El amaranto, la semilla de los dioses aztecas
Hoy sabemos del gran valor nutricional del amaranto, pero durante la época prehispánica se usaba para dar forma a los dioses aztecas.
El amaranto es uno de los cultivos más antiguos de América y probablemente de la humanidad. Esta deliciosa semilla, conocida como huauhtli por los aztecas, era bien conocida por otras culturas como la inca y maya.
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Los primeros datos que se tienen de esta planta datan de hace 10 mil años. Algunas de las primeras muestras arqueológicas del grano fueron halladas en Tehuacán, Puebla, y datan del año 4000 a. C. Los investigadores ubican el origen del amaranto en América Central y América del Sur.
El amaranto llegó a ser muy importante en los cultivos precolombinos, tanto que dentro de las actividades agrícolas se le consideraba en el mismo nivel que el maíz y el frijol. En cuanto a su consumo se hacía tanto como vegetal como cereal.
Los mayas fueron quizá los primeros en utilizar el amaranto y para ellos era conocido como xtes, y era considerado por su valor alimenticio; en cambio los aztecas lo ligaban más a los ritos religiosos.
La palabra amaranto viene del griego y significa «planta que no se marchita».
La semilla de los dioses aztecas
Los aztecas producían alrededor de 15 a 20 toneladas al año de amaranto; más de cinco mil hectáreas estaban dedicadas a la siembra de esta planta y anualmente 20 provincias daban en tributo el grano de amaranto a su rey.
El amaranto era utilizado para la realización de transacciones, lo consideraban sagrado porque resistía a la sequías, y además como alimento proporcionaba vigor, así que era consumido por los guerreros para incrementar su fuerza. También estaba asociado con el sol por su color rojizo.
Durante las festividades religiosas, las mujeres aztecas molían las semillas del amaranto, las mezclaban con miel o melaza y la sangre de las víctimas de algún sacrificio para formar una pasta llamada tzoalli, con la que se formaban estatuas de dioses ya fuera Tezcatlipoca, Quetzalcóatl, Tláloc, Chalchiuhtlicue, Coatlicue, Xiuhtecuhtli, Chicomecóatl, Matlalcueye, Iztactépetl y Opuchtli, deidades que así personificaban para sacralizar “su carne” y consumirla con gran reverencia. Algo similar a la eucaristía católica.
En la cocina prehispánica a los tamales y tortillas de maíz se les solía añadir amaranto tostado y se le agregaba salsa o mulli e incluso miel. Mientras que los tamales solían llevar amaranto con algún quelite, entre ellos los huauhtli, una comida que se ofrendaba en las sepulturas de los muertos y que se ofrecía al dios del fuego durante el mes de izcalli en una ceremonia conocida como huauhquiltamalcualiztli.
Hay que destacar que el amaranto era cultivado en toda Mesoamérica y en áreas aledañas, por lo que era parte importante de la alimentación de los purépechas, mazahuas, nahuas, y hasta hoy es parte importante de los rituales rarámuri o wixáricas.
Un alimento olvidado durante la Conquista
La producción de amaranto empezó a disminuir después de la Conquista, entre 1577 y 1890, su consumo era casi nulo. Su desaparición se debió al uso ritual de esta planta.
Los españoles al ver el uso religioso de esta semilla consideraron que era una perversión a la eucaristía católica por lo que vetaron su consumo.
Una de las versiones señala que Hernán Cortés mandó a quemar y aplastar todos los sembradíos de amaranto, por lo que solo sobrevivieron algunos pocos que se encontraban en las lejanías de las ciudades.
En las crónicas de los españoles se menciona a la planta como bledo, ajedrea o armuelle, debido a su parecido con algunas plantas silvestres del Viejo Mundo; se comparó a la semilla del amaranto con la de mostaza y la de la lenteja.
Fray Bernardino de Sahagún también llama bledos a los amarantos que se vendían en el mercado y les dice cenizos en el capítulo dedicado a “los mantenimientos” del Códice Florentino.
Amaranto, una planta con muchas propiedades
Las plantas de amaranto quedaron en el olvido pero siguieron creciendo hasta que hace más de 50 años se intensificó su consumo y se retomó a esta planta por su gran valor alimenticio.
La manera más común en la que se volvió a comer amaranto fue a través del popular dulce conocido como alegría cuya preparación se deriva del tzoalli con el que se preparaban las figuras de los dioses consumidos por los aztecas en las ceremonias religiosas.
Las características del amaranto han facilitado su reinserción ya que se puede usar como grano, verdura o forraje y se desarrolla eficientemente en condiciones agroclimáticas adversas.
El amaranto se usa en distintas industrias como en la elaboración de cosméticos, colorantes y hasta plásticos.
En cuanto a sus propiedades alimenticias, el amaranto constituye una excelente fuente de aminoácidos como la lisina, además de tener vitaminas A, B, C, B1, B2 y B3; ácido fólico, calcio, hierro y fósforo y es muy útil para aumentar el consumo de proteínas de origen vegetal.
Además, es rico en minerales y oligoelementos, lo que lo hace muy reconstituyente. Es una gran fuente de calcio, superior a cualquier otro cereal, y aporta también una buena dosis de magnesio.
Se considera asimismo una excelente fuente de hierro (superior a las espinacas), así como de zinc y selenio, que estimulan el sistema inmunitario.
Por esto y más el amaranto es una semilla que ha sobrevivido al tiempo para convertirse en una de las favoritas de los mexicanos.