Real de Arriba, el pueblo del oro a flor de tierra (Estado de México)
En la sierra de Temascaltepec, que es una prolongación del Nevado de Toluca (volcán Xinantécatl) y el escalón para llegar a la tierra caliente de Guerrero, se encuentra un antiguo mineral, llamado Real de Arriba, que duerme en una cañada de exuberante vegetación.
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Las serranías que rodean al lugar son abruptas pero bellas, con sus altas montañas, profundas barrancas y hermosísimas cañadas. Las entrañas de estos montes contienen oro y plata. El río El Vado que atraviesa la pequeña comunidad nace en las estribaciones del Nevado de Toluca, originado por los deshielos del volcán; es un río de cauce constante que después forma una sola corriente con el río Temascaltepec y desemboca en el Balsas.
En Real de Arriba nacen cuatro manantiales de donde brota agua fresca todos los días del año. La vegetación de esta zona es muy variada, con plantas tanto de tierra fría como de regiones tropicales, y su tierra es extremadamente fértil. Antes de llegar al poblado se pueden ver grandes dunas de tierra roja arcillosa, que son todo un espectáculo.
En los tiempos prehispánicos la cañada donde hoy se encuentra Real de Arriba era conocida como Cacalostoc, que quiere decir «cueva de cuervos». La región estaba ocupada por los matlatzincas, quienes rendían culto a Quequezque, dios del fuego. Los matlatzincas fueron víctimas de los feroces aztecas; en Cacalostoc murieron miles de ellos y los sobrevivientes fueron hechos esclavos o quedaron prisioneros para luego ser sacrificados en honor del sanguinario dios de la guerra, Huitzilopochtli.
¡Cuántos cientos o miles de matlatzincas resultaron muertos en todas estas luchas que duraron más de treinta años! ¡Cuántos habrán quedado como esclavos y prisioneros y cuántos más habrán huido ante el horror de la guerra, para esconderse en las montañas surianas! Los que quedaron vivos tuvieron que pagar tributo a Moctezuma.
Esplendor minero
En Cacalostoc el oro se encontraba a flor de tierra en las grietas de la montaña; los matlatzincas primero y los aztecas después hacían excavaciones de poca profundidad para extraer el metal y piedras preciosas. En ese entonces el río El Vado era un placer, es decir un arenal donde las corrientes de agua depositaban regularmente partículas de oro, que luego eran separadas mediante un simple lavado. El río era un auténtico lavadero de oro. Fue precisamente un indio de Texcalitlán, llamado Adriano, quien en 1555 trajo a cinco españoles para que conocieran la abundancia de oro que había en la región.
En la segunda mitad del siglo XVI (entre 1570 y 1590) el ya para entonces Real de Arriba se constituyó como uno de los distritos mineros más importantes de la Colonia. Para esa época existían más de treinta minas en plena explotación, pertenecientes a familias españolas; en ellas trabajaban más de 50 españoles, 250 esclavos, 100 indios en encomienda y 150 mineros. En su funcionamiento este mineral requirió de 386 molinos para el beneficio del metal extraído, principalmente oro y plata, así como otros metales de menos importancia. Gracias al auge de Real de Arriba se fundaron otros poblados catequizados, como Valle de Bravo y Temascaltepec.
Durante el siglo XVII, Real de Arriba siguió siendo uno de los distritos mineros más favorecidos de la Nueva España; en ese tiempo se establecieron mesones, molinos de metal y caballerías que daban el sustento necesario para que las minas siguieran funcionando.
El esplendor minero continuó a lo largo del siglo XVIII, y entonces fue construido el templo de Real de Arriba, el cual posee una portada barroca en dos cuerpos y una puerta de acceso en arco de medio punto, cuya rosca está finalmente ornamentada. A cada lado de la puerta de entrada se observan dos pilastras estípites, características del estilo churrigueresco. El templo es de una nave, y en su interior hay un retablo barroco en madera tallada y dorada, en el que destaca un crucifijo y la Virgen de los Dolores. Este hermoso templo barroco, que lució esplendoroso en las épocas de bonanza minera, hoy se encuentra solitario, como un viejo profeta sentado en el recodo del camino que recuerda glorias pasadas y que acompaña fielmente a su pueblo en la soledad.
La decadencia del oro
Durante el movimiento independentista vino la primera decadencia del mineral, y durante el resto del siglo XIX muchos lugareños tuvieron que abandonar el pueblo por falta de trabajo. Sin embargo, en la época del general Santa Anna, y posteriormente durante el porfiriato, el gobierno otorgó diversas concesiones a compañías inglesas y estadounidenses para la explotación de las minas, lo cual inyectó nueva vida a Real de Arriba; las minas que producían oro y plata eran las de Magdalena, Gachupinas, Quebradillas, El Socorro, La Guitarra y Albarrada.
En 1900 aumentó la producción de oro de las minas El Rincón, Mina Vieja, San Antonio y Santa Ana debido a la llegada de capitales ingleses, que trajeron nueva tecnología para la extracción del metal. En 1912 la región se vio fuertemente agitada por los zapatistas, y el Real fue escenario de cruentas batallas, pero al término de la revolución los trabajadores de las minas regresaron a éstas.
Hacia 1940 diversas circunstancias provocaron que decayera totalmente la explotación minera. Las minas del Real de Arriba fueron cerradas, y los pobladores que no poseían tierras tuvieron que abandonar el lugar. La abundancia de agua y la riqueza de la tierra permitieron que la comunidad se volviera completamente agrícola y que se desarrollara el comercio con Temascaltepec y Toluca.
Real de arriba hoy
Actualmente en este pueblo encantador hay una bella plaza con su quiosco y con las fachadas de sus viejas casas pintadas de varias tonalidades, lo que le imprime un vistoso colorido. Sus callejones con sus antiguas pero bien cuidadas casonas, nos remontan al pasado, en una atmósfera de paz y tranquilidad. Todavía existe un viejo molino donde puede verse la maquinaria traída por los ingleses a principios de siglo. De la hacienda de beneficio La Providencia, conocida también como El Polvorín, quedan aún muchos de sus muros, que asoman por entre la espesa vegetación.
A pocos minutos del poblado están las ruinas de lo que fue la mina más importante del Real: El Rincón. Aquí, todavía a principios de siglo, existía una enorme infraestructura minera con decenas de edificios, un funicular con sus torres, las viviendas de los mineros, etcétera. Hoy sólo quedan algunos muros y piedras que nos hablan de esta antigua bonanza.
A principios del siglo XX se decía de ella: “La maquinaria que se emplea en esta mina es absolutamente moderna, y para instalarla no ha omitido gasto alguno la poderosa compañía que la tiene en propiedad… Los diversos departamentos de lamina están convenientemente alumbrados con luz incandescente… Las ricas vetas argentíferas y auríferas de El Rincón han prestigiado bien pronto la negociación. Cuenta además con la gran ventaja que pocas minas cuenta, de tener al lado su hacienda de beneficio espléndidamente dotada de todo lo necesario… Mr. Bullock, un minero viajero inglés, trajo a lomo de mula la primera maquinaria de vapor, para ayudar en varias labores pesadísimas en las minas de Real de Arriba, presumiblemente una de ellas, la conocida mina El Rincón”.
A pesar de todo este auge tecnológico, otros testimonios de la época nos hablan de la situación de los mineros: “Los barreteros, cargadores, ademadores y demás no son ayudados para edificar sus pueblos, ni para tener confort en sus viviendas… Las silicosis hizo presa fácil entre los mineros miserables y muertos de hambre… Los mineros por la mañana descendían en el malacate a velocidades mortales para enterrarse en tiros y túneles de lamina. El trabajo del minero era tan penoso que su anhelo no era otro más que de tomar el malacate de subida para estar con su familia”.
En el cementerio todavía se conservan una capilla original del siglo XVIII y algunas tambas de mediados del siglo pasado. En las afueras del pueblo se halla un edificio neoclásico del siglo XVIII con elementos neogóticos, el templo de San Mateo Almoloya. Al entrar a Real de Arriba se pasa por el puente de La Hoz, donde una placa inscrita: “1934-1935 Lane rincón Mines Inc.”, nos recuerda que desde aquel lejano 1555, cuando el indio de Texcaltitlán trajo a cinco españoles y se inició la feroz explotación de esta tierra sobre la sangre de los matlatzincas sacrificados al dios Huitzilopochtli, tuvieron que pasar 400 años para que los usurpadores agotaran las entrañas de esta tierra noble y generosa.
SI USTED VA A REAL DE ARRIBA
De Toluca se toma la carretera federal núm. 134 a Temascaltepec (90 km), y desde este poblado hay un camino de terracería de aproximadamente 10 km que lleva a Real de Arriba. Si usted decide pasar unos días aquí es necesario que se hospede en Temascaltepec, pues en Real de Arriba no hay infraestructura hotelera ni restaurantes.
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