El Chichihualcuauhco, otra oportunidad de vida en la cosmogonía mexica
Según los mexicas, uno de los cuatro destinos que esperaba a los difuntos era el Chichihualcuauhco, que además, prometía volver a nacer.
Las creencias de los mexicas en relación a la muerte han sido ampliamente estudiadas y hoy sabemos que la forma en que moría la persona era determinante para el destino que le esperaba; y según el tipo de muerte, podían dirigirse a cuatro lugares: el Ilhuícatl-Tonatiuh o cielo del sol; el Tlalocan, el Mictlán y el Chichihualcuauhco.
Respecto al Ilhuícatl-Tonatiuh, era un lugar destinado exclusivamente a los guerreros muertos en combate o capturados para el sacrificio. También, aquellas mujeres que habían fallecido en labor de parto de su primer hijo, accedían a él.
Por su parte, el Tlalocan, un lugar regido por Tláloc, era un paraíso donde las plantas estaban siempre verdes. Seguidamente, el Mictlán, quizás el más conocido, era el sitio a donde se dirigían los que no iban al Tlalocan ni al Ilhuícatl-Tonatiuh, con excepción de aquellos que habitarían el Chichihualcuauhco.
El Chichihualcuauhco
También conocido como Tonacacuauhtitlan o Xochatlapan, a este lugar iban los niños lactantes que morían sin haber probado alimentos sólidos o maíz. El origen de la palabra proviene del náhuatl y significa “el lugar del árbol de pechos”.
Igualmente, éste era un gran árbol nodriza, con frutos en forma de senos, de donde emanaba leche y los pequeños difuntos eran alimentados en espera de poder reencarnar y regresar a la tierra a vivir. De hecho, en el Códice Vaticano A, el árbol aparece claramente representado.
Fray Bernardino de Sahagún, en su libro Primeros Memoriales describe al Chichihualcuauhco o Xochatlapan de la siguiente manera:
El que moría muy niñito y era una creatura que estaba en la cama se decía que no iba allá al mundo de los muertos, sólo iba allá al Xochatlapan. Dizque allí esta erguido el árbol nodriza, maman de él los niñitos, bajo él están haciendo ruido con sus bocas los niñitos, de sus bocas viene a estarse derramando leche».
Finalmente, la imagen del árbol estaba acompañada por la figura de Tezcatlipoca, el dios creador y destructor, que permitiría el renacimiento de los pequeños.