nombre de Dios es fabulosa. A la vuelta del templo (y en otras partes del poblado) uno encuentra tiendas de vinos de frutas (tuna, membrillo, entre otras), conservas, orejones, chiles y dulces. Hay también fondas que preparan unas gorditas de antología (las más famosas son las de doña Aleja, en Francisco Zarco 501, junto a la plaza principal). Y, cosa importante, también pueden visitarse las vinatas, es decir, los molinos-hornos-destilerías artesanales donde se fabrica un mezcal delicioso.

autor Periodista e historiador. Es catedrático de Geografía e historia y Periodismo histórico en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México donde intenta contagiar su delirio por los raros rincones que conforman este país.
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