Chiche y palo blanco, gigantes coloridos de la selva de Chiapas
Con la llegada de la primavera, la selva chiapaneca, al sureste de México, se engalana con los amarillos ropajes del chiche y la altura del palo blanco. ¡Conoce más sobre estas interesantes especies de árboles!
Son clásicos los paisajes otoñales de las regiones templadas de la tierra. Durante el otoño, las hojas, antes de caer, toman una coloración rojiza amarillenta lo cual da a los bosques una belleza sin igual. Al sureste de México, en la costa de Chiapas, ocurre algo similar aunque diferente en su aspecto climático. No implica la muerte de las hojas como el otoño del norte sino todo lo contrario; es la floración primaveral que anuncia la vida. Son dos árboles los que esperan los primeros aguaceros entre enero y marzo para competir en belleza; el palo blanco o primavera (Cybislax donnel smithii) y el roble.
Cuándo el palo blanco se decide a embellecer el paisaje ¡hay que admirarlo! Se despoja de la totalidad de sus hojas entre octubre y diciembre y con las primeras lluvias se adorna de un color amarillo intenso que a nadie puede pasarle desapercibido. Lamentablemente la atención principal del hombre hacia él no ha sido por su belleza sino por su fina madera. El palo blanco o primavera es muy codiciado en la ebanistería y con él se hacen finos y elegantes muebles que compiten en acabado con la caoba y el cedro.
La costa de Chiapas es pródiga en este árbol, silvestre o cultivado. Un bosque lleno de ellos en la época de su floración nos ofrece un panorama de bellísimo amarillo. Aunque la flor se mantiene por aproximadamente una semana entre enero y marzo, la intensidad más viva de su color dura dos días. Todo depende de la lluvia para que la primavera se vista de gala. Por lo que se refiere al roble, sus flores, menos intensas y de un matiz morado, no tienen intensidades tan brillantes como las del palo blanco, pero lo interesante es que coinciden en su época de floración. Si a esto le añadimos el color rojizo de los framboyanes, entonces tenemos tres tonos de colores, aunque a este último lo podemos ver lucir desde la primavera hasta inicios del verano. El palo blanco, el roble, el framboyán y otras especies más, llenan el paisaje con tonalidades de belleza incomparable.
El chiche y sus platillos voladores
El chiche (Aspidosperma megalocarpon) no es un árbol que se distinga por la belleza de sus flores sino por la «conducta» sorprendente que, en aras de la supervivencia, ha sido capaz de desarrollar. Es, sin lugar a dudas, uno de los árboles más altos de Chiapas y quizá, de todo el país. Recto y elevado, con su verticalidad asombrosa sobrepasa fácilmente los 35 m de altura.
Para sobrevivir, todos los vegetales utilizan sus características; de esta forma se enfrentan al medio ambiente y a otras especies cercanas que les disputan espacio y vida. ¿De qué manera el chiche puede entrar en la competencia y demostrar a los demás vegetales de que las puede?, pues lo hace con lo que tiene, y si algo le sobra, comparado con sus vecinos, es altura. Sí, es la altura la que el chiche ha capitalizado y gracias a ella lo podemos admirar. Será también la forma en que podrá hacer frente al futuro si el hombre no dispone otra cosa.
¿Cómo ha utilizado este espigado árbol su altura? El chiche tiene una fruta parecida a una bellota que poco a poco va creciendo y madurando. Dentro de esta bellota y rodeada por una película muy fina y delgada en forma de, disco, se encuentra la semilla, también plana y circular. Cuando madura, entre diciembre y enero, la bellota se va abriendo, poco a poco longitudinalmente para que los discos, ya secos, puedan salir al exterior. La forma de la bellota es cóncava lo cual da lugar a espacios interiores a fin de que las corrientes de aire entren en la bellota e impulsen los discos hacia afuera. La enorme altura de estos árboles permite que las semillas salgan fácilmente al exterior gracias a las potentes rachas de viento que existen a tantos metros del suelo. Ya en el aire, los discos o platillos se encargan por sí mismos de la situación y utilizando sus membranas circulares, muy ligeras, empiezan a ganar altura. De esta manera viajan grandes distancias y logran germinar lejos del árbol original.
Con la vista puesta en la elevada cumbre de un chiche, es posible ver objetos parecidos a mariposas que con el viento se elevaban y desplazaban muy rápidamente. Pronto descubrí que eran los platillos del chiche volando por los aires para transportar su semilla con el impulso del viento. Al tratar de indagar qué distancias pueden recorrer las semillas, descubrí que pueden alcanzar el kilómetro de distancia e incluso más, si las condiciones son favorables.
Nos preguntamos cuál fue la senda evolutiva que siguió este ejemplar: ¿creció para poder liberar fácilmente sus semillas o, por su altura, tuvo que adaptar sus formas de reproducción a las caprichosas corrientes de aire. No importa cuál es la respuesta. Lo cierto es que el chiche, como otros vegetales, nos recuerda el comportamiento de la naturaleza en su afán de llevar a cabo lo que este bello planeta respira por todos sus poros: vida. Una última indicación sobre este vegetal característico es que el nombre chiche probablemente viene del náhuatl chichic que significa amargo.
Efectivamente, la corteza de este árbol es muy amarga y los habitantes del Soconusco la han utilizado, con muy buenos resultados, como medicamento contra la diabetes. También se utiliza su madera y como las piezas son muy largas, rectas y consistentes, con ella se construyen casas con techos de lámina y teja de barro: Éste es el interés principal que el chiche ha despertado, y por el cual nadie había caído en la cuenta de que al soltar sus semillas da lugar a un nuevo ciclo de vida. Así, el peculiar árbol nos enseña la sabiduría de la naturaleza, de la cual nosotros formamos parte.
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