El Aguador, un oficio extinto de México
Conoce el antiguo oficio de aguador, cómo trabajaban, en qué consistía su labor y el papel que desempeñaban dentro de las sociedades de México.
Desde la época del Virreinato y hasta finales del siglo XIX, el oficio de Aguador era uno de los más importantes, demandados y queridos en México. Con la noble labor de llevar el líquido vital a cada hogar; descubre cómo era la vida y organización de los aguadores en el siglo pasado.
El aguador, es uno de los oficios más antiguos de México y se trata de quién era el encargado de abastecer agua para las casas, mucho antes que la mayoría de los hogares en el país cuenten con la infraestructura necesaria para tener agua potable.
Al ser una labor vital para cada una de las familias mexicanas, quienes se desempeñaban como aguador se convertían en hombres de confianza de todos los hogares, además de ser sumamente respetados, pues incluso prestaban sus servicios en caso de alguna calamidad en la comunidad, como un incendio.
El agua la sacaban de su fuente más cercana, lo que dentro de la Ciudad de México por ejemplo, serían las fuentes públicas. Los aguadores eran los encargados de mantener las fuentes limpias y distribuir su líquido por toda la colonia.
Conoce más acerca del oficio de aguador, en dónde llevaban el agua; la manera en la que trabajaban y la increíble organización de aguadores en México a continuación.
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Aguador, un oficio mexicano en el olvido
El 16 de diciembre de 1850, se comenzó a distribuir en la Ciudad de México, el primer reglamento para ser aguador, sin embargo, este oficio ya existía en México desde los primeros días del Virreinato y llegó a tener su día oficial el 3 de mayo, junto con los albañiles.
El principal requisito para convertirse en aguador, era la extensa recomendación de otro aguador, quien debía dar el visto bueno para que el nuevo elemento se integrase al grupo de la fuente (había varios aguadores por colonia) y la policía lo reconociera en el futuro.
Además de recoger y distribuír el agua por la colonia, la principal función del aguador era mantener limpia y cuidar las fuentes de agua.
El reglamento también contenía especificaciones de cómo debía trabajar y organizarse.
La organización de los aguadores en México
El reglamento para ser aguador especificaba que cada 1ero de diciembre, los aguadores debían reunirse en sus respectivas fuentes para elegir a sus representantes, denominados cabo, de los cuales se desprendían los capataces y por último los capitanes. Después de asignar estos cargos, se procedía al registro.
El registro del aguador era una libreta con los datos generales y descripción física de cada persona que fungía este papel. Una vez que contaban con estas acreditaciones; los oficiales les entregaban un escudo de metal que debían portar en el pecho en todo momento mientras estuvieran trabajando. Perder, robar o hacer mal uso de la placa, estaba penado.
El cuidado era minucioso en cuanto a los aguadores, pues en caso de retirarse del oficio, cambiarse de domicilio o fallecer, debía ser notificado para poder retirarle el permiso. Se solía premiar al capitán con mejor desempeño por manos de los mismos gobernadores.
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¿Aguador ilegal?
Había quienes se hacían pasar por aguadores, ya sea para robar el líquido vital o para venderlo de manera ilegal. Esto estaba especialmente vigilado y castigado; 12 Reales era la multa por hacerse pasar por aguador y la cantidad se multiplicaba si se cometía de nuevo. Una persona podía llegar a ser clasificada como “Vago inobediente” en caso de recaer en ese delito.
El Aguador, de Claudio Linati
Claudio Linati fue un pintor y litógrafo italiano, quien instauró la primera prensa litográfica en México. En 1828, publicó en Bruselas un libro donde ilustra varios de los oficios más antiguos de México. Entre sus páginas se encuentra El Aguador, una de las más antiguas representaciones oficiales de esa labor.
En su libro, Claudio Linati explica, bajo su propia perspectiva, el trabajo del aguador:
Aguador: Portador de Agua. Delantal y gorro de cuero. Ollas de barro. Todos los países ofrecen algunas costumbres más o menos inexplicables, ora por su incomodidad, ora por su extrañeza. El aguador de México es uno de los personajes que más impresionan a los ojos del extranjero, apenas se concibe cómo, para llevar 50 libras de agua, no se haya encontrado otro medio que meterla en una olla de barro casi tan pesada como su contenido, cuya forma esferoide concentra su peso en un solo punto.
Esta vasija, que no es suficiente para las necesidades de una familia, y un peso tan incómodo que no puede aumentarse, hacen necesaria una pequeña reserva suplementaria contenida en un cántaro, atado a dos correas cruzadas sobre la cabeza y suspendidas al frente, que sirve de contrapeso a la carga principal; se impide el balanceo de este segundo cántaro por medio del delantal que lo sujeta con un gancho.
El aguador, amordazado así o encerrado en sus dobles correas; marcha erguido, sin poder permitirse el menor movimiento de cabeza y lleva el líquido a su cliente.
Medio real, más o menos seis centavos de Francia, es el precio de su entrega; pero si trabaja toda la jornada, gana de cuatro a cinco francos por día. Las correas que se cruzan sobre su cabeza le impiden llevar sombrero. Por ello, el aguador es el único ser en México que lleva gorra.
El aguador mexicano fue retratado en la literatura mexicana en más de una ocasión, como por ejemplo en el libro “Los Mexicanos pintados por sí mismos” de 1854 o “De Barceloneta a la República Mexicana” de 1892.
El aguador alrededor de México
En cuanto a su forma de trabajar tan particular, los aguadores alrededor de México pueden diferir en las técnicas que utilizaban para acarrear el agua. Por lo general, el aguador contaba con un uniforme de cuero que constaba de una gruesa gorra con visera, un delantal y un par de correas también de cuero.
Con el primer par amarraba a su frente un enorme cántaro que colgaba en su espalda llamado Chochocol, por debajo de los riñones y al frente, la otra correa atravesaba la parte trasera de su cabeza y dejaba colgar un cántaro más pequeño, el cuál manejaba con un gancho dentro de su delantal y una cuchara que le ayudaba a sacar el agua.
Sin embargo, en el libro “Los Mexicanos pintados por sí mismos” de 1854, señala que en los sitios más alejados a la Ciudad de México, el aguador lleva un timón con dos cántaros amarrados a los extremos. En Guanajuato, el aguador era apoyado por un burrito de carga y en Querétaro, el oficio de aguador se caracterizaba por llevar 4 garrafas en una carreta de 1 rueda.
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La figura del aguador en la vida cotidiana del México antiguo
En el libro México, Paisajes y Bosquejos Populares (1855), se dice que el aguador era una persona de absoluta confianza para sus clientes. El portero conversa con él, la cocinera le reserva una rebanada de carne, las ayudantes de cocinas y camareras tienen excelente opinión de su persona; los niños de la casa lo quieren y la madre consulta con ellos si busca una recomendación de sirvienta, moz o si busca saber lo que acontece en la ciudad y en el seno de las familias más acaudaladas.
Más de una carta perfumada le ha sido confiada al aguador, más de una camarera bonita le da órdenes a viva voz, pero nunca abusan de la confianza y defienden a capa y espada la reputación de sus clientes.
Al aguador también se le llamaba “cuerudo” por sus herramientas para llevar el agua. Para sacar un dinero extra, el aguador era mensajero entre parejas enamoradas. Para llevar registro de sus ventas, los aguadores dejaban “Tantos” o “Colorines” a las amas de llaves, lo cuál no era más que pequeñas florecillas de colores o semillas y dependiendo de cuantas veces abasteciera de agua, era el número de tantos que dejaba en cada casa.
Este era no solo una de la maneras más sencillas de llevar la cuenta, también un enorme ejercicio de confianza, pues nadie le “jugaba chueco” al aguador, cuya profesión era considerada una de las más importantes para la sociedad en aquellos días.
Solo en la Ciudad de México, había más de 60 fuentes de las cuáles los aguadores extraían el líquido vital. Con el paso del tiempo, estas fuentes fueron demolidas y sus funciones sustituidas por el servicio de agua potable que conocemos en la actualidad.