Eduardo Rincón, biólogo y pintor

En 1992, en la inauguración de su primera exposición pictórica individual, en la galería Sloane-Racota, Eduardo fue abordado por un prestigiado coleccionista, quien con aire de suficiencia se aventuró a decirle: “Tu vas a terminar pintando abstracto…”

“La colección de cuadros –nos dice Claudio Isaac, comentando esa ocasión– era producto de las observaciones –reposadas, elaboradas– de un largo viaje a las selvas de Chiapas y Veracruz en calidad de investigador, y si bien resultaban más sugerentes que descriptivos, era inconcebible extraerlos del contexto figurativo: poetizados o decantados, eran paisajes al fin. Los lienzos están impregnados del clima lumínico de esa zona boscosa, su temblor de ramas acompasaba los trazos, y se asomaban elementos que han seguido poblando su obra hasta la fecha. De manera que Rincón quedó sorprendido y hasta irritado por la sentencia del coleccionista, pues le parecía tajante y arbitraria. Con el tiempo, Rincón el biólogo cede el paso al pintor, y éste, con su intuición como herramienta, entiende que hay misterios que permanecerán como tales, inextricables… Hoy en día, Eduardo Rincón admite que el coleccionista aquel emitió en realidad un vaticinio, quizá certero…”

Eduardo ha ganado premios, como el del xiii Encuentro Nacional de Arte Joven, en Aguascalientes, 1992-1993. Ha sido seleccionado en la Bienal Diego Rivera e invitado por el Boreal Art Nature Center, de Montreal, Canadá, como artista en residencia.

Una misión a la que le dedica una buena parte de su tiempo es a la reproducción de los árboles de amate, de los que se obtenía el papel para los códices; los tlahuicas, por ejemplo, tenían que pagar como tributo a los aztecas cuarenta y seis mil rollos de papel al año.

Fuente: Tips de Aeroméxico No. 23 Morelos / primavera 2002

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