Camaji, la zona arqueológica que pocos conocen
En 1962, el señor Leocadio Alvarado, agricultor de la región de Zitácuaro, Michoacán, encuentra artículos arqueológicos
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
Pero un día se encontró una especie de muro –o restos del mismo- y algunas figurillas de barro que lo convencieron de que en su terreno y en la ladera del cerro tenía que haber algo de mayor importancia. Él conocía bien la historia de ese campo, los cambios de propietario registrados, dónde habían estado las casas de sus antepasados, etc., y tenía la certeza de que en ese preciso lugar no había habido ninguna construcción en los últimos 100 años, cuando menos. Por lo tanto, empezó a hurgar en forma más minuciosa y halló suficientes pruebas de que se trataba efectivamente de piedras trabajadas por seres humanos y que habían sido colocadas cubriendo la ladera del cerro. Comprendió entonces la importancia de su descubrimiento e informó al Instituto Nacional de Antropología e Historia, con la ayuda de algunas personas que encontraron la forma de llegar hasta la autoridad correspondiente.
EL SEÑOR ALVARADO: TODO UN EXPERTO
Al año siguiente, dicho instituto envió a sus técnicos y arqueólogos, quienes limpiaron el área, comprobando la existencia de enormes edificios prehispánicos: El señor Alvarado trabajó con ellos y tuvo buen cuidado de fijarse en todo lo que sucedía a su alrededor; aprendió a excavar con las cuadrillas y asimiló mucho de lo que los arqueólogos decían acerca de lo que iban encontrando. Se le reconoció como el descubridor de la zona y se convirtió en un experto en ella. Fue nombrado cuidador del sitio, pero ya con el gusanillo de los descubrimientos y no conforme con lo que él había logrado, continuó estudiando el área y realizó nuevos hallazgos, algunos de los cuales le causaron serios problemas, ya que se le acusó de haberse quedado con varias de las piezas para venderlas clandestinamente. Sin embargo, esto es falso, pues dichas piezas pueden admirarse actualmente en el Museo Regional de Morelia.
Los datos que el señor Alvarado nos proporcionó y que hemos podido confirmar en algunos estudios publicados indican, después de las cuidadosas investigaciones que se han llevado a cabo sobre estas ruinas, que el área de construcciones prehispánicas ocupa unas 22 hectáreas de terreno semiplano, el cual abarca varias milpas y la ladera del cerro situado al este, así como la cima de dicho cerro. Fue un centro ceremonial matlatzinca, rodeado de un pueblo que llegó a su máximo desarrollo aproximadamente en el año 800 de nuestra era. Su población puede haber llegado a los 25 000 habitantes.
El núcleo principal está formado por una plazoleta con una pirámide hacia el norte y otra más grande, en ángulo recto, orientada hacia el oeste. La altura de la pirámide mayor es de 2 130 msnm, y de 80 m aproximadamente a partir de su base. Es posible que su nombre original haya sido Camaji, pues éste es el nombre con que ese precioso lugar ha sido designado por la gente de la localidad desde tiempos muy remotos. La palabra es otomí y significaLa Palma.
GÜIROS HECHOS DE HUESOS HUMANOS
Aunque se han encontrado rastros de intercambio con los tarascos de Michoacán, la mayor influencia fue recibida del centro de México, y especialmente de Teotihuacan. Los pobladores de la zona de Los Alzati alcanzaron un grado de desarrollo cultural bastante avanzado, lo cual se puede constatar en los petroglifos que se encuentran en lo alto de la estructura principal, así como en los caracoles de tierra, las serpientes enroscadas, y sobre todo en el cazador de patos y venados labrado en unas enormes losas que se encuentran a unos cuantos metros de la base, en dirección al sur. Entre los demás descubrimientos se pueden contar cuernos de venado primorosamente tallados, collares de cuentas de mármol, y un entierro de restos humanos incinerados, algunos de cuyos huesos están labrados en forma de güiros para ser usados como instrumentos musicales.
Casi todos los edificios fueron construidos colocando un aplanado o relleno sobre la falda del cerro, y cubriendo éste con una especie de adoquines de granito, lava, tezontle y piedra caliza. Al frente, dichas estructuras estaban adornadas con elegantes e imponentes escalinatas. Como en otros sitios arqueológicos de Mesoamérica, aquí también hay edificios superpuestos, construidos posiblemente cada 52 años, y se ha podido determinar que el último fue suspendido debido a la llegada de los conquistadores españoles.
¿CÓMO HABRÁ SIDO HACE SIGLOS?
Trate usted de imaginarse todo esto cuando era una comunidad viviente, en el momento en que se estuviera llevando a cabo una ceremonia religiosa… Los sacerdotes celebrando sus ritos y pronunciando sus plegarias en el adoratorio de cada pirámide; el humo del copal envolviendo a todos, oficiantes y espectadores; enormes caracoles marinos llamando a los dioses desde todas las direcciones, loshuehuetlsonando para ahuyentar a los malos espíritus; aquellos que serían sacrificados subiendo orgullosa y valientemente por la empinada escalinata hasta la cima del templo, y la multitud proveniente de muchos pueblos cercanos, al pie de las pirámides, presenciando sobrecogida los sacrificios humanos en el momento de la puesta del sol.
Esta imponente aunque casi desconocida zona arqueológica se encuentra al oeste de Zitácuaro, Michoacán, y se puede llegar a ella por la carretera 15, viajando hasta el km 107 y continuando de ahí durante sólo un kilómetro y medio hacia el norte, por un buen camino de terracería. En total son unos 12 km desde Zitácuaro, cerca de la desviación a Angangueo, donde hay una señal que indica el camino a seguir.
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