Diálogo con una escultura prehispánica
Al visitar el Museo del Templo Mayor en la ciudad de México no podemos evitar la sorpresa ante el recibimiento de dos personajes de tamaño natural extrañamente ataviados, que nos impactan por su gran calidad escultórica y fuerza representativa.
Algunas de las preguntas que, sin lugar a dudas, estas esculturas suscitan en la mente de los visitantes al Museo deben ser: ¿A quiénes representan estos hombres? ¿Qué significa su atavío? ¿De qué están hechos? ¿Así fueron encontrados? ¿En qué sitio? ¿Cuándo? ¿Cómo los harían?, etcétera. A continuación intentaré dar respuesta a algunas de estas incógnitas; varias de ellas nos las aclaran los estudiosos del tema, otras, la observación misma de las piezas.
Se trata de dos esculturas de cerámica estructuralmente iguales mas no idénticas; cada una representa a un Guerrero Águila» (soldados del sol, miembros de una de Ias órdenes militares más importantes en la sociedad azteca), y fueron encontradas en diciembre de 1981 durante Ias excavaciones del Templo Mayor, en el Recinto de los Guerreros Águila.
Es muy poco probable que estas piezas hayan sido creadas con Ia finalidad de dar aI sitio un detalle estético. Es indudable que el artista debió concebirlas como representaciones no de los guerreros, sino de Ia esencia de ellos: hombres llenos de orgullo por pertenecer a este selecto grupo, plenos del vigor y valor requeridos para ser protagonistas de grandes hazañas militares, y con el arrojo, templanza y sabiduría suficientes para mantener Ia fuerza del imperio. Consciente de Ia importancia de estos personajes, el artista no se preocupó por Ia perfección en sus pequeños detalles: dejó su mano libre a Ia representación de Ia fuerza, no de Ia belleza; moldeó y modeló el barro al servicio de Ia representación de Ias cualidades, sin preciosismos de Ia técnica, pero sin descuidarIa. Las piezas mismas nos hablan de alguien que conocía su oficio, dada Ia calidad de su elaboración y Ias soluciones que una obra de estas dimensiones exigía.
Localización
Como ya dijimos, ambas esculturas fueron halladas en el Recinto de los Guerreros Águila, sede exclusiva de este grupo de nobles combatientes. Para dar una idea deI lugar, es importante conocer cómo se encuentra arquitectónicamente estructurado este magnífico sitio. EI Recinto consta de varios aposentos, cuyos muros en su mayoría tienen pintura y una especie de «banqueta » de piedra (con una altura de 60 cm) que sobresale aproximadamente 1 m a partir de los mismos; en el frente de esta » banqueta » se encuentra una procesión de guerreros policromados. En el acceso al primer aposento, de pie sobre Ias banquetas y flanqueando el ingreso, se encontraban estos Guerreros Águila de tamaño natural.
Su presentación
Con un largo de 1.70 m y un grosor máximo de 1.20 a Ia altura de Ios brazos, estos personajes están ataviados con Ios atributos de Ia orden guerrera. Sus trajes, ceñidos al cuerpo, son Ia representación estilizada de un águila que cubre brazos y piernas, estas últimas hasta por debajo de Ias rodillas, en donde aparecen Ias garras deI ave. Los pies van calzados con sandalias. Los brazos flexionados se proyectan al frente, con una prolongación hacia Ios lados que representa Ias alas, mismas que llevan a todo lo largo plumas estilizadas. Su imponente vestuario remata en un elegante casco en forma de cabeza de águila con el pico abierto, deI cual emerge el rostro deI guerrero; éste tiene perforaciones en Ias aletas de Ia nariz y en Ios lóbulos de Ias orejas.
La elaboración
Tanto el cuerpo como el rostro fueron moldeados, pues en su interior pudimos ver Ia huella de Ios dedos deI artista que aplicó por presión el barro hasta lograr una capa gruesa y uniforme. Para Ios brazos seguramente extendió el barro y Ios enrolló para darles forma y posteriormente unirlos al cuerpo. El «casco», Ias alas, Ias estilizaciones deI plumaje y Ias garras fueron modeladas aparte y añadidas al cuerpo. Estas piezas no fueron alisadas perfectamente, a diferencia de Ias partes visibles deI cuerpo, como rostro, manos y piernas. Por sus dimensiones, Ia obra debió realizarse en partes, Ias cuales se fueron embonando por medio de » espigas » hechas deI mismo barro: una a niveI de Ia cintura, otra en cada pierna a Ia altura de Ias rodillas y Ia última en Ia cabeza que tiene un cuello muy largo.
Estas figuras estaban colocadas de pie, como ya dijimos, pero no sabemos hasta el momento de qué manera se sostenían en esta posición; no se encontraban recargadas en nada y en el interior de Ias piernas -a pesar de ser huecas y de algunas perforaciones en Ias plantas de los pies- no se localizó ningún indicio de material que nos hable de una estructura interior. A partir de Ia postura de sus manos, me atrevería a pensar que sostenían instrumentos de guerra -tales como lanzas- que ayudaban a mantener Ia posición.
Una vez horneadas y embonadas cada una de sus partes, Ias esculturas fueron colocadas directamente en el lugar que ocuparían en el Recinto. AI Ilegar al cuello fue necesario rellenar el pecho con piedras para darle un punto de apoyo en el interior y después se introdujo más piedra en los huecos que quedan a Ia altura de los hombros para afianzarlo en su sitio correcto.
Para semejar el plumaje deI águila se aplicó sobre el traje una gruesa capa de estuco (mezcla de cal y arena) dando Ia forma individual a cada «pluma», y se hizo Io mismo para cubrir Ias piedras que sostenían el cuello y darle apariencia humana. También encontramos restos de este material en el «casco» y pies. En cuanto a Ias partes deI cuerpo expuestas, no localizamos restos que permitan afirmar si iban cubiertas o estaban policromadas directamente sobre el barro. EI guerrero deI lado norte conservó casi totalmente el estuco deI traje, no así el deI lado sur que únicamente tiene algunos vestigios de esta decoración.
Sin lugar a dudas el remate en Ia elaboración de estas obras fue su policromía, pero desgraciadamente Ias condiciones de su entierro no fueron propicias para que ésta se conservara. A pesar de que actualmente sólo podemos contemplar una etapa de lo que fue Ia concepción total deI artista, estas piezas siguen siendo impresionantemente bellas.
EI rescate
Desde su descubrimiento, en diciembre de 1981, el arqueólogo y el restaurador iniciaron un trabajo de rescate en conjunto, ya que el tratamiento de conservación debe de ser aplicado desde el momento mismo en que una pieza es excavada, a fin de salvar tanto el objeto en su integridad material como los posibles materiales asociados a él.
Las esculturas se encontraban en su posición original, dado que fueron cubiertas con un relleno de tierra para protegerIas al realizar Ia construcción de Ia siguiente etapa. Desafortunadamente el peso de Ias construcciones sobre Ias piezas, aunado al hecho de que presentaban un grado de cocción bajo (que le quita dureza a Ia cerámica), hizo que se agrietaran sufriendo múltiples roturas a lo largo de toda su estructura. Por el tipo de fracturas (algunas de ellas en diagonal) quedaron pequeñas «lajas», Ias cuales -para obtener una recuperación total deI material que Ias compone- requerían de un tratamiento antes de proceder a su levantamiento. Las partes más afectadas fueron Ias cabezas, que se hundieron y perdieron su forma por completo.
Tanto Ia humedad provocada por el relleno de piedras y Iodo como Ia deficiente cocción, hicieron de Ia cerámica un material frágil. A lo largo de varios días se fue despejando el relleno en forma gradual, cuidando en todo momento mantener el nivel de humedad, pues un secado brusco hubiera podido causar mayores daños. Así, fueron desprendiéndose los fragmentos conforme éstos se iban liberando, antecediendo a cada acción Ia fotografía y el registro de su colocación. Algunos de ellos, los que se encontraban en condición de ser levantados, fueron puestos en cajas sobre una cama de aIgodón y transportados aI taller de restauración. En los más frágiles, como aquellos que tenían pequeñas «lajas», fue necesario velar, centímetro a centímetro, algunas zonas con tela de gasa unida con emulsión acrílica. Una vez seca esa sección pudimos moverlos sin pérdida de material. Las partes grandes, como el torso y Ias piernas, fueron vendadas a fin de sostenerlas y así inmovilizar los pequeños componentes de Ias múltiples roturas.
EI mayor problema lo tuvimos en Ia decoración deI guerrero deI lado norte, el cual conserva una gran cantidad de plumas de estuco que aI estar húmedo tenía Ia consistencia de una pasta suave que no podía tocarse sin que perdiera su forma. Se fue limpiando y consolidando con una emulsión acrílica conforme iba descendiendo el nivel de Ia tierra. Una vez que el estuco adquiría dureza aI secar, si se encontraba en su sitio y el estado de Ia cerámica nos lo permitía, se unía a ella, pero esto no siempre fue posible porque Ia mayor parte se encontraba desfasada y con una gruesa capa de tierra entre ambos, por lo cual resultaba mejor ubicar primero el estuco en su sitio y después desprenderlo para recolocarlo durante el proceso de restauración.
La labor de rescate de una pieza en estas condiciones implica cuidar cada detalle para conservar todos los datos que Ia obra aporta en su aspecto de documento histórico, y también para recuperar todo el material que Ia constituye y lograr su reconstrucción estética. Es por ello que en ocasiones este trabajo debe realizarse muy lentamente, aplicando el tratamiento en pequeñas áreas para permitir al material recuperar Ia consistencia adecuada e intervenir en él sin riesgo y trasladarlo al sitio donde se Ie aplicarán los métodos de conservación y restauración pertinentes.
La restauración
Dadas Ias dimensiones de Ia obra y su grado de fragmentación, las piezas fueron trabajándose paralelamente al rescate, conforme iban llegando al taller. Antes de secarles Ia humedad adquirida, se Iavó cada pieza con agua y detergente neutro; posteriormente se quitaron Ias manchas dejadas por Ios hongos.
Ya con todo el material limpio, tanto la cerámica como el estuco, fue necesario aplicar un consolidante para aumentar su resistencia mecánica, es decir, introducir a su estructura una resina que al secar diera una mayor dureza que Ia original, Ia cual, como ya mencionamos, era deficiente. Esto se hizo por medio de Ia inmersión de todos a los fragmentos en una solución Ir de un copolímero acrílico a baja concentración, dejándose en este baño por varios días -dependiendo de sus diferentes espesores- para permitir una completa penetración. Después se dejaron secar en un ambiente herméticamente cerrado a fin de evitar Ia evaporación acelerada deI solvente, lo cual hubiera arrastrado aI material consolidante a Ia superficie quedando el núcleo débil. Este proceso es muy importante porque una vez armada, Ia pieza pesa mucho, y al no encontrarse ya en su constitución original es más vulnerable. Posteriormente, cada fragmento debió ser revisado porque muchos presentaban grietas, a Ias cuales se les aplicó un adhesivo en diferentes concentraciones para lograr una perfecta unión.
Eliminados todos los puntos débiles deI material, se extendieron los fragmentos en mesas según Ia parte a Ia que correspondían y se inició Ia reconstrucción de su forma, uniendo los fragmentos con un acetato de polivinilo como adhesivo. Cabe aclarar que éste es un proceso muy minucioso, ya que cada fragmento debe unirse perfectamente de acuerdo con su resistencia y posición, pues esto repercute al incorporar los últimos fragmentos. Conforme se avanzaba en el trabajo, éste se iba complicando por el peso y dimensiones que iba adquiriendo: era muy difícil lograr Ia posición correcta durante el secado deI adhesivo, el cual no es inmediato. Debido al gran peso de los brazos y a suposición, Ia unión de éstos al tronco tuvo que hacerse con una variante, ya que se ejercían fuerzas que dificultaban su adhesión. Además, Ias paredes de Ia zona de Ia unión correspondiente al tronco eran muy delgadas, por lo que se corría el riesgo de que cedieran al unírseles los brazos. Por estas razones se les practicaron perforaciones en ambas partes y a cada lado de Ias uniones, y aprovechando que los brazos presentan un hueco a todo lo largo, se les introdujeron varilIas de acero inoxidable para repartir Ias fuerzas. En estas uniones se aplicó un adhesivo más fuerte para asegurar, por varios medios, una unión perdurable.
Una vez recuperada Ia forma integral de Ias esculturas, Ias partes faltantes -que fueron Ias menos- se repusieron y todas Ias uniones se resanaron con una pasta a base de fibra cerámica, caolín y un acetal polivinilo. Esta tarea se realizó con Ia doble finalidad de aumentar la resistencia estructural y a Ia vez tener una base para Ia aplicación posterior de color en estas líneas de rotura, logrando así el enlace visual de todos los fragmentos al ser observados desde una distancia normal de exposición. Por último se colocaron en su sitio los estucos que habían sido separados en el momento deI rescate.
Como Ias piezas no se mantienen en pie por sí solas, para ser exhibidas se diseñó una estructura interior de varillas de acero inoxidable y láminas metálicas colocadas en los puntos de unión de los embones, de tal suerte que las espigas sostienen Ia estructura repartiendo el gran peso y fijándola a una base.
Finalmente, gracias al trabajo realizado, Ias esculturas han sido puestas en exhibición en el Museo. Ahora podemos apreciar, a través de los conocimientos técnicos y sensibilidad deI artista, lo que para los aztecas significaba Ia guerra, el poder y el orgullo de un gran imperio.
Fuente: México en el Tiempo No. 5 febrero-marzo 1995
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