Schulenburg, el abad de la Basílica que negó la existencia de Juan Diego y la aparición de la Virgen
Guillermo Schulenburg fue el último abad de la Basílica de Guadalupe. Sus cuestionamientos sobre la existencia de Juan Diego provocaron su caída y renuncia.
La religión suele ser pensada como un conjunto de creencias aceptadas de forma uniforme e incondicional por una comunidad. Sin embargo, no hay nada más lejano a la realidad, pues las formas de creer y entender la fe son diversas y varían casi de persona a persona. Desde luego, hay hecho o declaraciones sobresalientes que producen agitación social, este es el caso de las hechas por Guillermo von der Schulenburg Prado en 1996.
Hasta antes de Schulenburg, la Basílica de Guadalupe era dirigida tradicionalmente por un abad, lo que otorgaba cierta autonomía. Fue precisamente en 1963 que Schulenburg recibió dicho cargo, de carácter vitalicio, por orden del Papa. Antes de convertirse en el máximo director de uno de los santuarios más importantes de la cristiandad, Schulenburg había fungido como rector del Seminario Conciliar.
Como abad realizó dos proezas: la Basílica Efímera que fue una carpa improvisada para los festejos de la coronación de la Virgen de Guadalupe y la construcción del nuevo complejo que alberga el ayate de Juan Diego. También fue conocido por las multitudes que acudían a sus homilías, de acuerdo con Bernardo Barranco, estas alcanzaban de 12 mil a 13 mil asistentes.
Schulenburg y na lectura simbólica
Sin embargo, el Abad Guillermo, un canónigo de corte racionalista, se volvería famoso por sus declaraciones e interpretaciones que ponían en duda el milagro guadalupano. No se trataba de cualquier persona, se trataba de un clérigo cercano al gobierno mexicano que había logrado simular las relaciones Estado-Iglesia, logrando implementar estrategias comunicativas como la transmisión de Las Mañanitas a la Guadalupana en televisión abierta.
Schulenburg reconoció la imponente devoción del pueblo mexicano a la Virgen, sin embargo, cuestionó abiertamente la existencia histórica de Juan Diego y con ello el suceso milagroso. El cuestionamiento ocurrió en una época llena de susceptibilidades, pues el indígena estaba próximo a ser beatificado por uno de los papas con más carisma en la historia: Juan Pablo II.
De acuerdo con Barranco, si bien era un religioso cercano al poder, también se convirtió en uno de los clérigos con carácter progresista, hijo del Concilio Vaticano II. Todo ello lo convirtió en un incómodo para los poderes políticos y eclesiásticos.
«Llegó a apoyar causas religiosas progresistas mal vistas por la alta jerarquía, como fueron sus desprendidos apoyos económicos a Cencos, al secretariado social mexicano, al Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas y a obispos como Samuel Ruiz o Sergio Méndez Arceo; incluso llegó a simpatizar y solidarizarse con sectores indígenas de Chiapas, muy a pesar del cerco que el entonces gobierno de Zedillo quiso imponer a la causa zapatista.»
La Jornada, miercoles 22 de junio de 2009
La caída y el fin de la abadía
Las declaraciones más escandalosas fueron las que hizo para la revista Ixtus del poeta Javier Sicilia en el invierno de 1995. En el texto hacía una lectura simbólica de Juan Diego y el milagro guadalupano, lo que dejaba en un segundo plano la afirmación de un milagro. Sin embargo, fue un año después que el vaticanista Andrea Tornelli descontextualizó las declaraciones, produciendo que se interpretara a Schulenburg como un incrédulo.
Los textos indicaban, básicamente, que para Schulenburg poco importaba si Juan Diego era real o simbólico, pues para él era un símbolo de la mexicanidad herida por el proceso colonial. No se tartaba de un sólo Juan Diego, sino de Muchos. Asimismo, afirmaba que no había pruebas científicas y arqueológicas que sustentaran que dicho personaje realmente existió.
«La existencia del indio Juan Diego no ha sido demostrada, podríamos obtener muchas firmas de eclesiásticos preparados, así como de laicos intelectuales que avalan esta carta, pero no queremos provocar un inútil escándalo, simplemente queremos evitar que disminuya la credibilidad de nuestra Iglesia»
Mencionó el abad en una carta al Vaticano.
A la par de la polémica, una disputa surgía entre el abad y el cardenal Norberto Carrera Rivera, pues la Basílica de Guadalupe no tenía autonomía en el manejo de recursos. Entonces, Carrera Rivera presionó para que el abad renunciara. Schulenburg, quien había sido nombrado por el papa y tenía cargo vitalicio, se negó a entregar la abadía. Lamentablemente, el escándalo por las declaraciones, provenientes del guardián del ayate, terminaron por provocar su linchamiento mediático.
Sin más opción, Schulenburg renunció y se convirtió en el último abad de la Basílica de Guadalupe, cargo que había existido desde 1751. Entonces surgió el rectorado, designado por el Arzobispado. El abad Guillermo von der Schulenburg Prado falleció el 20 de julio de 2009.
Fuentes: Fallece Schulenburg Prado, quien siendo abad de la basílica negó la existencia de Juan Diego, La Jornada.