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Por la tierra de los huastecos I

Hidalgo
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Los hablantes de la lengua Huasteca conformaron, desde tiempos tempranos, una tradición cultural significativa que los diferenció de los demás pueblos que habitaron el México prehispánico.

Escogieron como hábitat la porción septentrional de la vasta región denominada Costa del Golfo. Ésta es perfectamente demarcable si tomamos como límites, hacia el sur, el río Cazones —Veracruz— y, por el norte, el río Soto la Marina —Tamaulipas—; hacia el este limita con el Golfo de México y por el oeste llegó a ocupar importantes porciones de los actuales estados de San Luis Potosí, Querétaro e Hidalgo.

Si emprendemos un recorrido por aquel rincón de México nos encontramos con cuatro grandes zonas ecológicas: la costa, la planicie costera, la llanura y la montaña, cada una de ellas con sus propias características de vegetación y clima. No obstante esta diferencia geográfica, apreciamos que los huastecos se adecuaron perfectamente a cada uno de los ambientes, obteniendo del medio natural todos los recursos para su subsistencia. En las cuatro regiones dejaron testimonios, evidenciados fundamentalmente por los abundantes montículos artificiales cuyo nombre popular en la región es el de «cues».

Según los lingüistas, hace varios miles de años que se habría conformado el llamado tronco lingüístico protomaya, del cual derivarían todas las lenguas mayas y el huasteco. Este tema ha propiciado numerosas discusiones y planteamientos hipotéticos. Algunos consideran que quienes se establecieron primero en su actual hábitat fueron los huastecos, seguidos, más tarde, por los mayas, y que el puente de unión entre ambos fue destruido algunos siglos más tarde por las cuñas lingüísticas y culturales de los nahuas y, principalmente, de los totonacos, quienes también poblaron la costa de Veracruz.

Como todos los demás pueblos mesoamericanos, los huastecos desarrollaron su cultura basándose en una economía mixta cuya esencia era la agricultura intensiva sustentada en el maíz y en otros vegetales, como el frijol y la calabaza. Fue precisamente en la Sierra de Tamaulipas donde el arqueólogo Richard Mac Neish encontró en unas cuevas testimonios de la evolución en la domesticación y cultivo del maíz, lo cual nos indica que fue posiblemente en la región huasteca donde los antiguos indios tuvieron por primera vez el maíz tal y como hoy lo conocemos.

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Por los estudios arqueológicos sabemos que los primeros agricultores, posiblemente de filiación otomí, se establecieron en las márgenes del río Pánuco con una tradición cultural fechada hacia 2500 a.C. A partir, tal vez, de 1500 a.C., llegaron los huastecos, quienes edificaban sencillas habitaciones de lodo y bajereque. También fabricaban numerosos recipientes de arcilla cocida, los cuales fueron agrupados por tradiciones cerámicas; los correspondientes a este periodo temprano recibieron el título de fase Pavón. Ésta agrupa recipientes con un baño de color rojo o blanco que presentan una decoración incisa y cuyas formas corresponden a ollas de cuerpos esféricos o también a ollas con cuerpos en forma de molduras o gajos que recuerdan de inmediato la forma de las calabazas.

Además de estas ollas que conforman la vajilla llamada «progreso metálica», tenemos también la vajilla «progreso blanca», en donde las formas más importantes son platos de fondo plano y cuya decoración consiste en un punzonado a base de círculos hechos, al parecer, utilizando carrizos.

Durante la tradición alfarero del Formativo, los artesanos huastecos fabricaron numerosas figurillas que se integran a la gran tradición mesoamericana pero que se distinguen porque tienen los ojos elípticos hendidos de forma poco realista, las cabezas con la frente muy plana indicando la deformación craneana que se practicaba desde tiempos tempranos y, en la mayoría de las ocasiones, los brazos y piernas pequeños o apenas insinuados en el conjunto.

Para Román Piña Chán, la verdadera tradición huasteca se inicia propiamente hacia el año 200 antes de nuestra era. Por aquel entonces los hablantes de esta lengua ya habían poblado parte de Tamaulipas, San Luis Potosí, Querétaro y Veracruz, y aunque nunca conformaron una entidad política mayor, su lengua y sus tradiciones culturales les dieron una cohesión de gran envergadura a la que se enfrentaron primero los nahuas y luego los españoles y de la cual derivaron las supervivencias étnicas contemporáneas.

Los arqueólogos plantean que la cultura huasteca prehispánica se divide en seis períodos o fases que se pueden detectar mediante las variaciones que sufrió la cerámica que utilizó dicho pueblo. Los horizontes culturales que corresponden a esta evolución son: el Preclásico superior de 0 a 300 d.C., el Clásico, fechado del 300 al 900 d.C., y el Posclásico, que comprende del 900 al 1521. Como esta evolución cerámica se determinó con claridad en la región del Pánuco, a dichas fases se les denomina con el nombre del río.

Durante la época Formativa o Preclásico tardío (100 a 300 d.C.) es cuando se inicia el desenvolvimiento de la cultura huasteca, asentada sobre las tradiciones cerámicas más tempranas, y es entonces cuando los alfareros elaboran la cerámica «Prisco negra», que comprende platos de silueta compuesta, cajetes sencillos y con acanaladuras, así como platos trípodes y vasijas decoradas con la técnica llamada de pintura al fresco. Tenemos también la cerámica «Pánuco gris», cuyas formas corresponden a vasijas con vertederas y ollas decoradas con la técnica de impresión de textiles; junto a éstas hay unas notables cucharas con pasta de color blanco y cuyo rasgo significativo lo constituyen largos mangos o agarraderas.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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