Barro bruñido de Tonalá, la cerámica de raíces mexicanas
A diferencia de la talavera poblana la de Tonalá es una cerámica de raíces mexicanas.
Las manos de la gente en Tonalá están siempre cubiertas de arcilla humedecida. Con manos así, modelan utensilios y figuras que más tarde decoran, que luego pulen. Varias son las técnicas utilizadas, pero quizá la más recurrente en esa villa de Jalisco sea la del bruñido.
Tiempos prehispánicos
En la región de Tonalá habitaban cocas y tecuexes, un par de etnias indígenas que vieron su territorio siempre amenazado por los tarascos. Ya entonces existía la cerámica bruñida, y el método utilizado entonces por los antiguos trascendería el paso de los siglos.
Durante la Colonia
El barro bruñido de Tonalá fue objeto de consumo de la élite novohispana. Los artesanos, indígenas y mestizos, adaptaron a la técnica de sus antepasados las modificaciones impuestas por los españoles. Su trabajo, tenido por valioso, viajaba incluso al Viejo Continente.
Raíces mexicanas
A diferencia de la talavera poblana —esa loza vidriada que llegó a la Nueva España con instrucciones españolas que dictaban su proceso y aspecto—, la de Tonalá es una cerámica de raíces mexicanas. El gusto colonial incidió sobre todo en los decorados y acrecentó la utilidad de los objetos.
La iconografía
Numerosos son los motivos que decoran la cerámica tonalteca. A las líneas geométricas, a las figuras de soles o lunas, se sumaron formas del imaginario español: ángeles y querubines, santos, leones de Castilla, águilas bicéfalas. Flores y escenas protagonizadas por humanos también encuentran cabida en las piezas.
El modelado
Una vez cernido el barro y mezcladas las arcillas, se forma la masa que ha de servir al artesano para crear platos y jarrones, cántaros, cazuelas, ollas, floreros, piezas en miniatura y figuras decorativas. Hay quienes confían en el torno, otros en los moldes, y algunos más prefieren usar lo más posible las manos.
La decoración
Las piezas son puestas a secar, ahí donde no pega mucho el sol o no entra demasiado viento. Se alisan después de orearse, luego reciben un baño de engobe. Finalmente se decoran a capricho del artesano: colores, tierras y pinceles se encargan de traducir lo que imagina.
El bruñido
Después de la decoración viene el reposo. Falta el brillo. Para sacarle refulgencias al barro, los artesanos tonaltecos se valen de la pirita. Frotan la piedra con cuidado sobre la superficie de sus piezas, y es precisamente su maestría en este paso la que fama les ha traído.
La quema
En Tonalá, la cerámica es de baja temperatura. Se quema una sola vez, entre 500 y 900 grados centígrados, en hornos avivados con leña. El resultado muchas veces es una obra de arte, como este platón elaborado por Arnulfo Vázquez Rodríguez.
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